“Todo el diseño divino excede a la historia, pero el Señor lo quiere construir con los hombres, por los hombres y en los hombres, a partir de las coordenadas de espacio y tiempo en las que ellos viven y que Él mismo ha dado. (…) De dichas coordenadas forma parte, con su especificidad, lo que nosotros llamamos "Oriente Medio". Esta región del mundo también la ve Dios desde una perspectiva distinta, podríamos decir "desde lo alto": es la tierra de Abraham, Isaac y Jacob; la tierra del éxodo y del regreso del exilio; la tierra del templo y de los profetas; la tierra en la que el Hijo Unigénito nació de María, donde vivió, murió y resucitó; la cuna de la Iglesia, constituida para llevar el Evangelio de Cristo hasta los confines del mundo. Y también nosotros, como creyentes, miramos Oriente Medio con esta mirada, desde la perspectiva de la historia de la salvación. (…) Mirar esa parte del mundo desde la perspectiva de Dios significa reconocer en ella la "cuna" de un diseño universal de salvación en el amor, un misterio de comunión que se cumple en la libertad y por eso pide a los hombres una respuesta. Abraham, los profetas, la Virgen María son los protagonistas de esta respuesta, que tiene su último cumplimiento en Jesucristo, hijo de esa misma tierra, pero que bajó del Cielo. De Él, de su Corazón y de su Espíritu, ha nacido la Iglesia, que es peregrina en este mundo, pero que le pertenece. La Iglesia está constituida para ser, en medio de los hombres, signo e instrumento del único y universal proyecto salvífico de Dios; cumple esta misión sencillamente siendo ella misma, es decir, "comunión y testimonio", como reza el tema de la Asamblea sinodal que hoy se abre (…). Sin comunión no puede haber testimonio: el gran testimonio es precisamente la vida de comunión. (…) Esta comunión es la vida misma de Dios que se comunica en el Espíritu Santo, mediante Jesucristo. Es, por tanto, un don, no algo que ante todo tenemos que construir con nuestras fuerzas. Y es precisamente por esto por lo que interpela nuestra libertad y espera nuestra respuesta: la comunión nos pide siempre la conversión, como don que debe ser acogido y cumplido cada vez mejor. Los primeros cristianos, en Jerusalén, eran pocos. Nadie habría podido imaginarse lo que ocurrió después. Y la Iglesia vive siempre de esa misma fuerza que la hizo ponerse en marcha y crecer. El Pentecostés es el acontecimiento originario pero también es un dinamismo permanente, y el Sínodo de los Obispos es un momento privilegiado en el que se puede renovar en el camino de la Iglesia la gracia del Pentecostés, con el fin de que la Buena Nueva sea anunciada con franqueza y pueda ser recibida por todas las gentes. (…) Los trabajos de la Asamblea sinodal están destinados también al testimonio de los cristianos a nivel personal, familiar y social. Esto exige que se refuerce su identidad cristiana mediante la Palabra de Dios y los Sacramentos. Todos deseamos que los fieles sientan la alegría de vivir en Tierra Santa, tierra bendecida por la presencia y por el glorioso misterio pascual del Señor Jesucristo. A lo largo de los siglos esos Lugares han atraído multitud de peregrinos (…). A pesar de las dificultades, los cristianos de Tierra Santa están llamados a reavivar la conciencia de ser piedras vivas de la Iglesia en Oriente Medio, en los Lugares santos de nuestra salvación. Pero vivir de forma digna en la propia patria es, antes que nada, un derecho humano fundamental: por ello, es necesario favorecer las condiciones de paz y justicia, indispensables para un desarrollo armonioso de todos los habitantes de la región. Todos, por lo tanto, están llamados a dar su contribución: la comunidad internacional, favoreciendo un camino fiable, leal y constructivo hacia la paz; las religiones presentes de forma mayoritaria en la región, promoviendo los valores espirituales y culturales que unen a los hombres y excluyen toda expresión de violencia. Los cristianos seguirán dando su contribución no sólo con las obras de promoción social, como los institutos de educación y sanitarios sino, y sobre todo, con el espíritu de las Bienaventuranzas evangélicas, que anima a la práctica del perdón y la reconciliación".

Editorial de ayer en el semanario informativo del Centro Televisivo Vaticano, por P. Federico Lombardi:


“Durante dos semanas los católicos de Oriente Medio serán el foco de atención de toda la Iglesia porque todos sus obispos se reunirán en Roma en el Sínodo. Oriente Medio es una región donde los cristianos son una minoría, en algunos países realmente muy pequeña y fuera de toda influencia política o social, y donde la situación de guerra o de permanente tensión mina la esperanza en el futuro y obliga a emigrar. Pero también es la región donde nació el cristianismo, donde están las raíces y las antiguas tradiciones de una riqueza cultural y espiritual extraordinarias. Por lo tanto, los problemas de la Iglesia en Oriente Medio nos interesa y nos afectan a todos, y por esto el Papa ha convocado esta asamblea, que por primera vez no está dedicada a un tema o un solo país o un continente, sino a una región específica del mundo . "Comunión y testimonio" es el tema del Sínodo, que recuerda cómo la primera comunidad de creyentes en Jerusalén "tenía un corazón y el alma". El que no tiene poder político o militar, y que a menudo sufre la violencia, no puede sino apelar a la fuerza del Espíritu y el amor, y puede elevar un grito y una petición por la paz fuerte y creíble, sin mezclar reivindicaciones o intereses de parte. La unión más profunda entre las diversas comunidades católicas en todo el Oriente Medio, alentadas por el apoyo de muchas iglesias en otras partes del mundo para mostrar su solidaridad con su ayuda espiritual y material, impulsadas principalmente por la presencia y participación continua e intensa del Papa –fundamento mismo de unión– hacen de este Sínodo una voz, un signo y una semilla de esperanza y paz”.