Leo en France Catholique una entrevista a Emmanuel Razavi, que acaba de publicar en Francia un libro sobre el Irán actual titulado La face cachée des mollahs.
Tras responder diversas preguntas sobre la situación política, económica y también geopolítica de Irán, el entrevistador le pregunta sobre las crecientes conversiones al cristianismo en este país grande (89 millones de habitantes), joven (su media de edad es de 32 años, la nuestra de 44) y en el que el nivel de instrucción es bueno.
Responde Razavi : « Durante mucho tiempo, el régimen islámico toleró a los cristianos porque eran pocos, discretos... y se guardaban de hacer proselitismo…
Sin embargo, las conversiones han ido en aumento en los últimos diez años: ¡hay casi un millón de iraníes cristianos! Esto es tanto más notable -y valiente- cuanto que la conversión, considerada delito de apostasía, puede castigarse con la muerte. Este fenómeno va en aumento, hasta el punto de preocupar seriamente al régimen: los cristianos son detenidos y encarcelados. Sabemos que algunos han sido golpeados, azotados y a veces obligados a someterse a sesiones de reeducación religiosa impuestas por los guardias de la Revolución”.
A la cuestión religiosa, se añade la acusación por parte del gobierno iraní a los cristianos de estar a sueldo de Occidente y de socavar la cultura islámica del país.
Según Daniel Pipes, director del Middle East Forum y citado en el mismo número de France Catholique, estamos ante un “fenómeno clandestino, donde la práctica de lo que a veces se denomina creyentes de origen musulmán se caracteriza por la falta de ministros y de lugares de culto, y por reuniones de pequeñas comunidades de cuatro o cinco miembros en pequeñas capillas instaladas en las casas y al son de cantos entonados en voz baja, cuando se atreven a cantar”.
Sabemos poco de lo que ocurre realmente en Irán, pero lo que sí sabemos es que la Providencia, como de costumbre, nos prepara sorpresas que nadie había previsto.