Se equivoca la gente que piense que la medida más empleada en el arte de la cocina es el gramo. Se equivocan puesto que estudios recientes muestran que el 78,4% de los cocineros amateurs y el casi 100% de los profesionales usan como medida estándar, universalmente aceptada y empleada, el “loquepida”. Ante preguntas de cuánto tiempo dejo al baño maría tal cosa, se responde, “lo que pida”. Ante la pregunta de cuánto le echo de especias, se responde, “lo que pida”. Ante cualquier pregunta, requerimiento o duda, la respuesta es, indudablemente, “lo que pida”. Y dado que ni en Internet ni en los manuales al uso para torpes he encontrado respuesta a tal asunto, sigo dejando el arte culinario a los políglotas manifiestos.

Y es el “lo que pida” el arte de la medida de las cosas que domina Rouco. El “lo que pida” vital es un dejar hacer, dejar pasar, mientras la vara del poder se maneja con evidencia. Es, en argot más peninsular, la galleguización de los ritmos. Es un transcurrir de las cosas sin sobresaltos, donde se cuida la escenificación de lo multitudinario y se deja a su ritmo lo cotidiano.

En cierto modo se puede decir que los pasos de Rouco son hacia lo grandioso. Y esos los controla hasta los últimos detalles. Manifiesto fue con la conclusión de la catedral de la Almudena, con la “universidad San Dámaso”, con el control de la Conferencia Episcopal, con las visitas pastorales del Papa a Madrid y el epígono glorioso de la próxima JMJ 2011, en la que, dada la timorata concreción de la visita del Papa a Santiago y Barcelona, es de esperar –y me alegra- un “os vais a enterar” en la que multitudes y grandes espacios muestren al mundo los artes de buen hacer de Rouco.

La galleguización es positiva en escenarios de laboratorio, pero la realidad enseña que no es conveniente ni “práctica”. En términos políticos equivale al dolce far niente de la derecha española. Se presupone que “todo el mundo es bueno” -y por tanto abierto a la verdad- y se evidencia que el mal dentro de la Iglesia no produce frutos de recambio (véase la media de edad de los teófobos y teófobas de la Jony 23). Entonces, inmersos en el laboratorio de lo irreal, se deja crecer lo bueno, sin inmiscuirse mucho, y se deja morir lo malo sin inmiscuirse mucho. Conclusión, como no se expresa manifiestamente qué es lo bueno ni qué es lo malo, ni se favorece manifiestamente lo bueno ni se denuncia expresamente lo malo, el germen del indiferentismo, del relativismo y de la hartura, hace mella en el pueblo llano que no sabe ni lo qué es ni para lo que sirve la Iglesia. Y poco a poco se acaba dejando la iglesia, o se la pervierte.

El Papa ha dado un varapalo a los obispos italianos, dice Sandro Magister y recoge este portal. Y loado sea. Pero en este Madrid nuestro ni se ve, ni se oye ni se habla. Todo sigue igual.

1º ¿Qué Benedicto XVI celebra la Santa Misa con el altar al antiguo modo, seis candelabros en el frontal –siete en su caso por ser obispo- y el crucifijo en el centro del frontal? Pues en Madrid se sigue empeñado en bajar la temperatura ambiente con altares gélidos, cuna de pobreza de alma. Pero que no se diga, galleguizando no se espere un correctivo de su Eminencia a sus díscolos sacerdotes.

2º ¿Que Benedicto da la comunión de rodillas y casi siempre en la boca? Pues en Madrid búsquese un reclinatorio entre tanta Iglesia. Y no se espere un correctivo de su Eminencia a sus díscolos sacerdotes.

3º ¿Que Benedicto da él la comunión de rodillas y en la boca? Pues en Madrid si se pagara el ¿servicio? de ministro extraordinario acabábamos con el paro. ¿No eran extraordinarios? Lo extraordinario es en algunas iglesias el mismo sacerdote ejerciendo su ministerio, y lo común es ver a muchos sacerdotes que temerosos ante sus apresurados laicos/laicas que corren a abrir el Sagrario, coger el copón y repartir a diestro y siniestro, no se atreven a cantarles las cuarenta no les vayan a llamar reaccionarios o qué se yo. Ahora, no se espere un correctivo de su Eminencia a sus díscolos sacerdotes y a sus violentos laicos.

4º ¿Que Benedicto publica un motu propio impulsando la libertad de rito extraordinario? Pues en Madrid búsquese parroquia que libremente lo tenga. No se verá. Así que seguirán los ¿curas? de san Carlos Borromeo en la casa del pueblo titularidad de la Iglesia católica, pero no se dará parroquia a los fieles del rito extraordinario que la llevan deseando años. Ahora, no se espere una dulce y pronta obediencia de su Eminencia a los motu proprios del Papa.

5º ¿Que Benedicto XVI através del Dicasterio competente pide que se traduzca convenientemente el pro multis? No se pida a Rouco que como presidente de la Conferencia Episcopal urja la pronta resolución de tan compleja traducción.

Y luego nuestro Cardenal matiza que aquello dicho por el Papa del “laicismo agresivo”  lo es “desde hace poco”. El hecho es frenar los ritmos, galleguizar para no tener que tomar decisiones prontas y urgentes. Todo ello evidencia, en el fondo, que el principal problema es el laicismo que no sólo ataca desde fuera, sino que se le está dejando atacar desde dentro. Eminentísimo y Reverendísimo Sr. Cardenal, arregle estos cinco puntos y habrá empezado a combatir el laicismo intraeclesial que apaga el alma católica, dificulta la percepción de lo sacro y por ende, el encuentro personal con Dios, único motor y combustible para luchar contra el laicismo agresivo.

 

 

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