Esta semana ha comenzado la Serie Mundial de béisbol. A la gran final de este deporte muy popular en Estados Unidos, Centroamérica y los países asiáticos del Pacífico, se han clasificado sorprendentemente Texas Rangers y San Francisco Giants. Los primeros dieron la campanada ante los poderosos New York Yankees y los segundos, gracias a un excelente grupo de lanzadores, se deshicieron de mi equipo: Philadelphia Phillies.
Esta Serie Mundial es inédita, ya que los Rangers llegan por primera vez en su historia. Las cosas pintan mal para ellos, tras haber perdido los dos primeros duelos en San Francisco. Sin embargo, los tejanos esperan recuperarse este fin de semana, con los tres partidos programados para disputarse en su casa. La final, como en el hockey hielo y en la NBA, la conquista el primer conjunto en ganar cuatro encuentros.
La Serie Mundial es el colofón a una larga temporada, en la cual cada equipo disputa 162 partidos antes de unos playoffs a los que clasifican sólo 8 de los 30 equipos que componen las Grandes Ligas. Sin lugar a dudas, el béisbol es uno de los deportes que más enseñan de la vida, pues, al jugarse cada día, te obliga a dejar atrás una mala actuación y reponerte a la mañana siguiente. También, el equipo que triunfa al final está obligado a ser perseverante, pues más que un gran partido en un momento determinado, se premia la regularidad y la capacidad de crecerse ante las múltiples adversidades que se dan en una campaña tan larga.
Independientemente de todo lo dicho en los tres párrafos anteriores, lo que más quiero destacar de este acontecimiento deportivo es la tradición de cantar “God Bless America” (“Dios Bendiga a América”) en el intermedio de la séptima entrada –un partido es ganado por el equipo que más carreras consigue al finalizar nueve entradas-. Sí, en el punto álgido del choque, el partido se detiene por espacio de unos tres minutos y una personalidad del espectáculo americano baja al campo y dirige esta canción.
Sin duda, Estados Unidos es un país de profundas creencias religiosas en el que, además, los complejos no existen. Imaginaros que se pidiera a una artista de renombre que compusiera una canción titulada “Dios Bendiga a España” y se cantara por primera vez en la media parte de un Real Madrid-Barça en el Santiago Bernabeu. O, al revés, que un cantautor catalán hiciera lo mismo y entonara en el descanso de un Barça-Real Madrid “Déu beneeixi a Catalunya”…
Desde luego, estamos hablando de imposibles, ¿pero no sería estupendo?