Tal como escribí en mi último post, creo que el enorme regalo que nos realizó Dios con la venida de Benedicto XVI a España tiene que dejar huella en nuestras vidas; tiene que marcar un antes y un después en nuestra existencia. Más que centrarnos en juzgar la labor del Santo Padre, ahondar sobre lo que dijo al Gobierno o debatir acerca de la laicidad, el laicismo y todos sus derivados, creo que debemos hacernos una reflexión de lo que Benecito XVI vino a decirnos a nosotros. Debemos profundizar sobre el mensaje del Santo Padre a España en este maravilloso viaje, único e irrepetible. Como os comentaba, en este artículo y en los dos siguientes, quiero hablaros sobre tres personas que vieron su vida claramente marcada y guiada por un Papa.
El primer caso es el del Padre Deomar Deguedes, quien actualmente es rector del Seminario Maria Mater Ecclesiae en San Paolo, Brasil, y fue, durante varios años, director territorial de los Legionarios de Cristo en España. Yo trabajé con él poco menos de diez meses, pero pude aprender muchísimas cosas de su carácter jovial y de la cercanía con la que nos trataba a todos.
Como buen brasileño, al Padre Deomar le encanta el fútbol y no duda en utilizarlo como vehículo apostólico de probada eficacia. Cuando había alguna celebración de familias, al finalizar la misa, no dudaba en retarnos -a los padres de familia- a un partido contra los sacerdotes y los seminaristas legionarios del lugar. Por cierto, ¡qué buenos futbolistas suelen ser aquellos que han consagrado su vida a Dios!
El Padre Deomar jugaba adelante. Se colocaba unas gafas de plástico (a lo Davids, aquel centrocampista holandés apodado el pitbull que jugó, entre otros, en el Ajax, Milán y Barça) y actuaba en plan director de orquesta en un equipo de fútbol sala perfectamente ensamblado en el que brillaban la técnica del Padre José García Sentandreu, la velocidad de los Hermanos Misael y Francisco y la fuerza en la portería del Hermano Luis. Los padres de familia muy poco teníamos que hacer contra ellos, a pesar de contar en nuestras filas con fenomenales goleadores, como Javier Menéndez, actual director de Ayuda a la Iglesia Necesitada en España, y Joaquim Vilaseca, a quien Dios llamó al Cielo el pasado verano.
Durante los funerales de Juan Pablo II, coincidí con el Padre Demoar en un curso en el que ambos realizamos ponencias en Valencia. Uno de esos días, el Padre pronunció, en el Colegio Cumbres, una emocionante homilía que jamás olvidaré. Como siempre, de la manera más cercana y humilde posible, este excepcional sacerdote brasileño no intentó dar una lección de teología ni mucho menos; explicó la convergencia que había tenido su vida con la del Papa, en los tres momentos en que más cerca habían estado, físicamente hablando.
Primero, en 1980, un joven Deomar no asistió a ninguno de los acontecimientos realizado con motivo de la primera visita apostólica de Juan Pablo II a Brasil. Once años después, ya siendo un católico comprometido, Deomar durmió la noche anterior en el local donde el Santo Padre iba a celebrar misa al día siguiente, para poder seguirla en primera fila. Y en 2002, ya sacerdote, el Padre Deomar tuvo el gran gozo de poder concelebrar con Juan Pablo II en la Plaza de Colón, cuando el Papa canonizó a cinco santos, entre ellos la Madre Maravillas.