Se anuncia que en lo que va de año 2010, se ha superado ya el número de asesinatos ocasionados por la violencia machista producidos en todo el año 2009. Se trata realmente de una lacra tan difícil de solucionar como intolerable en sociedades que aspiran a denominarse modernas y democráticas, la cual produce, anualmente, un número de asesinatos superior en cualquier caso al medio centenar, registro que se corresponde con el del año 2001 y que es el mejor de los apuntados en España en el último decenio.
 
            El 28 de diciembre de 2004 entró en vigor la Ley orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género, una de las primeras, si no la primera, de las aprobadas por el actual Gobierno pesoíta, basada en el principio de que dicha violencia sólo la puede ejercer un grupo ciudadanos, los de sexo masculino, y de que sólo otro grupo de ciudadanos, los de sexo femenino, pueden ser víctimas de ella.
 
            Así definido, el número de crímenes de lo que se da en llamar violencia de género, pero que por su propia definición legal no puede llamarse sino violencia machista, no ha hecho sino crecer desde ese año 2004 en que se aprueba la Ley. Cincuenta y siete mujeres asesinadas en 2005, sesenta y ocho en 2006, setenta y una en 2007, setenta y seis en 2008. Con una tregua en 2009, año en el que los asesinatos se reducen a cincuenta y cinco, para repuntar el vigente año, en el que ya se han superado todos los cometidos en 2009, y en el que es previsible que la cifra vuelva a alcanzar, desgraciadamente, la sesentena.
 
            Una serie de datos pueden aportar luz al análisis de la cifra. El primero de ellos es que los casos estrictamente españoles, en el que las mujeres asesinadas son españolas, vienen a equivaler a algo más de la mitad, un 60,4% del total en 2010, siendo así que la población extranjera residente en España es la décima parte que la española. Lo que indica que se trata básicamente de un problema importado, y que la probabilidad de que en España sea asesinada una mujer por violencia machista, es nueve veces superior si esa mujer es extranjera que si es española. Los datos que aporta el Instituto Nacional de la Mujer, que son aquéllos en los que se va a basar este análisis, revelan que entre las comunidades que residen con nosotros, es en las de origen iberoamericano entre las que la cifra de mujeres asesinadas es más elevada. En realidad, la mitad de todas las asesinadas extranjeras en 2010.
 
            La cifra de mujeres españolas asesinadas alcanza un máximo de 61 en 2003, para descender a algo más de la mitad, 34, en 2009. Mientras que la cifra de mujeres extranjeras asesinadas no ha dejado de crecer cada año, desde las 10 de 2003 hasta las 36 de 2008, con la excepción de 2009, año en el que de acuerdo con la tónica general, desciende a 21. Un crecimiento que cabe relacionar estrechamente no sólo con el aumento de inmigrantes en el mercado laboral español, sino sobre todo con el aumento de la cifra de reagrupamientos familiares producidos, ya que el inmigrante suele llegar sólo al país y únicamente después de unos años se trae a la familia.
 
            No menos revelador es el análisis que discrimina según la edad de la mujer asesinada. En 2009, tienen menos de cuarenta años 32 de las 55 mujeres asesinadas, de las cuales 16 menos de treinta. Se trata pues de mujeres educadas en la democracia (por lo menos, cuando son españolas): un 58,2% del total.
 
            En cuanto a la relación que une al asesino con la asesinada, los datos del Instituto de la Mujer revelan que la violencia machista acostumbra a ser más frecuente en parejas que no han estado nunca unidas por un lazo conyungal, que en aquéllas que lo están o lo han estado. Desde 1999, 388 de las mujeres asesinadas no estaban unidas por vínculos conyugales a sus asesinos, frente a 367 que o lo estaban, o lo han habían estado.
 
            No está de más que pongamos en el contexto internacional los datos españoles. No es fácil hacerlo. Sólo he conseguido acceder a datos del año 2003 y además, de apenas una treintena de países, pues no en todos los países del mundo se agrupan los datos de la clase de violencia que estudiamos. Pues bien, no obstante lo limitado del universo que podemos analizar, los datos son absolutamente sorprendentes. Los países con una tasa de asesinatos de mujeres por su acompañantes masculinos más elevada son Luxemburgo, con 13,1 casos sobre un millón de mujeres, y Hungría, con 12, un dato casi cuatro veces superior al español, que alcanza 3,6 casos sobre un millón de mujeres. La tasa finlandesa es casi el triple de la española, 10,3; la suiza, 6,5, la danesa, 5,8, y la noruega, 5,3, casi el doble; la británica, 3,7, superior, la sueca, 3,4, muy poco inferior.
 
            Por último, una serie de precisiones terminológicas. He decidido llamar al epígrafe violencia machista porque, efectivamente, tales son las estadísticas que he podido obtener acudiendo a los datos que aporta, muy bien ordenados y presentados por cierto, el Instituto Nacional de la Mujer. Mucho me gustaría haber podido brindarles a Vds. datos de violencia doméstica, distintos de los anteriores, porque, en puridad, en ellos deberíamos haber incluido no sólo el número de mujeres asesinadas por sus parejas, sino también el número de hombres víctima de la violencia hembrista o feminista, una cifra sin duda inferior, pero no por ello, irrelevante. Y desde luego, me niego a llamarlo violencia de género: el género es una condición de las palabras, no de las personas, las cuales no tienen género sino sexo. Y también violencia sexista, una manera que, siendo errónea, serviría en todo caso para denominar a la violencia doméstica, pero que no es, por culpa del tratamiento que de la cuestión hace el Gobierno pesoíta, la que nos ocupa aquí, que es, como ya he dicho, la de la violencia machista y nada más que la violencia machista.
 



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