Les voy a contar un sucedido que es real, tan real como que me acaba de ocurrir a mí mismo esta semana.
Con buen padre de familia, decidí ayudar a mi hija a preparar el examen que tenía al día siguiente, que resultó ser de religión. La preguntaban por la escena del Génesis referida al pecado original. Le tomé la lección y me contó en su infantil lenguaje:
- Pues Dios les dijo a Adán y Eva que serían muy felices si comían de todo lo que había en el Paraíso menos de la manzana, que era la representación del bien y del mal. Pero entonces dijeron, ¡pues vamos a comerla!, y fueron y se la comieron.
Paré ahí su discurso y le pregunté a mi hija:
- Pero eso quien lo dijo ¿Adán o Eva?
- Los dos, papá, los dos.
- ¿Estás segura, hija?
- Claro, es lo que dice el libro.
Lo dejé ahí y preferí no insistir, pues en seguida temí conocer de qué iba la vaina. Lo primero que hice en todo caso, es irme al Génesis, para ver si era yo el errado. Para mi fortuna, constaté que la memoria aún no me falla en cosas tan cotidianas, y que el Génesis se atiene bastante bien a lo que yo recordaba:
“Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió” (Gn. 3, 6).
Y más adelante:
“«¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?» Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí»” (Gn. 3, 1112).
Y más adelante aún:
“Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa»” (Gn. 3, 17).
Confirmada mi versión de los hechos, pedí a mi hija el libro de religión, en el que, efectivamente, leí este aséptico relato de los hechos, en el que se obviaba toda referencia al record de Eva, al fin y a la postre... ¡¡¡el primer ser humano de la historia en comerse una manzana!!!
“Adán y Eva eran libres y al principio obedecían a Dios. Pero la fruta prohibida les apetecía mucho.
- Si comemos esta fruta seremos tan sabios y poderosos como Dios.
- ¡Pues vamos a probarla!
Y un día, seducidos por el diablo en forma de serpiente, cayeron en la tentación de hacer el mal y desobedecer a Dios”. (“Se llama Jesús”, pág. 26. Editorial S.M.).
Así que, como la cosa tampoco tiene mayor importancia, resolví no confundir más a mi hija con relatos más o menos ajustados al Génesis. Y es que, por otro lado, ninguno de los escenarios que se abrían como posible resultado de haber insistido se presentaba como excesivamente halagüeño. El primero, que el propio profesor hubiera sido ya educado en el paquete-LOGSE, que incluye Ley de cuotas, Ley de memoria histórica, EPC, etc., en cuyo caso, el primero que no sabría que Eva comió antes que Adán sería él, con lo que el resultado no podía ser otro que el suspenso de mi hija, a la cual, encima, no faltarían acertadas razones para acusar a su padre de confundirla. El segundo, que sí lo supiera, pero la posible observación de mi hija le incomodara y le pusiera en evidencia, en cuyo caso, mi hija incurriría en lo que siempre se dijo “el profe me ha cogido manía”, y en última instancia, en el suspenso (también). La tercera, la más dramática, que el profesor fuera revisionista, y al ver que yo le había enseñado a mi hija la versión prohibida del Génesis, a ella la apartara de clase por subversiva, a mi mujer la llamara a capítulo por lo sucedido, y a mí, ni que decir tiene, me denunciara por sexista (antes machista).
Porque efectivamente de eso va, amigos míos. Es una idiotez, lo sé, no seré yo el que lo niegue, pero de sexismo, y no de otra cosa, va la vaina. Y es que el rebuscado relato que acabo de referir nada tiene de casual o involuntario, sino que para quien lo ha escrito o mandado escribir, el hecho de que Eva comiera del árbol prohibido antes que Adán, es inadmisible, y por supuesto, sexista, faltaría más.
Y a mí, en honor a la verdad, que mi hija sepa que la manzana se la comió primero Eva y luego Adán, o primero Adán y luego Eva, o los dos al tiempo pegándole un bocado por cada lado, un poquito me toca un pie. Lo que me da pena, y ésta sí de la buena, es constatar la osadía de leyes como la de la memoria histórica y la de cuotas, que ni ante el gran best-seller de la historia se detienen. Y sobre todo, la necedad humana, infinita por lo que veo, en unos tiempos en los que con la universalización de la enseñanza, como afortunadamente hemos alcanzado en España, lo esperable sería que estuviéramos en otra vaina, y no, como estamos, discutiendo si Eva comió de la manzana antes, después, o al mismo tiempo que Adán.
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