De las últimas cinco semanas, he pasado cuatro fuera de casa. Y no es solo eso. Fuera de casa significa lejos de tus sitios, de tu gente, de esos que aunque a lo mejor no llames todos los días, pero sabes que están ahí, a quince minutos de casa.
He vuelto de muy lejos y resulta curioso y agradable, tremendamente acogedor y agradable, ver que en tu ausencia todos han seguido igual. No pasa nada si tú no estás ni si nadie te espera. Eso te ayuda a hacerte pequeñito, a no hacer ruido, a pasar desapercibido. A ser más de Dios, como un niño lo es solo de su madre y el mundo le importa nada. Al fin y al cabo, hoy he oído que todo es un juego de amor. Estoy de acuerdo.
Sea como fuera, ya estoy de vuelta. Pero no se lo digas a nadie. Que siga el juego. Que todo siga igual.
Dios te bendiga.