Declarado “Huésped de honor” del Gobierno argentino, en visita pastoral del 29 de octubre al 4 de noviembre, Mons. Fouad Twal, Patriarca Latino de Jerusalén, ha pronunciado la siguiente conferencia el sábado 30 de octubre ante los Caballeros del Santo Sepulcro en Buenos Aires. Mañana publicaremos la conferencia que dio tres días más tarde en la Universidad.

Queridos amigos,

Agradezco la ocasión de este encuentro. Habitualmente estoy más acostumbrado a hablarles a los peregrinos que visitan la Tierra del Señor, hoy yo vengo como peregrino y mensajero. Como peregrino a visitar la Iglesia de Dios que peregrina en este hermoso país, como mensajero a exponeros brevemente cuál es la realidad de nuestros hermanos que viven en Tierra Santa. Somos parte de la misma Iglesia Católica, y debemos compartir en la fe las necesidades y sufrimientos. Al mismo tiempo, la Iglesia madre de Jerusalén, os quiere hacer partícipes de sus alegrías.

Hablemos un poco de nuestra situación y de nuestra comunidad cristiana, donde no faltan signos de esperanza y de vigor, así como tampoco faltan pequeñas cruces.

 

1. La urgencia de la Paz en TS

Gracias a Dios hay solidaridad y recibimos mucha ayuda pero en este momento, y según me parece, es la paz la necesidad más patente y vital de la gente de la Tierra Santa… Mientras esa región esté atormentada, dividida por el odio y los muros, nada bueno se puede construir. Antes más bien, la actual situación es el terreno fértil para fundamentalismos radicales. Debemos todos trabajar para construir puentes, para sacar el odio de los corazones, para enseñar que es posible vivir juntos en paz, justicia y seguridad. Pero, para esto, es necesario que cada uno -bien sea palestino, israelí o simpatizante y/o amigo de uno u otro-, tenga la honestidad de reconocer los límites de su punto de vista propio, y de abrirse a los problemas de la otra parte. Se trata del necesario entrar en diálogo, sin ser esclavo de un partido, cualquiera sea, con posiciones muy reducidas. Hay que creer que la paz es posible, pero hace falta construirla juntos.

 

2. Estado de los hermanos en la fe

El estado de ánimo de la comunidad cristiana es el de toda la población. Hay cierto desaliento y cansancio. No ve bien cuál es su sitio en esta sociedad, cuál es su futuro. De aquí, la emigración de los cristianos. Sólo una situación de paz y seguridad podría devolver la esperanza a estos cristianos que sufren y que se ven a veces aislados y abandonados.

Las fiestas de Navidad, por ejemplo, que tanto alegran el mundo entero, a tientas han vuelto en los últimos años a ser fuente de verdadera alegría. Es verdad que nada debería empañar el gozo de saber que Nuestro Salvador vino del Cielo a salvarnos. Pero, la fragilidad de nuestra naturaleza humana, provoca muchas veces que nuestros queridos cristianos de tierra santa vean opacado ese gozo por las dificultades de la vida cotidiana. Hay, de todos modos, un paradoja. Y es que a pesar de la atmósfera opresiva que se vive año tras año, la comunidad cristiana trata de dar a esta fiesta un tono de alegría en las celebraciones litúrgicas que son muy concurridas por los fieles y por las innumerables iniciativas que los pastores y las parroquias realizan. Esto es un signo de esperanza: la Tierra Santa, a pesar de todos los pesares, sigue cantándole al mundo: "Noche de Paz", "Suenen campanas", "Cristianos Vayamos"… porque "Ha Nacido el rey del Cielo".

La comunidad cristiana es una pequeña minoría en Tierra Santa, cerca de 250.000 personas, es decir, un 2% de la población. Así y todo, no es una comunidad cerrada sobre sí misma. Está muy integrada -a todos los niveles- en la sociedad dónde vive, y participa activamente en la vida pública. El papel de los cristianos en Tierra Santa en esta situación, es ante todo aquel de probar de ver un poco más claro, en una situación que es calificada compleja y que realmente lo es. Luego trata de ubicarse para poder decir una palabra, quizás la única, a partir de su fe. Está llamada a trabajar con los otros, antes que a caminar sola.

 

3. Relaciones con la comunidad hebrea y situación política general en Israel y Palestina

Con la comunidad hebrea, del punto de vista religioso, los contactos son buenos y se multiplican desde hace algunos años. Así y todo, debido a un momento difícil de política, todo toma matices diversos, y es así que es difícil tener constantemente relaciones serenas con las autoridades israelíes considerando las condiciones de vida actual. Si bien Estado y religión son cosas distintas, sin embargo en Oriente tienen un lazo muy fuerte y es por ello que las dificultades con ciertas políticas influyen negativamente en la necesaria y serena relaciones entre seguidores de distintas confesiones religiosas. La relación es frecuentemente entre ocupante y ocupado.

En la práctica es la política aquello que está decidiendo la vida y el futuro de todo un pueblo y todo un país, y por qué no, probablemente, de toda una región. ¿Cómo podría quedar la iglesia silenciosa y al margen de todo lo que ocurre a diario allí? Evidentemente, la iglesia no tiene un papel político directo, pero es una voz a favor de la justicia, la paz, la verdad, la reconciliación y el perdón. Necesita ser un testigo de la esperanza. Esta voz, desgraciadamente, no es muchas veces entendida y es a menudo juzgada según las diversas ideologías políticas que querrían que la iglesia esté de un lado o de otro, en función de las miras políticas de cada uno.

Nuestra experiencia nos demuestra que callar o tener escondida la verdad no ayuda a ninguno. Es nuestra responsabilidad, en conciencia, de denunciar las injusticias para garantizar la necesidad de justicia: justicia y paz para todos los habitantes de Tierra Santa sin distinciones. Estamos convencidos que callar la verdad u ocultar los hechos que realmente acontecen no ayuda a ninguno, sea que esto se haga por cierta “amistad”, por estrategia, por política o por favoritismos; callar no ayuda a resolver los problemas sino que los agrava. En este sentido tenía razón Gandhi cuando decía: “no reconocer la verdad, mentir o esconderse bajo una así llamada y formal ‘no violencia’ para ocultar la propia debilidad, no salva a ninguno”.

No estamos en contra de las personas. Creemos en un Dios de amor y perdón. Estamos llamados a descubrir nuestra identidad cristiana, a través de la catequesis, la vida sacramental y la renovación de nuestras comunidades y de las instituciones. Una fe rigurosamente sociológica es insuficiente y no puede responder a los desafíos que se nos presentan cotidianamente. Más que nunca, la iglesia tiene y tendrá su sitio en Tierra Santa. Es evidente también que no tiene soluciones ya hechas para dar, pero posee al menos una libertad de palabra que no es condicionada, subordinada, por ningún régimen político. Posición a menudo delicada, en las situaciones de conflicto, que presenta grandes diversidades. Nuestros fieles no son sólo ciudadanos de muchos Estados (Israel, Palestina, Jordania y Chipre) también están insertados en culturas y lenguas diferentes (árabe, hebreo, griego, inglés, etc.). Viven todos siendo una minoría en sociedades que no tienen las mismas referencias religiosas.

 

4. Comunidad cristiana palestina

La comunidad cristiana palestina constituye la gran mayoría de los cristianos de la Tierra Santa. Aquello que esta comunidad busca, es de abrir un verdadero camino hacia la paz, hacia una paz justa y duradera para los dos pueblos presentes: el pueblo palestino y el pueblo israelí. Evidentemente esta comunidad cristiana católica no es la única sobre el campo. También hay una pequeña comunidad cristiana de expresión hebrea, que tiene del mismo modo el derecho a tener ideas diferentes y posiciones propias a causa de su situación concreta. Es mi deseo que haya más escucha y más comunicación entre estas dos comunidades, en el respeto recíproco.

Hay una gran diversidad en el cristianismo de Tierra Santa. Y esto, no sólo a nivel de los católicos; hay seis Iglesias diferentes. Por lo que a Iglesias católicas se refiere, ya hay, desde hace unos quince años, un organismo eclesial que las reúne: la Asamblea de los Ordinarios Católicos de Tierra Santa, y que ha tomado iniciativas comunes muy importantes, entre las que se cuenta la celebración del Sínodo de las Iglesias Católicas de Tierra Santa, del cual ha emanado un Plan Pastoral común a todas estas Iglesias. Con las otras Iglesias no católicas se ha realizado un largo progreso de acercamiento.

De la labor conjunta de las iglesias católicas de TS ha surgido el gran trabajo de preparación del Sínodo para la Iglesia en Medio Oriente apenas concluido.

 

5. Relaciones con la comunidad musulmana

En cuanto a la relación con la comunidad musulmana, es necesario decir ante todo que no es de ayer, ya que vivimos juntos desde hace trece siglos. A lo largo de este período, una comunidad y un diálogo de vida nos reúne en todos los niveles culturales, sociales, políticos, económicos… hay que decir que en Tierra Santa, así como en Jordania, estas relaciones son buenas por el hecho que cristianos y musulmanes han sufrido juntos, más que uno de parte del otro. Esto los ha acercado mucho más que en las otras regiones del Medio Oriente. Ciertamente que las dificultades no faltan, pero no hace falta exagerarlas. Estas dificultades provienen de la confusión general en la que vivimos. Las estructuras de la sociedad no están aún instituidas con la estabilidad necesaria en los Territorios palestinos, por tanto encontramos de vez en cuando dificultades. Lo cierto es que sólo la estabilización de la sociedad palestina, podría ayudar al desarrollo de las relaciones islamo-cristianas.

De lo que constato, nada es estático en Tierra Santa. La única cosa estable es la inestabilidad. La convivencia interreligiosa no es imposible pero una tal convivencia requiere una condición preliminar, aquella de una paz justa y verdadera. La ausencia de paz hace que los ánimos estén exasperados. Una vez que esta paz esté asegurada, será mucho más fácil trabajar en este sentido. Es necesario creer siempre que la Tierra Santa es la tierra de las sorpresas, de las cuales, la más grande es aquella de Jesús la mañana de Pascua, sin olvidar la sorpresa de Dios en la gruta de Belén. Caer en el pesimismo acaba en una mentalidad fatalista o en la abdicación delante de un destino que se concibe como irrevocable. Una mentalidad tal no tiene espacio en Tierra Santa. Después de todo, Jerusalén permanece como la tierra de la esperanza ‘contra toda esperanza’, según la expresión de San Pablo (cf Rm 4, 18).

La condición preliminar para las relaciones con los musulmanes es la paz. Pero no podemos quedarnos esperando la paz con los brazos cruzados. Por el contrario, hay que buscar multiplicar, principalmente, los encuentros personales o de grupo. En efecto, estos encuentros se manifiestan como un lugar donde todos los prejuicios caen poco a poco y donde es posible una mejor comprensión del otro.

 

6. Calvario de la Iglesia de Jerusalén

Es verdad que muchos cristianos dejan la Tierra Santa, porque quieren asegurar un futuro mejor para sus hijos. Pero este fenómeno no data de ayer, y no toca únicamente la Tierra Santa sino a todos los países del Medio Oriente. Hay que recordar que los cristianos, que viven en gran parte de la industria turística, no son los únicos a dejar el país. También los musulmanes lo hacen por las mismas razones. Pero como la comunidad cristiana es pequeña, estos éxodos son mucho más patentes y sentidos. En Tierra Santa este desangrarse, esta hemorragia, de la comunidad cristiana es muy grave. La Tierra Santa no sería la Tierra Santa sin esta comunidad cristiana. Perdería un elemento esencial de su identidad. Por eso, hace falta hacer un esfuerzo urgente sobre el plano local e internacional para ayudar a los cristianos a quedar en el lugar, en este lugar, esperando una mejor situación. Sin lugar a dudas, la estabilidad de la comunidad cristiana depende esencialmente de la estabilidad de toda la región.

 

7. Ayuda a la Iglesia Madre de Jerusalén

Al final de uno de los encuentro de Coordinación de las Conferencias Episcopales para el sostén de la Iglesia local, que se ha llevado a cabo en el 2006, los participantes han emitido un comunicado en el cual piden, entre otras cosas, a sus respectivos fieles:

- recordar a la iglesia de Jerusalén en los ruegos: Plegaria, oración.

- venir como peregrinos para conocer nuestra realidad: Peregrinación.

- sustentar generosamente las instituciones locales (diócesis, escuelas, hospitales, seminario, etcétera) y promover iniciativas para llevar paz y justicia a todos los pueblos de Tierra Santa: Proyectos.

Se ha llamado a este pedido las tres P: Plegaria, Peregrinación, Proyectos.

Hace falta decir que las Iglesias Hermanas entre otros han hecho un esfuerzo inmenso para ayudar a los cristianos a quedarse. Muchas iniciativas han sido tomadas y entre muchas que podríamos nombrar tomemos como ejemplo, los numerosos proyectos de vivienda, para asegurar un alojamiento a los matrimonios jóvenes. Las organizaciones sociales son muy activas (Caritas, Misión Pontificia...) y muchas congregaciones religiosas están empeñadas en numerosos sectores de índole social. Pero hace falta decir que el problema supera las posibilidades de las Iglesias. Me parece que la paz es la verdadera solución a esta emigración. Cuando las personas encuentran trabajo y se sientan seguras, piensan menos a la emigración.

Por enumerarles algunos de los proyectos que el Patriarcado está llevando a cabo y para los que pedimos ayuda (podéis ver luego de verlos más en detalle en la web del Patriarcado www.lpj.org).

 

8. La inestabilidad de la región y su influencia en la inestabilidad mundial

La diócesis de Jerusalén se extiende sobre varios territorios (Jordania, Palestina, Israel y Chipre). Evidentemente cada uno de estos países tiene un contexto propio. Pero hay una situación generalizada que toca el conjunto de los pueblos de estos países y es la inestabilidad. Nuestra región no conoce una estabilidad normal, del punto de vista político, económico, social, cultural u otro. La estabilidad es una condición preliminar para asegurar un futuro, no sólo para los cristianos sino para todos los habitantes de estos países.

Los cristianos siempre han estado en estos países, todavía hay y siempre estarán, a pesar de todas las dificultades de la historia. Hemos conocido en el pasado momentos muy difíciles, quizá más difíciles que los actuales, y sin embargo seguimos siempre allí. Es nuestra vocación. Nuestro futuro está en las manos de Dios. Pero eso no quiere decir, que debamos cerrar los ojos sobre los problemas reales, que encuentran estos cristianos y todos los pueblos de la región. De aquí, la responsabilidad de la comunidad internacional que debería realizar una gran obra para solucionar los problemas que sufren estos países. Pero, me parece que todavía no se da actualmente dicho caso y no debemos dejar la última palabra a los fundamentalistas.

Es verdad que las dificultades son inmensas, pero también lo son las esperanzas. Hay tantos amigos y amigas como vosotros que nos sustentan con sus ruegos y su amistad, que no permiten que haya más lugar para el miedo.

Juntos, con mucha esperanza y alegría, miremos hacia el futuro. Gracias por vuestra atención.