Desde que fue elegido en abril de 2005, los medios de comunicación han estado esperando que el Papa Benedicto XVI tropezara y fuera rechazado por las masas que acudían a Juan Pablo II, su carismático predecesor. Pero no ha sucedido así.
De hecho, en los primeros años de su papado, posiblemente como consecuencia de la popularidad de Juan Pablo II en todo el mundo, Benedicto XVI atrajo más aún a la multitud de lo que lo hizo Karol Woytjla. Las multitudes han disminuido un poco, pero una y otra vez, el Papa Benedicto XVI ha avanzado, saltando ileso a través de aros de fuego y en medio de trampas y emboscadas.
Joseph Ratzinger siempre ha convertido los problemas en triunfos. La Convención de la Iglesia en Italia, que se celebró en Verona en 2005, cuando los medios de comunicación auguraban que podría estallar la burbuja de las divisiones existentes dentro de la Iglesia. Y siguió luego con la controversia sobre el discurso en Ratisbona, que terminó en reuniones al más alto nivel de diálogo interreligioso.
Sus viajes a América del Norte, Australia, Francia y más recientemente el Reino Unido, fueron precedidos por meses de graves problemas e incluso de provocaciones. Los activistas del ateísmo llegaron incluso a pedir su detención a su llegada a Gran Bretaña. Pero cada disputa, cada viaje, ha terminado con el aplauso de la gente, de las autoridades y —lo más milagroso— de los medios de comunicación.
El escándalo sexual sacerdotal se convirtió en un boomerang cuando se reveló que había sido nada menos que el cardenal Ratzinger quien había insistido en la rigurosa limpieza de la casa en cuanto los abusos salieron a la luz. Irónicamente, de no haber insistido parte de la prensa en colgarle a él el peso de la culpa, tal vez nunca habría salido a la luz el hecho de que fuera él, con su autoridad en la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien había prevalecido sobre las políticas más leves.
Un ejemplo divertido de la reversión misteriosa de las trampas fue visualizado en marzo de 2009 a través de tres de los canales de la RAI, la televisión estatal italiana. En su programa de domingo por la tarde "En media hora", la presentadora Lucia Annunziata, ex presidente de la RAI, se entrevistó con el jesuita norteamericano Thomas J. Reese. Fue presentado como un sacerdote que había renunciado a ser editor en jefe del "America Magazine" cuando el cardenal Ratzinger fue elegido Papa.
Annunziata, que había entrevistado recientemente a un teólogo rebelde como Hans Kung, presentó a su invitado como "enormemente importante", "de alto calibre" y "con un inmenso prestigio". Ella esperaba sin duda que el P. Reese haría temblar el asiento del Papa.
Pero su plan fracasó. No sólo el P. Reese no atacó al Papa, sino que de hecho dio plena validez a cada una de sus posiciones doctrinales. Sus críticas se limitaron a reflejar que el Santo Padre debía rodearse de personas más expertas en la relación con los medios de comunicación.
Nerviosa, Annunziata abordó un tema tras otro en un tono cada vez más insinuante: «Sin duda usted debe de estar en desacuerdo con el Papa en esta materia». «Y usted debe estar dispuesto por lo menos a admitir que hoy en día no todo el mundo está de acuerdo el Papa». Reese esquivaba sonriente cada embestida.
Finalmente, se jugó su carta de triunfo: «¿Y qué me dice de la niña de Brasil que fue violada por su padrastro? ¿Apoya usted incluso la decisión de excomulgar a la familia que la llevó a una clínica abortiva?».
Pero Reese se echó a reír divertido y señaló: «Yo no soy un enemigo del Papa. Creo que tiene razón en todos estos temas que usted ha mencionado» Y entonces, el golpe mortal: «A mí me gusta el Papa». (Ver enlace al programa: RAI-tv)
Así, una entrevista potencialmente desastrosa —y en horario de máxima audiencia— se convirtió en una publicidad inesperada para el Papa, gracias a la habilidad de un sacerdote honesto, que supo dejar a un lado las diferencias del pasado y estar hombro con hombro con él. Por supuesto, los ataques no se detendrán. Pero en los cinco años y medio de Pontificado de Benedicto XVI, todos estos ataques han dado lugar a un aumento en el prestigio de la Iglesia Católica.
En una ironía final, el hombre que fue tildado del "rottweiler de Dios", y de intelectual severo y distante, conecta con la gente, atrayendo a multitudes de todas las edades, orígenes y estilo de vida. En sus estancias tradicionales de verano en Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVI regresa muy a menudo a Roma para las audiencias de los miércoles, porque la plaza no puede dar cabida a todas las personas que allí acuden.
Lejos de marcar su desaparición, bajo la autoridad de Joseph Ratzinger, la Iglesia Católica ha ido recuperando su reputación y, con ello, la capacidad de difundir su mensaje. ¿Quién hubiera pensado que este intelectual por excelencia, de 83 en camino de los 84, reescribiría los libros de texto de las relaciones públicas?
Alessandra Nucci es una escritora y periodista independiente italiana. En 2007 ganó Golden Florin en el sector de ensayo del Premio Firenze, por su libro acerca del feminismo de género como instrumento de la lucha de clases: "La donna a una dimensione", publicado por Marietti 1820.
(*) Publicado originariamente en Mercatornet
Traducción: TemesD´Avui.org