Parece que a Carrillo lo van a nombrar “hijo predilecto de Gijón”, con la complacencia de la mayoría de los políticos españoles. Uno ya no sabe lo que ha de ver en esta España nuestra, que ensalza a los “delincuentes” y ningunea a los hombres de bien. No hace mucho algunos desalmados anti-sistema y gais protestaban por la presencia de Benedicto XVI en nuestra Nación. Hasta el Presidente Zapatero salió corriendo para no darle la bienvenida, aunque sí la despedida, sonreírle un poco y después decir unas cuantas majaderías sobre la moral. Esto es lo que tenemos, y queremos que se nos tome en serio por ahí.
Puede que algunos jóvenes no sepan casi nada del Sr. Carrillo. Traigo aquí un excelente artículo de José Javier Esparza en la Gaceta, que nos retrata al personaje. Vale la pena leerlo.
José Javier Esparza
El Ayuntamiento de Gijón ha proclamado al veterano líder comunista Santiago Carrillo hijo predilecto de la localidad. Lo ha hecho a iniciativa socialista y con el apoyo del Partido Popular.
Santiago Carrillo es uno de los mayores criminales políticos de la Historia de España. “Habrá que probar eso”, dicen los interesados papanatas. No: todas estas cosas están sobradamente documentadas y probadas, en parte porque fueron juzgadas por los enemigos políticos de Carrillo, en parte porque fueron denunciadas por los conmilitones del viejo comunista y en parte, en fin, porque el propio interesado las ha narrado con singular desenvoltura.
República
Carrillo es responsable de haber conspirado abiertamente contra el orden democrático durante la II República. Él mismo lo cuenta. Fueron los años en que el PSOE abanderó la revolución contra el Gobierno legítimo de 1933. Carrillo, joven líder de las Juventudes Socialistas, formó parte del comité revolucionario organizado bajo la dirección de Largo Caballero. La Revolución de 1934, que –se mire como se mire– fue un golpe de Estado, se saldó con más de un millar de muertos. En Madrid, que era donde Carrillo debía actuar, el movimiento fracasó. Carrillo acabó en la cárcel. Allí, por cierto, empezó a recibir la visita del delegado de la Internacional Comunista Vittorio Codovilla, agente de Stalin.
Guerra Civil
Carrillo es responsable de haber alimentado la dinámica de violencia que condujo a la Guerra Civil. A lo largo de la primavera de 1936, Carrillo, convenientemente adoctrinado en el Moscú de Stalin –él mismo lo cuenta–, trabaja para fusionar al PSOE y al PCE en un único “gran partido del proletariado”, fusión que debe comenzar por las juventudes de ambos partidos. La operación incluye la formación de milicias armadas. Son numerosísimos los testimonios –en particular, de miembros del PSOE– que atribuyen a Carrillo la dirección de esas milicias en Madrid. Después, en julio, cuando policías de obediencia socialista asesinan al líder de la derecha Calvo Sotelo, las cúpulas del PSOE y del PCE pedirán al Gobierno del Frente Popular que “se arme al pueblo”. Y entre quienes formulan esa petición está el propio Santiago Carrillo.
Paracuellos
Carrillo es culpable directo del asesinato de miles de españoles durante las jornadas negras de noviembre de 1936, las jornadas de Paracuellos. Los hechos son bien conocidos y negarlos es simplemente mentir. Desde septiembre de 1936, el Gobierno del Frente Popular, por instigación directa de la Internacional Comunista –es decir, de Moscú–, había decidido aniquilar a la llamada “quinta columna”, es decir, a los ciudadanos de derechas que eventualmente pudieran ayudar a Franco a tomar Madrid. Con esa excusa, miles de madrileños fueron detenidos, torturados y asesinados. El proceso ya estaba en marcha cuando Carrillo se vio convertido en responsable de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid. Después, con él al frente, las sacas de las cárceles y las matanzas en Paracuellos prosiguieron. Y no cesaron hasta que Carrillo fue apartado del cargo. En conjunto, la cifra de presos asesinados durante noviembre y diciembre de 1936 en Madrid superará los 2.500. Las sacas durante la etapa de Carrillo como responsable de Orden Público se traducen en un mínimo de 2.000 muertos.
PCE
Después de la guerra, Carrillo es responsable del desmantelamiento del PCE –sí, del PCE– en el Madrid del primer franquismo. Los líderes comunistas que operaban en España lo hacían al margen de la dirección en el exilio, y las cúpulas de Moscú y Méjico decidieron anularlos. ¿Cómo? Delatándolos a la Policía de Franco, como le ocurrió a Heriberto Quiñones.
Ese procedimiento se repetirá una y otra vez con los disidentes, y en particular con el círculo del líder comunista Jesús Monzón. A veces serán delatados por la propia dirección del PCE ante la Policía española, como Arriolabengoa, y otras veces serán directamente asesinados por enviados del PCE, como les sucedió a Gabriel León Trilla, Pérez de Ayala (Enrique Cantos), Luis Montero y Domingo Ungría, entre otros. Carrillo ya era entonces responsable de la organización del PCE en España.
Maquis
Santiago Carrillo aparece también como responsable directo de la eliminación del maquis –comunista– a partir de 1948, cuando Stalin decidió que la estrategia del PCE debía cambiar y suprimir la lucha guerrillera. ¿Cómo se suprimió? Suprimiendo a los propios interesados. Los nombres de los líderes guerrilleros asesinados por el propio PCE –directamente o delatándolos a la Policía– son muy numerosos: Baldomero Fernández Ladreda Ferlo, Víctor García El Brasileño, Basilio Serrano El Manco, Francisco Corredor El Gafas…
Carrillo es el culpable directo de la expulsión, delación, encarcelamiento y posterior muerte del líder comunista catalán Joan Comorera, disconforme con la línea del PCE. Líster lo cuenta así en su libro Basta.
Hay más, pero no vale la pena extenderse. Quien quiera detalles suplementarios, que lea El libro negro de Carrillo (Libros Libres, Madrid, 2010). Los delitos de guerra de Santiago Carrillo prescribieron hace mucho tiempo. No por la amnistía democrática de 1977, como tanta gente repite hoy, sino por el decreto de 1966 –esto es, con Franco– de extinción de responsabilidades políticas. Pero la huella que Carrillo ha dejado en la Historia de España no se puede ocultar ni maquillar. Todos podemos entender que, en nombre de la convivencia, la opinión pública prefiera olvidar los crímenes de un nonagenario y subrayar su contribución al bien común. Pero eso es una cosa, y otra muy distinta es convertir al tal anciano en hijo predilecto de nada. Máxime cuando ese anciano, en un revival senil, busca justificar lo menos justificable de su vida.
Después de esto, juzgue el amable lector si realmente merece el personaje que se le haga esa distinción. ¿Es que para él no hay memoria histórica? ¡Si los muertos de Paracuellos hablaran!