No midieron mal los tiempos, simplemente pisan fuerte y la casualidad les jugó una mala pasada. Quisieron los hados que la denuncia del Papa en el avión que le traía como peregrino a Santiago se viera confirmada en su totalidad con el cierre al culto de la Basílica del Valle de los Caídos. La decisión se las traía, pero sumada a la denuncia del Papa confirmó a muchos la verdad de sus declaraciones: son tiempos parecidos a los de los años 30. Gracias a los hados la casualidad quiso que el acto confirmara la denuncia, y la denuncia pusiera en su verdadero sitio el acto. Se pillaron los dedos, simplemente. Y se asustaron. El laicismo agresivo ahora era agresivamente manifiesto. Y no hay cosa que más tema este Gobierno laicista y violento que la verdad sin sombras.

Era evidente que el cierre del Valle y la denuncia del Papa nos iba a despertar. Y temieron otra misa al aire libre, porque en esta ocasión, sería multitudinaria. Todos a dentro”. “Que no se les vea”, les faltó decir. Y para confirmarlo lo doloso del acuerdo:

-Si hay pocos, en el interior de la Abadía. “Así nos le ve nadie. Ni siquiera los chinitos que dejemos pasar por aquello del OMC. Que les vean los frailucos y punto”.

-Si hay muchos, en la explanada exterior. Les faltó añadir, “no vaya a ser que les metamos a todos dentro, y reviente aquello y lo vean los chinitos que hemos traído por aquello del OMC”.


Es el arte del disimulo. Y lo han jugado bien
. Pretendieron evitar que quedara paralizada la carretera que lleva a “El Escorial” y nos han querido recluir de las miradas de todos. Cierto que no lo han conseguido del todo, tal era la cantidad de coches que hemos acudido. Pero está claro su órdago: “ya se cansarán”. Prevén el duro invierno en la Sierra y que el dolor se siente más al principio, luego uno se acostumbra. “Cada domingo irá menos gente. Paciencia”. Se dicen.
 

Esas son sus bazas. Y las sabrán jugar bien. Y si no ya habrá algún hijo de la Iglesia que se ponga de su lado: “total, habiendo tantos monasterios vacíos, que dejen ése y vayan a otro, que son ganas de incordiar”. No en vano ya se van oyendo afirmaciones como ésta. Y a medida que el acostumbramiento vaya adelante, más.
 

El problema es más serio de lo que parece. Y de nuevo nos lo ha confirmado quien tan empeñado está en acabar con lo católico en esta tierra. “No vamos a hacer las leyes que quiere el Papa”, ha dicho hoy el presidente de España, el melifluo Zapatero. Pero no hacía falta tal declaración. Es evidente que llevan muchos años haciendo leyes que no quiere el Papa. Tampoco las deberían querer los católicos españoles. Sin embargo, muchos que le votan se supone que lo son. Y es ese el grave problema y porqué es tan serio.
 

¿Por cuánto han vendido el alma los españoles? ¿Por el P.E.R? ¿Por un puesto en la Junta, en un municipio, en una empresa pública? El tiempo, no sólo la eternidad, se cobrará su precio. El mismo Recarte (economista prudente y recatado, comparado con otros) avisa de que al Euro le quedan dos telediarios. Y cuando el chiringuito nacional se derrumbe, ¿quién pagará a nuestros Judas su mensualidad a precio de sangre, de sangre de abortos, de sangre de conciencias pervertidas, de sangre de familias rotas, de sangre de pobreza? Y que la cosa de los dineros anda fea, y lo del euro también, lo ha recordado el hermano portugués: “si nos tratan duro abandonamos el euro”. “Nada se pierde”, dirá alguno. No. Se pierde todo porque sería el inicio del derrumbe del absurdo sueño economicista sin Dios.
 

Nada que se construye contra Dios está bendecido. Y nada no bendecido se sostiene. Hoy el abad del Valle de los Caídos ha sido claro: “en las circunstancias malas es cuando la fe revive”. Es la paradoja. Unos construyen sin Dios y verán sus obras derribadas, y lo que se creía derribado, en cambio, pervivirá. Pero no se olvide que la Ciudad de Dios nada tiene que ver con la del hombre.

 

 

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