El otro día un buen amigo - nuevo lector de Los Tres Mosqueteros  - me dijo…  y ya me explicarás eso de la Heptalogía que decís en vuestro perfil del blog…

Me recordó la anécdota que circula sobre Einstein. Cierto día una dama le preguntó en un cóctel que había organizado en su honor si podía explicarle de manera sencilla qué era eso de la relatividad. Por aquello de la cortesía con su anfitriona, Einstein hizo un breve resumen, pero la mujer le confesó que no entendía nada. Solicitó entonces un poco más de sencillez en varias ocasiones. Cuando ya llevaba cuatro ejercicios de  simplificación la dama le confesó que ahora sí ya había entendido todo. A lo que Einstein respondió: "Señora, es una lástima, porque lo último que le acabo de explicar ya no es mi teoría".

En realidad ni mi amigo es un insensato como la señora de la anécdota, ni mucho menos yo juego el papel de Einstein. Este sensacional hallazgo se debe a un sabio sacerdote de extraordinario talento que tengo la gran fortuna de conocer. Por ello-por la importancia de la materia y el pudor y prudencia de exponer ideas ajenas - intentaré explicarlo muy poco a poco.

Contaré otra pequeña anécdota. Mientras comía hace unos días en un restaurante escuché la conversación (fue inevitable, hablaban a voces) del grupo sentado a mi lado que bromeaba contando “chismes de curas”. Uno de ellos - el graciosillo que nunca falta – soltó: “…pues yo cuando me confesaba y repasaba los mandamientos ¡lo tenía claro!:  el de amarás a Dios y tal y tal… no era problema, la cosa empezaba cuando llegaba al de los actos impuros…”.

Qué significaría para él eso de “… el de amarás a Dios y tal…”, ¿sabrá lo que está diciendo?, ¿inconsciencia?, ¿ignorancia del Evangelio?, ¿…?.  Y desde luego qué lejos está esto – pensé – del “Amarás al Señor Tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con toda tu alma”.

Si grabáramos a fuego en nuestra mentalidad de católicos esta gran enseñanza del Evangelio y -de verdad- la asimiláramos, ya estaríamos en el auténtico punto de partida de la vida de un cristiano.  Y de cómo ir ascendiendo por etapas en este camino es de lo que trata la Heptalogía. ¡Nada menos!

Continuará…

Porthos