En el artículo anterior “¿ME AVERGÜENZO DE PERTENECER A LA IGLESIA?”, hablaba del cuarto de la basura de la Iglesia. Decía, entre otras cosas: Que hay muchos, pero muchísimos de los que tienen relieve social y de los que no lo tienen, que unen su vida a la cruz del Señor y viven con autenticidad el espíritu del Evangelio. Son como flores preciosas que hay en montañas y valles que nadie verá nunca, pero cuya hermosura y aroma sólo lo ve el Señor. Así hay muchísima gente. Son las grandes obras del Espíritu. También tú lo puedes ser.
Pero los medios de comunicación no le dan importancia y siguen publicando lo que hay en el cuarto de la basura en el que, por cierto, hay basuras que apestan, pero no prestan atención a las cosas maravillosas que también hay, y muchas.
Recién enviado el artículo anterior, me encuentro con esta carta. Casos como éste se repite miles y miles de veces cada día sin que los medios se hagan eco. Hay quienes sólo saben mirar el cubo de la basura.
He aquí la carta: Carta de un misionero uruguayo en Angola al New York Times
El sacerdote salesiano Martín Lasarte envió una carta al diario New York Times respecto a la morbosa insistencia sobre los sacerdotes pedófilos, carta que el diario neoyorquino nunca publicó. La carta comienza diciendo: “Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.
Y continúa: “Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los niños serán siempre de una prioridad absoluta.
“Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico, la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en los detalles de la vida de algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de los Estados Unidos, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos recientes… ¡Ciertamente todo condenable! Se ven algunas presentaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de preconceptos y hasta de odio.
“Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía a hacerlo y las ONG’s no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en México mediante el único puesto médico en 90.000 kilómetros cuadrados, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños.
“No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y de la ONU.
“No es noticia que un sacerdote de 75 años, el padre Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como padre Stefano, tengan casas para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio. Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando a los enfermos y desesperados.
“No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a seropositivos, o sobre todo en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.
“No es noticia que mi amigo, el padre Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región. Ninguno pasa de los 40 años.
“No es noticia acompañar la vida de un sacerdote “normal” en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.
“La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.
“No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir a sus hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en cada criatura.
“Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio católico con la cual me siento ofendido.
“Sólo le pido, amigo periodista, que busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso lo hará noble en su profesión”.
Firma: Padre Martín Lasarte, misionero uruguayo en Angola.+
Ésta es la carta que he leído con admiración y que he querido compartir con ustedes.
Al cerrar el artículo, veo en religionenlibertad.com la noticia siguiente:
«Si te conviertes al islam te perdonaremos la vida», le dice el juez a la paquistaní Asia Bibi, ya condenada a morir en la horca.
Su respuesta es: «Creo en Dios y en su enorme amor. Si el juez me ha condenado a muerte por amar a Dios, estaré orgullosa de sacrificar mi vida por él», afirma Asia.
Ejemplos como éste, por todas partes y siempre. TAMBIÉN HOY. Pero eso, también hoy NO ES NOTICIA.
José Gea