Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación de suave olor (Ef 5,2).
En la Antigua Alianza, había muchos tipos de sacrificios que además se reiteraban. En la Nueva, solamente hay uno realizado de una vez para siempre. La Eucaristía es sacrificio porque es memorial del único. Por ser memorial, no es simple recuerdo o simbolismo, sino que es actualización –re-presentación, hace de nuevo presente– y ofrenda sacramental de él.
Es un sacrificio perfecto, pues no se tiene que repetir, ha tenido lugar una sola vez para siempre. Y también porque auna todo lo que los otros anunciaban fragmentariamente realizándolo con perfección divina.
El libro del Levítico (1-7) nos habla de aquellos sacrificios. Unos eran los de "aroma agradable", es a lo que se refiere al final esta antífona; eran los que tenían por finalidad la alabanza a Dios, testimoniar la adhesión a Él y significar la piedad sincera de los fieles. La Eucaristía es sacrificio de suave olor, pues ese es el culto agradable al Padre. Frente a estos estaban los sacrificios por los pecados y de reparación; el sacrificio eucarístico es, sin dejar de ser culto al Padre, entrega amorosa por nuestra salvación.
Además estaban los sacrificios cruentos, en los que moría la víctima; en nuestro caso, ya no es un becerro, sino que esa víctima es Cristo que, como sacerdote, se ofreció a sí mismo en la Cruz. Y, junto a esos, los incruentos, las ofrendas vegetales; la Eucaristía es el mismo sacrificio de la Cruz ofrecido incruentamente.
Según cuál fuera el destino de lo ofrecido, también había diferentes sacrificios. En el holocausto, todo era para Dios y, al ser consumido todo, nada podía ser ni para los sacerdotes ni para los fieles. En el sacrificio eucarístico, Cristo se ofrece totalmente al Padre, pero también se da totalmente a los fieles, no una sola parte; por eso es también sacrificio de comunión.
Participamos, en la comunión, en el banquete pascual del memorial del único y eterno sacrificio.
Es un sacrificio perfecto, pues no se tiene que repetir, ha tenido lugar una sola vez para siempre. Y también porque auna todo lo que los otros anunciaban fragmentariamente realizándolo con perfección divina.
El libro del Levítico (1-7) nos habla de aquellos sacrificios. Unos eran los de "aroma agradable", es a lo que se refiere al final esta antífona; eran los que tenían por finalidad la alabanza a Dios, testimoniar la adhesión a Él y significar la piedad sincera de los fieles. La Eucaristía es sacrificio de suave olor, pues ese es el culto agradable al Padre. Frente a estos estaban los sacrificios por los pecados y de reparación; el sacrificio eucarístico es, sin dejar de ser culto al Padre, entrega amorosa por nuestra salvación.
Además estaban los sacrificios cruentos, en los que moría la víctima; en nuestro caso, ya no es un becerro, sino que esa víctima es Cristo que, como sacerdote, se ofreció a sí mismo en la Cruz. Y, junto a esos, los incruentos, las ofrendas vegetales; la Eucaristía es el mismo sacrificio de la Cruz ofrecido incruentamente.
Según cuál fuera el destino de lo ofrecido, también había diferentes sacrificios. En el holocausto, todo era para Dios y, al ser consumido todo, nada podía ser ni para los sacerdotes ni para los fieles. En el sacrificio eucarístico, Cristo se ofrece totalmente al Padre, pero también se da totalmente a los fieles, no una sola parte; por eso es también sacrificio de comunión.
Participamos, en la comunión, en el banquete pascual del memorial del único y eterno sacrificio.