Fue el 9 de julio de 2008 cuando el Santo Padre Benedicto XVI nombró  a Monseñor Angelo Amato[1] Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. El pasado 20 de octubre de 2010 el Pontífice anunció su elevación cardenalicia en el próximo Consistorio que tendrá lugar este sábado, 20 de noviembre.

            Y la palabra gracias, tantas veces manoseada y parafraseada en nuestro lenguaje, espero que recobre en estas líneas nueva vitalidad para reconocer que el Cardenal Amato, en el marco de las beatificaciones que ha presidido en España, ha evocado públicamente, “a tiempo y a destiempo”, cómo nuestra nación sufrió en la década de los años treinta una cruel persecución religiosa.

Los últimos Papas

            Benedicto XVI afirmaba, respondiendo a los periodistas en el avión que le traía a Santiago de Compostela el pasado 6 de noviembre, que “también es verdad que en España ha nacido una laicidad, un anticlericalismo, un laicismo fuerte y agresivo, como lo vimos precisamente en los años treinta, y esta disputa, más aún, este enfrentamiento entre fe y modernidad, ambos muy vivaces, se realiza hoy nuevamente en España...

            Y en la polémica establecida tras la comparación, lo que más me place - estando por supuesto de acuerdo con el planteamiento de nuestro Sumo Pontífice- es que los que no lo están, a pesar de ello, no niegan el primer presupuesto: en los años treinta hubo una persecución anticlerical.

Juan Pablo II

Analizar las beatificaciones y canonizaciones de mártires españoles realizadas por el Venerable Juan Pablo II, y en ellas señalar la claridad doctrinal sobre el tema de la persecución religiosa, nos llevaría a escribir una tesis doctoral y éste no es el sitio. Por ello, podemos limitarnos a escuchar las palabras que el 4 de mayo de 2003 pronunciaba en la Plaza Colón de Madrid al canonizar a cinco santos españoles, entre ellos, a San Pedro Poveda, único presbítero canonizado de la matanza de 1936. Durante la homilía, al presentar la santidad de San José María Rubio, afirmaba que el Padre Rubio “formó a muchos cristianos que luego morirían mártires durante la persecución religiosa en España”.

Benedicto XVI

A los meses de ser elegido papa Benedicto XVI, el 29 de octubre de 2005, al finalizar la beatificación de los mártires José Tàpies y seis compañeros sacerdotes de la diócesis de Urgell y de María de los Ángeles Ginard Martí, perteneciente a las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico, ceremonia presidida por el Cardenal Saraiva, el Santo Padre tuvo unas breves pero precisas palabras: "El ejemplar grupo de sacerdotes de la diócesis de Urgell inmolaron su vida durante la persecución religiosa en España por su fidelidad al ministerio sacerdotal, que ejercieron con gran entrega en las comunidades parroquiales que tenían encomendadas. Dando testimonio de su condición sacerdotal, y perdonando a sus perseguidores, dieron su vida invocando al Rey del Universo. La nueva Beata sufrió el martirio en Madrid durante la misma persecución...”

Toledo, 18 de octubre de 2009

            Ese día, en la sacristía de la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo, tuve ocasión de saludar por vez primera al Prefecto de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, del cual dependen todos los trabajos que realizamos. Acababa de ser beatificado el Cardenal Ciriaco María Sancha, fallecido en 1909. Estas fueron sus palabras nada más empezar la homilía:

Participamos hoy con gran alegría en esta solemne beatificación del Venerable Siervo de Dios Ciriaco María Sancha y Hervás (18331909), arzobispo de Toledo y Cardenal de la Santa Iglesia Romana. Damos gracias ante todo a Dios Trino por este Siervo suyo misericordioso y santo, auténtica obra de arte de la gracia divina. Agradecemos también al Santo Padre Benedicto XVI este nuevo don que otorga a la Iglesia en España, Iglesia desde siempre riquísima en santos y en mártires.

…Hace dos años, el 28 de octubre de 2007, en la Plaza de San Pedro de Roma, fueron proclamados beatos 498 mártires españoles que dieron su vida durante la persecución religiosa en España de los años 19311939. Estos fieles –obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, padres y madres de familia, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres de toda edad y condición– provenían de muchas diócesis españolas. Para este numeroso grupo, la archidiócesis de Toledo dio una aportación extraordinaria de testimonio martirial, [que se añadió a la de los que habían sido beatificados anteriormente]. En aquella ocasión, de esta iglesia particular provenían cincuenta y cinco mártires: el Padre Víctor Chumillas Fernández con veintiún compañeros franciscanos; Liberio González Nombela y otros doce sacerdotes del clero secular de esta archidiócesis; Teodosio Rafael y tres compañeros, Hermanos de las Escuelas Cristianas; y el Padre Eusebio del Niño Jesús con otros quince compañeros carmelitas descalzos. La Iglesia en España sigue siendo una Iglesia de santos, de testigos heroicos del Evangelio de Jesús, que es un mensaje de paz, de justicia y de reconciliación”.

            Insisto en que la explícita y extensa alusión era extemporánea en la vida del Beato Ciriaco María, fallecido a principio de siglo. Sin embargo, fueron justas y precisas palabras pronunciadas en el mismo lugar en el que el clero catedralicio había sido prácticamente exterminado entre julio y septiembre de 1936.

Barcelona, 23 de enero de 2010

La milenaria Basílica de Santa María de Mataró (Barcelona) acogía la beatificación del Doctor Josep Samsó, mártir de la persecución religiosa. Monseñor Amato asistía como Legado pontificio. Al final de la celebración señalaba que: “no lo mataron porque se hubiera manchado de delitos, sino sencillamente porque era sacerdote, porque creía en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque rezaba, porque proclamaba el Evangelio de Jesús, porque enseñaba la bondad y la verdad al pueblo de Dios, sobre todo a los jóvenes”. Y añadió que “a los sacerdotes y a los rectores, comprometidos con el apostolado, el beato mártir Josep Samsó les demuestra que al menosprecio se le responde con la caridad, a la ingratitud con la misericordia, a las ofensas con el perdón, a la desesperación con la esperanza, a la descristianización de la sociedad con la propia santificación”.

Aquí, estaba claro que el lenguaje martirial no defraudaría. El sacerdote murió a los 49 años, justo al inicio de la Guerra Civil, en 1936. Fue fusilado por un pelotón anarquista, durante la persecución que sufrió la Iglesia en esos años. Anteriormente, había sido encarcelado. Samsó, arcipreste de la basílica de Santa María de Mataró, fue coherente hasta el final: quiso abrazar a los que lo fusilaron.

Linares, el 12 de junio de 2010

 

            En la beatificación de Manuel Lozano Garrido “Lolo”, primer periodista beato laico, que permaneció 28 años en una silla de ruedas y se quedó ciego nueve años antes de morir, al reseñar sus notas biográficas, afirmó:

Desde pequeño, Lolo formó parte de la Acción Católica, que para él era un noble modo de vivir como cristiano. Durante la persecución religiosa, en la cual perdió a su hermano Agustín, él se preparaba secretamente también para dar la vida por Jesús y para perdonar a sus perseguidores. En este luctuoso período, a él le confió el sacerdote Rafael Álvarez Lara, que posteriormente fue obispo, la misión de distribuir clandestinamente la Eucaristía a determinados grupos de amigos y familiares. Lolo, como un nuevo Tarsicio, se movía como un ángel invisible entre los sonidos de las sirenas y los estallidos de proyectiles. Alguien, sin embargo, lo denunció, junto a dos hermanas, porque era católico y tenía en casa la Eucaristía. Permaneció en la cárcel tres meses. Con los nudos de las fibras de una escoba se hizo un rosario, que recitaba todos los días con otros detenidos. Terminada la guerra, Lolo reconoció en el barbero, que un día fue a afeitarlo, al delator, pero fingió no reconocerlo y lo perdonó”.

 

Granada, el 12 de septiembre de 2010

El periódico Público entre otros se retrataba titulando: “Y la guerra civil se coló en la beatificación. Angelo Amato, delegado del Papa, hace un ejercicio de memoria selectiva en la ceremonia de beatificación de Fray Leopoldo de Alpandeire. Esto fue lo que dijo el Prefecto:

 

Llegó el tiempo triste de la persecución religiosa (19301939), que quería acabar con la Iglesia. Conventos quemados, religiosos y monjas expulsados o asesinados. Sin un proceso legal fueron asesinados 13 obispos, más de cuatro mil sacerdotes y religiosos y cerca de trescientas religiosas. Según los historiadores, una hecatombe de estas magnitudes en el breve periodo de pocos meses, no se había conocido ni siquiera durante los tres siglos de las persecuciones romanas y ni en la misma Revolución Francesa. Los capuchinos españoles asesinados bárbaramente fueron un centenar. Fray Leopoldo sabía los riesgos que corría pidiendo limosna por las calles de Granada. Muchos le ahorraron porque los defendían los pobres, los cuales reconocían “es un pobre como nosotros”. Incluso los más acerbos anticlericales admiraban su mansedumbre, exclamando: “¡Si todos fueran como él!”.

 

Amato, el hombre humilde

 

            Profundamente salesiano en sus modos. Magister en su más pura forma de dictar una conferencia. Monseñor Angelo Amato visitó la Conferencia Episcopal Española el pasado 28 de octubre. Su ponencia llevaba el título de: “Los santos, iconos del Evangelio”.  Nos habló de la promoción de la santidad entre los fieles. De cómo la pastoral es también la santificación de los fieles. De cómo los santos nos hablan porque han vivido el Evangelio. Después no rehuyó responder a ninguna de las preguntas formuladas sobre el funcionamiento de la Sagrada Congregación. Al despedirse pudimos saludarle nuevamente.

 

Gracias, Eminencia y felicidades.



[1] Angelo Amato (Molfetta, Italia, 8 de junio de 1938) es salesiano. Realizó en Roma los estudios de filosofía y de teología. Fue ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1967. Cursó estudios en la Universidad Pontificia Salesiana y posteriormente en la Gregoriana, especializándose en Cristología. En 1974 consiguió el doctorado. Nombrado consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el 19 de diciembre de 2002, el papa Juan Pablo II le asignó la Sede titular de Sila, con dignidad de arzobispo, y le nombró secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde trabajó con los cardenales Joseph Ratzinger, futuro papa Benedicto XVI, y William Joseph Levada. Fue consagrado obispo el 6 de enero de 2003 por el papa Juan Pablo II.