La verdad es que leí tanto en su día sobre Juan Pablo II, que cuando salió el libro Por qué es santo, firmado por el postulador de su causa de beatificación, Slawomir Oder, directamente pasé del tema. Digamos que sentí que nada más podía aportarme la vida de JP2, por todo lo que ya sabía. Sin embargo, el polaco tenía una sorpresa para mí, y para toda la Iglesia, sobre la presencia de la Virgen María entre nosotros, en nuestro tiempo, durante toda nuestra generación, de una forma mística y asombrosa: Medjugorje. Pues bien. En el Capítulo III de dicha obra, titulado “El místico”, Oder empieza a describir la profunda devoción que Juan Pablo II tenía a la Virgen Santísima. Para describir esta devoción, Oder no ha escogido la advocación de Guadalupe, primer destino escogido por este Papa peregrino y Mariano; tampoco ha escogido la de Lourdes, Santuario que visitó en algunas ocasiones; ni siquiera la de Fátima, a quien él siempre reconoció que le salvó la vida en el atentado del 13 de mayo de 1981. No; Slawomir Oder ha escogido nada más y nada menos que Medjugorje, destacando que el Papa relacionaba el atentado con las apariciones de la Reina de la Paz en Medjugorje, lugar de realización de Fátima. ¿Sorprendidos? Bien. Vamos al tema.
Como ya sabéis, el cardenal Ruini, Vicario Emérito de Su Santidad para la Diócesis de Roma, es quien preside la Comisión Internacional de Investigación sobre Medjugorje. Éste cardenal Ruini, uno de los más allegados a JP2, eligió al sacerdote polaco Slawomir Oder como postulador de la causa de beatificación del anterior Papa.
Slawomir Oder es sacerdote diocesano y presidente del Tribunal de Apelación de la Oficina Legal del Vicariato de Roma, y en el año 2010 publicó el libro del que os he dicho que yo directamente pasé, Por qué es santo.
En el prólogo de dicho libro se explica que Oder, como es lógico, se ha convertido en el “depositario de las noticias, sacrificios, y anécdotas que debidamente unidos, conforman la imagen inédita del candidato [Juan Panlo II]”.
En dicho capítulo III, nos encontramos con un epígrafe titulado: “Si no fuese Papa estaría confesando en Medjugorje”. Os copio el texto íntegro:
“Su devoción por María se incrementó vivamente cuando se aclaró que el tercer secreto de Fátima hacía alusión al atentado de 1981. Muchos testigos de su entorno confirmaron que el Papa relacionaba éste dramático suceso con las apariciones de la Reina de la Paz en Medjugorje, en la ex Yugoslavia, que habían empezado a producirse en junio de ese mismo año. Una ulterior confirmación de éste vínculo fue, para los creyentes, el mensaje que dirigió [La virgen María] a los fieles marianos el 25 de agosto de 1994, durante los días en que se preparaba el viaje pastoral del Papa a Croacia, previsto para los días 10 y 11 de septiembre: “Queridos hijos, hoy me uno a vosotros en la oración de una manera especial, rogando por el don de la presencia de mi amado hijo en vuestra patria. Rezar, hijos míos, por la salud de mi hijo predilecto, que sufre, pero al que yo he elegido para estos tiempos”.
Si bien jamás adoptaba una posición oficial cuando se producían dichas apariciones, el Papa no ocultaba en privado su convicción. A monseñor Murilo Sebastiao Ramos Krieger, arzobispo de Florianópolis (Brasil), que estaba a punto de viajar por cuarta vez al santuario de la Reina de la Paz, le confirmó: “Si no fuese Papa estaría confesando en Medjugorje”. Un deseo que corrobora el testimonio del cardenal Frantisek Tomasek, arzobispo emérito de Praga, quien le oyó decir que, de no haber sido Papa, le habría gustado ir a Medjugorje para ayudar a los peregrinos.
Aún más elocuentes son, a éste propósito, las palabras que escribió el obispo de San Ángel (EEUU), monseñor Michale David Pfeifer, en su carta pastoral de 5 de agosto de 1988 a la diócesis: “Durante mi visita ad limina con los obispos de Texas, pregunté al Santo Padre qué opinaba de Medjugorje en el curso de una conversación privada. El Papa habló favorablemente y dijo: “Afirmar que en Medjugorje no ocurre nada significa negar el testimonio viviente y orante de los miles de personas que han estado allí”.
Al 26 de marzo de 1984 se remonta, en cambio, un episodio que recordó el arzobispo eslovaco Pavel Hnilica, uno de los prelados más próximos al Pontífice. Una vez que fue a comer con Juan Pablo II para ponerlo al día de una misión secreta que debía desempeñar en Moscú –celebrar clandestinamente la Misa entre las murallas del Kremlin- éste le preguntó: “¿Después fuiste a Medjugorje, Pavel?”. Cuando le dijo que no lo había hecho, dado que ciertas autoridades vaticanas le habían manifestado su desaprobación, el Papa le pidió: “Ve de incógnito y vuelve para contarme lo que has visto”. Después lo llevó a su biblioteca privada y le enseñó un libro del padre René Laurentin en el que figuraban varios mensajes de la Reina de la Paz mientras le comentaba: “Medjugorje es la continuación de Fátima, es la realización de Fátima”.
Tras la muerte de Juan Pablo II, sus amigos Marek y Zofia Skwarnicki pusieron a disposición las cartas que éste les había remitido y en las que abundan las referencias a Medjugorje. El 28 de mayo de 1992 el Pontífice escribió a los cónyuges: “Agradezco a Zofia todo lo concerniente a Medjugorje. Yo también visito a diario este lugar cuando rezo: me uno a todos los que allí oran y reciben desde allí la llamada a la oración. Hoy comprendemos mejor esta llamada”.
El texto es del libro Por qué es santo, de Slawomir Oder, editado en España por Ediciones B.
Sin entrar en detalles, pero barajando ciertas informaciones, acontecimientos como la publicación de este libro o el saludo del Benedicto XVI a los peregrinos de la parroquia de Medjugorje, y algunas intuiciones que no sé si son mías o no, me atrevo a opinar que pronto, muy pronto, Roma nos va a sorprender con una información acerca de la bondad del fenómeno de Medjugorje. En cualquier caso, esto es tan solo una opinión formada desde la distancia y la ignorancia de un periodista. Ahora bien, sean los que sean los tiempos y discusiones que hay en Roma al respecto, Medjugorje está ahí. Y está ahí ahora. Sucede ahora. No sabemos si mañana. No cuando Roma diga algo o no diga nada, si no ya.
En Medjugorje se hace una llamada fortísima a la oración, y en Medjugorje, con apariciones o sin ellas, existe una realidad que te motiva a esa oración. No sé si será el aire, el agua, la luz, la comida o la presencia del Espíritu Santo y de Su Esposa, pero eso es así. No es ni discutible ni opinable. Es un hecho. De cada uno de nosotros depende el estar allí o el no estar. Juan Pablo II quiso y no pudo. Aunque solo fuese por él, por ofrecérselo, yo iría. Nada malo puede suceder de una peregrinación a este lugar bendecido en el que los corazones se enamoran de la Iglesia de Jesucristo para convertir hacia ella toda la vida.