Las noticias que han ido apareciendo sobre corrupción no son fácilmente digeribles por nuestra sociedad; nos están diciendo que hay algo que huele a podrido y que está creando un ambiente irrespirable.

Es urgente que entre todos regeneremos la vida pública por el único camino válido para ello: la renovación de los valores éticos y morales.

Soy consciente de que a muchos no les gusta oir la voz de la Iglesia mas que cuando defiende puntos de vista que les interesan. Pero la misión de la Iglesia es proclamar la verdad del Evangelio, caiga bien o mal.

Es cierto, y hemos de hacerlo notar, que se ha avanzado en el reconocimiento de algunos derechos y en el nivel material de vida, pero es tal el estado de degeneración a que estamos llegando, que a veces tenemos la sensación de estar en una barca que hace agua por todos lados.

Algunos hechos de corrupción tienen la particularidad de estar protagonizados por figuras de gran relieve, incluso político; y son de tal calibre, que no pocos empiezan a pensar que toda la clase política está corrompida como si todos fuesen iguales, y se preguntan ¿en manos de quiénes estamos? Además, estos hechos se producen en un contexto social que no es satisfactorio:

Se están vendiendo o cerrando muchas empresas; aumenta el paro; estamos llegando a los 5.000.000 de parados, es decir, el 25% de la población activa; proliferan grupos neonazis, y racistas; el terrorismo va empleando formas inimaginables de salvajismo; y todo ello, dentro de una sociedad afectada por la droga, el consumismo y la búsqueda del dinero fácil. Lo cierto es que si sigue esta situación, uno no sabe adónde vamos a llegar.

Es lógico que aumente en nuestra sociedad la crispación y la tensión por el problema económico, por falta de transparencia en el Gobierno, por la corrupción y por ver un seguro incierto.

Quiero empezar diciendo que los hechos de corrupción que pueden darse en cualquier hombre de cualquier grupo, no tienen tanta importancia como las raíces que los sustentan. Hay que ir a las raíces de la corrupción si queremos regenerar la vida social y política. Es donde hay que atajar el mal.

Si en el fondo de un estanque hay un animal muerto, por mucho que se limpie la suciedad que va apareciendo en la superficie, no se volverá a tener un estanque limpio; hay que ir al fondo y extraer el animal muerto.

Si queremos una sociedad limpia, no nos podemos quedar en la superficie limitándonos a penalizar los hechos delictivos, por muy necesaria que sea la penalización, que lo es; tampoco está la solución en que nos gobiernen unos u otros. La solución está en la regeneración de los valores morales y éticos sin los que es impensable una convivencia basada en el respeto de todos a todos los derechos de todos.

El hombre moderno es muy materialista; prescinde de Dios en lo individual y en lo social. Al erigirse como árbitro del bien y del mal y no admitir ningún ser superior a él, se encierra en sí mismo en actitud egoísta. Así es lógico que cada uno busque sus propios intereses en función de los cuales se justifica cualquier hecho por degradante que sea; incluso algunos intentan justificar la supresión de vidas de terceros. En otras palabras: se están perdiendo los valores morales. Y recuperarlos es deber ineludible de todos, y deber de la autoridad, tutelarlos.

No hace mucho se insistía por parte de altas instancias del Gobierno, en la necesidad de recuperar los valores morales y éticos.Pero lo que no se acaba de ver es la lógica entre esto que se reconoce y las actitudes que el Gobierno ha tenido y está teniendo de cara a la moral y a la ética.

Porque si se trata de la moralidad pública, ahí tenemos el ataque sistemático en los medios de comunicación del Estado a las creencias y valores morales de los ciudadanos, sin que valgan protestas ni reclamaciones. Si se trata de moral familiar, ¿cómo se está apoyando la estabilidad y la unidad de la familia en la legislación y en las actuaciones? Si se trata de derechos humanos, el Gobierno acaba de permitir el aborto, haciéndolo depender sin más de la decisión de la madre, a pesar de que puede ser considerado como el mayor genocidio de la Historia. Porque recordemos que lo que se suprime en el aborto es una vida humana. Si se trata de legislar sobre la formación moral en los centros de enseñanza, ahí tenemos unas leyes que dificultan la educación en valores morales y éticos, y la actitud del gobierno intentando que los niños vean como moral todo lo legislado recientemente sobre la vida y el sexo.

Y como si se diesen consignas para afirmar ante la opinión pública el interés del Gobierno en la formación moral y ética, aparecen algunos "teólogos oficiales" de televisión española diciendo que esta formación no requiere unas clases especiales, sino que debe darse en todas las actividades del centro educativo, incluso en la clase de matemáticas. ¡Por favor! Un poco más de seriedad. No nos tomen como niños de parvulario. Naturalmente que en cualquier clase o en cualquier actividad hay que fomentar los valores, sobre todo, si los profesores los viven; pero educar en valores es algo más que eso. No nos vengan con esa propuesta y, en vez de dificultar las clases de religión y de ética, de suma importancia para la estructuración de la personalidad y de los criterios morales, tengan una mayor seriedad y reglamenten debidamente dichas clases.

Ante esta situación, si queremos una regeneración social, una de dos, o el Gobierno cambia de proyecto educativo moral y ético, o hay que aconsejar a los cristianos que voten a otro partido que tenga un proyecto racional en cuanto a educación en valores. Así de sencillo y así de claro. Porque con el proyecto que nos presentan nuestros gobernantes y con su manera de actuar, no vamos a ninguna parte.

José Gea