CAUSAS DE LA PERSECUCIÓN
La persecución religiosa en España se hizo en virtud de consignas que condenaban a muerte a los sacerdotes y religiosos por el mero hecho de serlo.
Brigadas sedientas de sangre recorren los pueblos y su primera pregunta es ¿Dónde está el cura?
No cabe duda de que ha existido una consigna de exterminio del sacerdocio: “no tiene que quedar ni uno”, decían. “La transmisión de estas órdenes – escribe al final de la guerra don Juan Francisco Rivera Recio - ha sido casi siempre oral, al menos no he topado con ningún documento que la reproduzca, si bien no hemos tenido especial interés en buscarle. Esto por lo que a las localidades reducidas se refiere, porque consignas generales indiscutiblemente que han sido transmitidas documentalmente y, sin asomo alguno de duda, se descubrirían sus huellas en los guetos judíos, en las logias masónicas y en los archivos secretos donde se guarde la correspondencia de Moscú. El tiempo los dará a conocer”. El tiempo lo dio a conocer y lo sigue a dando a conocer.
La orden de extermino comenzó a prepararse como siempre ganando a la opinión por la calumnia, propalada en odio de la religión y sus ministros. ¡Y qué bien abonado estaba el campo en España! Unos meses antes de la guerra, una campaña de prensa hizo volar por toda la nación la falsía de que unas señoras católicas (otras versiones unas monjas) envenenaban en Madrid a los niños con caramelos. El odio contra la Iglesia se vuelca sobre la atmósfera hostil, hasta saturar el ambiente y los curas son los culpables de todo, ¡hasta de la misma quema de los templos, “para excitar la reacción”!
Las fuerzas que en Navarras se han sumado al levantamiento militar están mandadas por curas trabucaires, y en todos los periódicos gráficos de la zona republicana se exhiben fotografías, junto a los editoriales, en las que aparecen frailes con hábitos y cordón, disparando contra las fuerzas “gubernamentales”. El Padre Tirso de Jesús María, carmelita de Toledo –cuyo asesinato se quiso revestir de juridicidad- fue acusado de espionaje, y se le condenó a muerte ¡como autor responsable del delito de rebelión militar de Toledo!
 
LOS PERSEGUIDORES
¿Quiénes son los que asesinan? Todos les conocen y a nadie causa sorpresa que los verdugos sean ellos. Su vida, su actuación anterior podía muy bien florecer en una campaña de crímenes. Y precisamente, porque son de todos conocidos no hace falta hablar mucho de ellos. Sin embargo, voy a transcribir un documento y a referir una escena.
En el acta del despojo del tesoro de la Catedral, los autores del robo nos han dejado sus firmas: “Jesús Vega López, Emilio Palomo Aguado, Manuel Aguillaume, Urbano Urbán, Eusebio Rivera Navarro”. Estos son los ladrones. Los encargados de hacer justicia son los mismos, pues el tribunal popular, árbitro de vida y muerte y autor de innumerables asesinatos, cuenta entre sus miembros a Manuel Aguillaume y a Urbano Urbán. Como se ve hay lógica en el obrar: matar a los sacerdotes, robar los tesoros de la Iglesia.
La escena es macabra. A unos cuarenta metros de la carretera de Madrid, en su kilómetro 64 acababa de morir fusilado el coadjutor de Santa Olalla, el Siervo de Dios Julián Arroyo. Sobre su cadáver aún caliente, rebuscan y encuentran los asesinos trescientas pesetas, pues le habían dicho que le llevaban a Madrid y que se proveyese de dinero. Y con aquellas trescientas pesetas, tintas seguramente en sangre y agujereadas por los proyectiles, se fueron a una taberna, donde entre blasfemias, comieron y bebieron “a la salud del cura”.
    El caso no admite comentarios: es de sí elocuente para diseñar con perfección la silueta moral de los perseguidores.
 
EN RESUMEN…
  1. Los mártires de la era de las persecuciones dieron su vida en defensa de la religión de Cristo, declarada a extinguir por odio a los cristianos.
  2. Los sacerdotes y religiosos asesinados, por ejemplo en Toledo, por odio a Dios, dieron su vida en defensa de su profesión cristiana.
  3. Sin llegar a acotar ningún caso concreto, sin adelantarse al juicio definitivo de quien solo infaliblemente puede hacerlo, ¿no parece que el nombre de “mártir” puede adjetivar exactamente la lista de víctimas toledanas?