Al profesor Simón Sosvilla de la Complutense de Madrid le han entrado prisas para que el BCE compre los bonos de los Estados manirrotos de Europa. ¿Por qué? Pues porque él, funcionario público que no produce, vive de la deuda pública y del dinero que tan espléndidamente gasta el Gobierno de España y que no tiene. Es una cuestión de puro interés personal camuflado detrás del interés general. Es que los controladores aéreos no son los únicos que gozan de privilegios en este país.
Si se hunde la deuda, él se queda sin parte de su salario dado que el Gobierno se verá obligado a realizar nuevos recortes en salarios a los funcionarios. ¿Y por qué digo que no produce? Lógicamente, un profesor universitario que defiende monetizar deuda, perjudicando peligrosamente el poder adquisitivo de aquellos que están generando riqueza, ni conoce ni sabe como para estar enseñando. Si no sabe, ¿qué está enseñando? Si no está enseñando, ¿qué está produciendo con el dinero que los contribuyentes estamos sufragando? Pues sencillamente nada. Si sus alumnos salen de la Complutense pensando que imprimiendo papel se puede generar riqueza, tenemos un problema.
No sólo no estamos dedicando dinero que sale del sector productivo a un “profesor” que no produce –son muchos más-, además estamos poniendo en el mercado a personas cuya formación y capacidad para producir es más que dudosa. Peor aún, los pocos alumnos que acaben produciendo lo harán porque las empresas que los contraten se encargarán de proporcionarles aquello que la universidad no ha sido capaz de proporcionar: formación. Es un fraude en toda regla y más aún cuando el sistema educativo, monopolizado en manos del Estado, no permite realizar una criba separando lo bueno de lo malo. Si el sistema estuviese liberalizado, los padres y los alumnos podrían discernir y la libertad de elección pondría al profesor improductivo en la calle, que es dónde tiene que estar. Mientras tanto, nuestro sistema educativo se ha convertido en otro lastre cargado sobre el sistema productivo. Lo único que puede explicar el mantenimiento y sostenimiento de este sistema educativo es el sistema fiduciario y su capacidad para generar deudas que jamás se devolverán.
Sin embargo, los funcionarios “profesores” como Simón Sosvilla saben de sobra que cuando se monetiza la deuda, el primero que cobra el confeti que emiten los Estados sale ganando. La depreciación del confeti se produce cuando este ya ha empezado a circular, que es cuando ellos, los funcionarios, han consumido su salario. Los que cobran el papel recién incrementado pueden sobrepujar a quienes todavía no han recibido ninguno de los nuevos billetes emitidos, que son precisamente quienes han producido los bienes y servicios disponibles en el mercado. El papel que cobran los productores de riqueza no tendrá el mismo poder adquisitivo que cuando los funcionarios públicos lo gastaron. Este profesor universitario lo sabe de sobra y por ello no está defendiendo el interés general sino un sistema diseñado para esclavizar a quienes producen la riqueza en favor de quienes no producen.
El problema de estos profesores y su egoísmo intrínseco es que este sistema, por mucho que se empeñen, no es sostenible. Las continuas pérdidas de poder adquisitivo retraen la actividad productiva que paulatinamente se irá abandonando. Y cuando nadie trabaje en el sector productivo, ¿quién produce? Si nadie produce, ¿con qué pagamos a estos funcionarios universitarios?
En definitiva, la productividad en España no es baja porque los trabajadores del sector productivo cobren mucho en comparación a sus niveles de producción o porque estén tirados a la bartola en los centros de producción –es lo que piensan algunos trabajadores del norte de Europa que si viniesen a España se enterarían de lo que es trabajar para producir-. Esta es una de las mayores falacias que, entre otros, las universidades públicas y muchos de sus profesores se dedican a difundir por doquier. Es falso. Aún cuando los niveles de mecanización e informatización no sean en todos los casos tan elevados como en otros países de la unión europea, la productividad en España es fundamentalmente baja porque por cada trabajador productivo tenemos un montón de “trabajadores” que, a la sombra de leyes y privilegios creados por el Estado, cobran pero no producen. Lamentablemente, el marxismo que nuestro sistema educativo se encarga de difundir con ahínco, ha sido muy útil a la hora de crear conceptos falsos. A los trabajadores del sector productivo no los explotan sus empleadores –sus empresarios-; a los trabajadores y a los empresarios del sector productivo los están explotando el Estado y los funcionarios que no son estrictamente necesarios y todos aquellos que viven sin producir al abrigo de leyes proteccionistas y privilegios –miren si los trabajadores de AENA lo saben de sobra que no quieren que les privaticen-. Por esta razón el marxismo, el keynesianismo y otras teorías absurdas similares tienen tan buena aceptación en el mundo académico.
Por lo tanto, echar más madera al fuego –más deuda y más papel al sistema- puede ser muy conveniente para los causantes del problema –los que han provocado el incendio generando deuda y cobrando salarios excesivos en función de su productividad real- pero supone la quiebra de todos aquellos que están produciendo bienes y servicios disponibles en el mercado. Tal y como vengo pronosticando y de momento, los académicos ganan y el confeti –el euro y el dólar- seguirá su camino hacia el precipicio.