Recuperar los elementos distintivos de la educación de siempre
La educación en general -en la escuela, en la familia, en la universidad, en el ocio- está siendo invadida por un proceso de digitalización que la deshumaniza. Se están sacrificando, en nombre de lo práctico, de lo rápido, de lo útil, tareas educativas fundamentales y muy necesarias. Consecuentemente, la presión del negocio de la industria digital está dando lugar a una pérdida significativa de talento entre nuestros estudiantes pues acelera atropelladamente el aprendizaje. Y este cambio acaba repercutiendo en toda la sociedad. El individualismo digital oscurece el bien común en favor de una democracia cada vez más inculta y vulgar.
Según Aristóteles, el bien común se alcanza cuando todos los ciudadanos pueden vivir vidas virtuosas y florecientes en la polis (ciudad-estado). Para Tomás de Aquino, el bien común implica apuntar hacia las condiciones sociales que permitan a las personas alcanzar su perfección espiritual y moral. Sin embargo, el individualismo reinante, de la mano de un mercado que a menudo satisface más los gustos que las necesidades, lleva a la educación por derroteros inanes donde predomina lo insustancial y superficial.
Frente a la escritura tecleada hay recuperar la escritura a mano
Un ejemplo de lo que estamos proponiendo es la recuperación de la escritura mano. Para muchos pedagogos no es lo más práctico, y, para muchos estudiantes no es lo más atractivo. Muchos docentes y discentes prefieren teclear en vez de trazar inteligentemente cada palabra, cada frase, pensando en lo que escriben y en esa misma medida reteniendo información impagable. Acerquémonos, para desarrollar esta reflexión, a Mark Bauerline (1959), profesor emérito de la Universidad de Emory (Atlanta, Georgia), y defensor de la educación clásica frente a la desnortada educación actual. A partir de algunos de sus escritos significativos como Phenomenology of the Hand (Fenomenología de la mano) y The Pen and the Keyboard (El lápiz y el teclado), podemos valorar, de una forma integrada con su global visión de la educación, la racionalidad de la escritura a mano. No nos extenderemos sobre este tema pues se sabe mucho y se ha escrito todavía más, pero retengamos ciertos aspectos:
- La escritura a mano implica procesos cerebrales más complejos que la escritura en teclado. La escritura a mano se acaba traduciendo en progresos en memoria, comprensión y desarrollo cognitivo.
- El ejercicio y desarrollo de la psicomotricidad fina de manos y dedos, en lo que se ha llamado la inteligencia de la mano, colabora en los procesos artesanales de escritura y lectura basados en el reconocimiento del alfabeto.
- En suma, la escritura a mano proporciona un conocimiento multisensorial muy superior a la escritura tipográfica que también contribuye al aprendizaje de las artes plásticas, música, trabajos manuales, etc.
No es suficiente con recuperar el lápiz, hay que recuperar la sabiduría y la virtud
Mark Bauerlein cuenta con un libro osado, The Dumbest Generation: How the Digital Age Stupefies Young Americans and Jeopardizes Our Future (La generación más tonta: cómo la era digital deja pasmados a los jóvenes estadounidenses y pone en peligro nuestro futuro) que ha obtenido gran repercusión desde su primera edición en 2009.
En la segunda versión de 2022, The Dumbest Generation Grows Up: From Stupefied Youth to Dangerous Adults (La generación más tonta crece: de jóvenes pasmados a adultos peligrosos) amplía todos los temas que desarrolló en su primer libro ahora con muchas más evidencias empíricas.
La gran queja de Bauerlein es la irrupción de la digitalización en la educación, en el hogar, en la escuela, en el ocio, en la universidad. Probablemente la digitalización en entornos profesionales no educativos, usada con moderación, acelera procesos y resuelve problemas y tareas con gran productividad. Pero esta prisa no es buena consejera en la educación que por definición ha de ser profunda, lenta. Para enseñar y aprender no se puede correr. La concentración es lo primero y es esencial: la focalización en las tereas, en la instrucción que imparte el profesor (o el padre), en la escucha activa. Un claro ejemplo negativo es el trajín de la multitarea: de nuevo teclados y pantallas. Ese ir y venir sin profundidad, plagado de interrupciones, no lleva a ningún lado. Aquí Bauerlein, como muchos otros estudiosos de estos temas, ve la multitarea como una enemiga acérrima de la profundidad y una colaboradora de la superficialidad que implica hacer mal muchas cosas a la vez
La escritura basada en la gramática, en la práctica, en la repetición
Quién sale perdiendo en esta digitalización, que no es más que una aceleración de la educación, lo estamos señalando, es la profundidad. Una buena escuela, un hogar que escribe cartas manuscritas a los abuelos, un taller de escritura como ocio necesita práctica. Caligrafía, paciencia, ensayo-error. Coger el lápiz bien y escribir en silencio de un modo preciso hablándose interiormente y pensando serenamente lo que se quiere argumentar. Mimando las palabras, puntuando con criterio, cuidando la ortografía y buscando la máxima claridad del texto escrito.
En la escuela clásica se desarrollan estos planos en los tres estadios del trívium como centro de un amplio curriculum: estadio de la gramática, estadio de la lógica, y estadio de la retórica. La escuela acelerada digitalmente, ¿se puede permitir estos lujos? No probablemente. La cantidad de novedades prima por encima de la calidad de los contenidos, los ejercicios y las practicas educativas.
La escuela sosegada practica la repetición en sus ejercicios, una y otra vez. Y tareas a las que a menudo se añade la memorización como eje. También esta escuela se basa en la declamación de poemas. Y, consecuentemente, en la lenta explicación de palabras nuevas que se definen para ser luego incorporadas al vocabulario en lo que en el mundo anglófono se conoce como cultural literacy (alfabetización cultural). Y de ello, luego, se beneficia la lectura más profunda de los grandes libros.
La escritura basada en la lectura y la exposición al lenguaje
No hay que extenderse mucho en este punto. La mejor escritura se basa, entre otras prácticas, en la escucha atenta de un profesor que se dirige a sus alumnos con parsimonia, con finura lingüística, con positividad. Una positividad que se traduce en una gran receptividad ante las preguntas de sus alumnos que se siente reconocidos en sus intervenciones pues el docente siempre les saca la máxima punta y busca en cada respuesta una nueva aportación. Ahí está el diálogo socrático que Bauerlein, como otros expertos en estos temas, valora por encima de los trabajos conjuntos hechos con la tableta entre varios estudiantes sin guía ni criterios. ¿Dónde tienen lugar este tipo de procesos?: en la escuela, pero también, insistimos, en la conversación doméstica, y en el ocio co-curricular (leyendo un libreto para representar una obra de teatro corta y memorizándola). Y también en las conversaciones con los mayores y en la lectura de prensa como veremos a continuación.
El mundo se aprende en la lectura, en el cultivo del espíritu
Bauerlein es un defensor de las artes liberales, de la educación liberal. En esta dirección sabe que la educación de siempre, lenta y profunda, debe aspirar a ser culta. A cultivar el alma para ir más allá de nosotros mismos tal como proponía Cicerón.
Hay que recuperar la vida del espíritu -entendida como vida intelectual y de acción- para los más jóvenes que solo se nutren da la banalidad que promueve el mercado. Un mercado que está presente en las tabletas y los móviles abajando las aspiraciones y los grande ideales. Bauerlein propone dejarse llenar el corazón en el disfrute, pongamos un ejemplo, de una rica conversación tranquila quizá compartida con un docente en un ambiente sosegado donde se respetan los turnos de palabra. Ahí nace la curiosidad, el afán de conocer y el amor por el saber.
Pero la vida del espíritu choca con nuestro mundo obsesivamente audiovisual desde la pantalla digital. El alcance de lo que hay que mirar es mucho más amplio que los límites de la pantalla, aunque esta tenga 75 pulgadas. La vida del espíritu casa con la mirada amplia, con la contemplación de la belleza del paisaje, de la naturaleza, en el teatro, en el museo, etc. El problema es el ritmo que nos impone la industria digital que quiere monetizar nuestra mirada hasta convertirnos en auténticos ignorantes.
Una escuela que piensa y promueve el periodismo en papel y la radio escolar
Las actividades curriculares deben entrelazarse con las actividades co-curriculares. Prefiero este sustantivo al de actividades extraescolares que se maneja en español. El currículum ampliado sigue en la tarde, en el teatro, en los clubs de lectura. El periodismo escolar, a partir de un breve boletín podría informar, si se hace muy bien, sobre la vida en las escuelas, pero también de las familias y de la comunidad. Informarse para informar, escribir claramente para ser entendido, profundizar en la vida local pero también mínimamente sobre la vida nacional e internacional es una práctica que sitúa a los estudiantes en el mundo. Prensa que habla claro de las guerras, pero también de las migraciones, del clima y hasta del precio de la vivienda y lógicamente de los futuros estudios posteriores al instituto: formación profesional o universitaria. Todo son pasos en una batalla contra la ignorancia irresponsable.
Insistamos, Bauerlein nos advierte consecuentemente sobre los adolescentes pasmados y, asimismo, nos habla de los adultos peligrosos. A nuestro autor le interesa superar la ignorancia que asola la sociedad americana. Evitar que jóvenes y adultos vayan dando tumbos por la vida sin objetivos ni fines reflexionados.
Recuperar el rigor intelectual
La escuela, la vida familiar de hoy, la universidad, necesitan rigor intelectual. Es un concepto que Bauerlein utiliza con frecuencia como otros expertos en temas educativos. Hay que hacer las cosas bien, atractivas, estimulantes y lograr que entusiasmen a los estudiantes porque ellos mismos perciben que avanzan en su aprendizaje. Pensamos en las lecturas bien elegidas, bien contextualizadas, para que se gane en profundidad lectora (e intelectual en general) desde un trabajo analítico, serio y minucioso.
El primer paso es entonces avanazar sobre un curriculum completo y algunos libros de textos penetrantes. El rigor intelectual está detrás de un profesor o profesora que se prepara minuciosamente las clases y que luego evalúa correctamente los resultados ofreciendo una verdadera retroalimentación para la mejora del aprendizaje de cada estudiante. El rigor comienza por generar los mejores apuntes. Apuntes que luego se repasan y complementan gracias a que los padres han promovido el silencio de lo digital en el hogar. Trabajo duro en una palabra y a la vez gustoso porque vale la pena formarse.
Las artes liberales ante la “idolatría STEM”
La "idolatría de lo STEM" (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) se refiere a la tendencia contemporánea de valorar de manera desproporcionada las disciplinas STEM en detrimento de otras áreas del conocimiento, especialmente las humanidades y las artes. Son materias importantes, pero no únicas. Las artes liberales exigen siempre entrar en el mundo del presente, del pasado, en la literatura, en la historia y en el arte. Las artes liberales contribuyen a establecer relaciones entre distintas épocas, a fundamentar conceptos complejos que ayudan a desmenuzar diferentes momentos históricos, culturales, artísticos y literarios. La escuela clásica se propone ofrecer unos conocimientos avanzados para profundizar en el análisis de los hechos próximos y lejanos. Siempre con el objetivo de fundar unas habilidades criticas -muy bien formadas, documentadas- para evaluar y descifrar la realidad diaria. Y todos estos pasos desembocan en la construcción del propio discurso interior del estudiante que se hace cargo del mundo en el que vive y actúa en consecuencia. Es decir, hablamos de la educación de toda la persona en la educación integral (well-rounded education) en virtudes y sabiduría (paideía, griego: παιδεία). Una educación completa y a la vez bien informada en filosofía, ética, historia, política para tomar las decisiones morales que corresponda en cada momento. Y que luego se traduce en la vida diaria en tareas cívicas, por ejemplo, empezando por voluntariado. Ahí son protagonistas los padres implicados en la escuela y los mentores que asesoran a los estudiantes. Bauerlein propone un mundo de adultos -padres, profesores, mentores- haciendo madurar a muchos adolescentes que podrían ir a la deriva.
En cambio, la escuela digital y acelerada es juguetona, superficial y solo está empeñada en divertir y explorar las emociones que hacen felices a sus estudiantes. Pero el florecimiento humano (eudaimonía, griego: εὐδαιμονία) está en el trabajo bien hecho, en el rigor intelectual, en desarrollar, desde la escuela, desde el hogar, y el ocio, la propia misión impostergable de madurar: personal y social, familiar y cívicamente.