Vayamos a las definiciones porque nos dan el sentido de las cosas. En la Introducción General del Misal Romano se nos explica esta oración universal: 
 
“En la oración universal, u oración de los fieles, el pueblo responde en cierto modo a la Palabra de Dios recibida en la fe y, ejercitando el oficio de su sacerdocio bautismal, ofrece súplicas a Dios por la salvación de todos. Conviene que esta oración se haga de ordinario en las Misas con participación del pueblo, de tal manera que se hagan súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren diversas necesidades y por todos los hombres y por la salvación de todo el mundo” (n. 69).

Y unas Orientaciones pastorales de la Comisión Episcopal de Liturgia (que están al principio del libro “La oración de los fieles” y que es un subsidio litúrgico presente en cualquier parroquia) desarrolla más aún el sentido y el valor de esta Oración universal:

“Se da el nombre de Oración universal o de Oración de los fieles a la súplica o intercesión que la asamblea de los fieles dirige a Dios, después de la invitación hecha por el ministro idóneo, para pedir principalmente por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo. Mediante esta súplica el pueblo ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres, de modo que, completando en sí mismo los frutos de la liturgia de la Palabra, pueda hacer más adecuadamente el paso a la liturgia eucarística.

La Oración universal tiene su puesto en la Misa y en otras acciones litúrgicas, y también en los ejercicios piadosos. Al realizarla, la Iglesia reunida expresa su fe en la comunión de los Santos y en su vocación universal como intercesora en favor de todos los hombres. El pueblo de Dios ejerce su sacerdocio real de manera eminente al participar en los sacramentos, pero también cuando realiza esta oración. De suyo, esta plegaria pertenece solamente a los fieles, no a los catecúmenos. Los neófitos han de participar en ella de manera activa, una vez que han alcanzado la dignidad del sacerdocio real” (n. 1).

Por tanto, Oración de los fieles es la respuesta orante de todos al Señor a una intención que un diácono o un lector van proponiendo a todos. No confundamos los términos: no es oración de los fieles cada una de las peticiones que se señalan porque son simplemente moniciones, indicaciones; ni es oración de los fieles entendiendo que cada petición (a veces en un lenguaje no de monición, sino directamente dirigido a Dios, no a los fieles) la haga un lector distinto. La Oración de los fieles es la plegaria común que todos realizan: “Te rogamos, óyenos”.

Y la Tradición de la Iglesia lo tenía muy claro. Terminada la Liturgia de la Palabra, el diácono despedía a los penitentes y a los catecúmenos (“Catecúmenos, podéis ir en paz”) tal como podemos leer, por ejemplo, en las Constituciones Apostólicas. Cuando se habían marchado, los fieles, aquellos que habían recibido el Espíritu Santo en la Iniciación cristiana y son hijos de Dios, pueden orar al Padre. El acento recaía entonces en lo que los fieles (¡los bautizados!) iban a realizar, no en el número de lectores que proponían las intenciones sino en la oración de todos los bautizados intercediendo ante Dios.