Ayer leí una curiosa descripción de lo que comúnmente se considera un diálogo de besugos “ … en él nadie dice lo que piensa; algunos, no piensan lo que dicen; aquellos, piensan y no dicen; éstos, nadie sabe lo que piensan y aunque uno tiende a pensar que piensan, ellos ni se piensan que uno piensa.”


En tal tipo de dialogo te puedes enfrascar con algún “subjetivista”, aunque este apelativo le concede una categoría filosófica que no merece. Yo prefiero referirme a ellos de esa otra manera tan marinera y popular: “besuguistas”


El objetivo perseguido con esta mentalidad “besuguista” parece ser inocular un poderoso narcótico en las mentes de la gente de tal manera que sus dictados (no en vano quieren una auténtica dictadura) campen sin oposición. Una especie de adoctrinamiento que te induce a una absoluta anestesia mental.

Los cinco “mandamientos” de esta “sacra” anestesia podrían ser:

Primero.-        “Nada es verdad ni es mentira, todo depende de quién lo mira”.

Segundo.-       “Nadie puede decir lo que está bien o lo que está mal”.

Tercero.-         “Todo es relativo”.

Cuarto.-          “Nada de valores absolutos. Tolerancia con todo el mundo”

Quinto.-          “No hay que arrepentirse de nada”

 

Pero si me permiten ahora me gustaría mostrarles con una breve réplica cómo es el propio “besugo”… el que se muerde la cola.

 

“Nada es verdad ni nada es mentira, todo depende de quién lo mira”

Nada… salvo esta gran verdad ¡claro!... que debe uno acatarla lo mires como lo mires.


“Nadie puede decir lo que está bien o lo que está mal”

 ¿Por qué...?, ¿Es que quien no acepte esto... ¡hace mal!?

 

“Todo es relativo”.

Todo… menos este intocable principio. Pues si lo niegas y se te ocurre opinar que no todo es relativo, eres un radical y un intransigente.

 

“Nada de valores absolutos. Tolerancia con todo el mundo”

Es decir, desterrados todos los valores absolutos ... salvo el que se acaba de implantar: la absoluta tolerancia a todo el mundo.

 

 “No hay que arrepentirse de nada”

Es lógico. Con esta mentalidad no es aceptable equivocarse. Hacerlo supone admitir que hay una verdad. Así que nunca lo hagas…  ¡o te arrepentirás!

 

Porthos