Peregrinar es darle a Dios la oportunidad de demostrarte en pocos en días, lo que puede hacer en toda tu vida. Esta noche he hecho una peregrinación sentado en una butaca. Ha sido en el cine, viendo The Way, una película en la que Emilio Estevez utiliza una historia que puede no ser cierta, o sí, para meterte de lleno en una caminata con cuatro personajes tan reales y vivos como la vida misma. No son héroes de película, sino gente normal, con sus triunfos y fracasos, anhelos y deseos de olvidar el pasado. Con sus rabietas y ansias de grandeza que, a cada paso que dan camino de Santiago, van dejando atrás capas de mentira para vestirse de verdad hasta reventar de autenticidad... como la vida misma. Son peregrinos nada creyentes… o mucho, qué mas da. Al fin y al cabo, para hacer una peregrinación no hace falta serlo más o menos, haber llorado o reído, saberse los Mandamientos o cumplirlos. Para ser peregrino, solo hace falta ponerse en marcha. Lo demás, se te da por el camino. Y sé de quien me fío cuando escribo esto.
Es la mejor definición que conozco para "peregrinación", y vale para todos. Creyentes y ateos, practicantes o no. Piadosos y pasotas, pasados y entregados, misioneros, maestros, deportistas, gordos, separados, meapilas, pijos y todo perfil humano que se os pueda ocurrir cabe en una peregrinación. Desde el stablishment católico hasta el matacurismo más pasado.
La peli es un homenaje a todos los peregrinos, a España y a Santiago, con una fotografía que te hace desear caminar, y una música para pedirte a los Reyes; unos actores que clavan a unos personajes tan auténticos que tengo la sensación de haberlos conocido, y una historia… como la vida misma. No me refiero a la vida que escogemos, sino a la que vivimos.