Pero sobre todo, únase a los cientos de personas que el próximo domingo nos vamos a acercar a las puertas del recinto del Valle de los Caídos, para acompañar a la comunidad benedictina de la abadía de la Santa Cruz, acosada y hostigada por el Gobierno.
En ReL se ha contado el proceso de hostigamiento desde el principio. Ustedes, lectores, ya lo conocen.
El pasado domingo, por fin, el abad decidió que si no permitían a los fieles acudir a la Eucaristía, habría que realizar el camino contrario.
Las informaciones que me llegan aseguran que este domingo, ante la afluencia esperada, podrían abrir a los fieles el paso para celebrar la misa en la explanada que hay delante de la basílica y que no fuera en mitad de la carretera. Está por ver.
En todo caso, creo interesante recordar algo fundamental para el buen desarrollo de este acto por la libertad religiosa y de culto:
- Vamos a una misa, no a un mitin, no a una manifestación.
- Vamos a estar en silencio, como corresponde a una celebración religiosa. Antes y después.
- Vamos a oír misa bajo el frío y la lluvia. Pero lo que va a calar es nuestro testimonio de libertad y de ciudadanía responsable.
Así contribuiremos a que la famosa frase de Mingote no se haga realidad en sus últimas consecuencias: "Es posible que la España de 1978 esté tan cambiada que ya no la reconozca la madre que la parió, pero se está pareciendo tanto a la de 1936 que pronto la reconocerá su abuela".