A ver, Pedro, si es que lo expliques como lo expliques, no se entera. Hoy le dices que no, que rebajar el valor de una divisa no mejora el déficit comercial; le explicas que devaluar una divisa lo único que hace es provocar inflación; le explicas que lo que reduce el déficit comercial es el aumento de la productividad y que China exporta mucho como consecuencia de su productividad. ¿Y de qué sirve? De nada. Tan sólo veinticuatro horas después aparece en el programa y lo primero que hace es leer el dato de superávit comercial de China añadiendo el comentario: “¡18.000 millones de dólares el mes de septiembre y el de agosto ya fue de 20.000 millones! Ahora ya tienen todos los demás otro argumento para presionar a China”.
Este párrafo podría haberlo sacado de una conversación real, pero no, no lo es. Aún cuando el que no se entera y el tal Pedro son personas reales, el monólogo es pura ficción. Pero es que este argumento de que China es el culpable del déficit comercial Occidental es falso. China, eso sí y junto con EEUU y Europa, es corresponsable del desastre monetario en el que nos encontramos.
El déficit comercial significa que la cantidad de producto importado es mayor que la cantidad de producto exportado. El superávit sería lo contrario. Como el comercio siempre ha sido y siempre será un trueque, un abultado déficit es un desequilibrio insostenible. Es imposible que un país, o una persona, obtenga muchos productos a cambio de muy pocos. Antes o después su escasa producción le impedirá seguir importando productos y su riqueza disminuirá drásticamente. Esta es la situación en la que nos encontramos los españoles, los británicos, los norteamericanos, los franceses, etc.
¿Y cómo hemos podido mantener este desequilibrio durante este tiempo? Muy sencillo. Hemos engañado a los chinos como lo que son –alguna lógica tendrá el dicho- y les hemos pagado sus productos con papel cuyo valor podemos manipular hasta que no valga prácticamente nada. Por supuesto, los chinos tienen su responsabilidad en este entuerto. Vamos a ver, no puede uno ser tan listo como para saber fabricar una placa base de un ordenador y no saber distinguir el papel del dinero. Así que hace tiempo que los chinos deberían de haber dejado de aceptar confeti –euros o dólares- como pago a cambio de sus productos. Claro, todo tiene un límite y no podemos seguir imprimiendo papel para engañar a los chinos como si fuesen chinos. A partir de ahora, o nos ponemos a producir para intercambiar productos con dinero real, contante y sonante, o hemos llegado al final de un túnel como el del Love Parade en Alemania, que no tiene salida.
¿Y cómo nos ponemos a producir? Suprimiendo todo el barullo de normas y leyes que nos han traído a esta situación. Y ahora lo ilustro con el ejemplo.
Conozco a una persona que ha abierto una cuenta de inversión con un bróker británico. Resulta que el Reino Unido es uno de los países con el mayor déficit comercial de la toda la Unión Europea. ¿Qué hace el bróker inglés? Intenta exportar su producto a un españolito de a pié. Genial, ¿no? El español le da al británico un rayito de sol de Torremolinos en un paquetito bien presentado, y el británico le da al español una plataforma informática para comprar acciones en la bolsa de Toronto, por ejemplo. Ya están en pleno trueque y así podrán ambos reducir ese déficit. ¡Pues no señores! Resulta que el regulador de los bemoles (el FSA británico) exige que el españolito pruebe que está vivo y no vive debajo de un puente y, sin embargo, ¡no acepta un certificado de empadronamiento de un ayuntamiento madrileño, traducido y compulsado ante notario, arguyendo que “parece un documento oficial, pero no se puede determinar de dónde se ha obtenido la información de dicho certificado”! La consecuencia es la demora en el trámite de apertura que provoca pérdidas a la hora de gestionar la cuenta de inversión; es decir, otro producto que gracias a estas “regulaciones”, el Reino Unido y por extensión, la bolsa de Toronto –Canadá-, dejarán de exportar.
Ahora, que estos productos se dejen de exportar, ¿tiene algo que ver con el valor de la libra o el dólar canadiense en relación al euro? Absolutamente nada. Los bancos centrales pueden devaluar las divisas hasta al punto de acabar utilizándolas para rellenar edredones: ningún país será más competitivo puesto que el problema del déficit comercial, como ilustra este y otros ejemplos, no tiene nada que ver con el valor de las divisas. El déficit comercial es la consecuencia de la dictadura legal a la que hemos sometido al sector productivo en Europa y en EEUU. El exterminio de las divisas, que no guerra, es una quiebra encubierta de toda la deuda de los Estados: no mejora la productividad y, por ello, no equilibra el déficit comercial y simplemente liquida el poder adquisitivo de los ciudadanos. Cuanto mayor sea la pérdida de valor de la divisa mayor será la pobreza a la que se enfrentan los ciudadanos que utilizan esa divisa. Es un fraude de tamaño monumental que los políticos pueden perpetrar gracias al sistema monetario fiduciario actual.
Bueno, pues alguna empleada del bróker británico y alguna secretaria de una notaría de Madrid, llaman a estas leyes “estrictas”. ¿Las leyes que mandan al desempleo y condenan a la pobreza a un montón de gente son “estrictas”? Yo las calificaría de completamente estúpidas. Y vale, una pista, el tal Pedro de la conversación imaginaria es el catedrático de economía Pedro Schwuartz.