Hoy he estado comiendo con un sacerdote de la diócesis de Toledo que está muy metido en Cursillos de Cristiandad, al cual he re-conocido gracias al blog, pues ya habíamos coincidido en la burgalesa Cartuja de Miraflores hace un tiempo.
Con eso de hablar de lo que hago y de lo que él hace, nos hemos puesto a comparar el método de los Cursos Alpha y los Cursillos, y hemos encontrado un montón de cosas en común, que me han recordado lo valiosos que son y han sido los Cursillos de Cristiandad para la Iglesia.
El movimiento de Cursillos tuvo algo de profundamente rompedor en su época, naciendo de líderes laicos de la Acción Católica y siendo precursores del papel que se asignaría al laicado en el Concilio Vaticano II, lo cual les valió algunas incomprensiones, al igual que sucedió en su día con el Opus Dei.
Más allá de lo increíble que es ver cómo lo que inició Eduardo Bonnín con un grupo de laicos y el apoyo de Monseñor Hervás se multiplicó hasta llegar a los cinco continentes, me maravilla ver cómo Dios suscita una obra y le da unas características de las que ni sus propios protagonistas son conscientes hasta que no se ponen a hacer una reflexión teológica de lo que ha pasado.
Y para mí, la gran virtud de los cursillos es saber que la experiencia de Dios comienza por una experiencia de primer anuncio, de Kerigma, y que esta experiencia sólo se puede vivir desde la amistad y el acompañamiento profundo de cada persona individualmente y en grupo.
Lo normal en la Iglesia es pretender que con llevar a la gente a una Misa esta se convierta, y la experiencia de cursillos demuestra que hace falta mucho trabajo persona a persona (pre-cursillo) y una buena dosis de amistad, testimonio, apertura de corazón y comunidad, para que una persona esté lista a abrirse a Dios.
Si por algo se caracterizan los cursillos es por intentar favorecer esa experiencia primera, esa experiencia fundante, que puede prender fuego a la vida de una persona, el fuego del Espíritu Santo, el cual se habrá de mantener vivo dentro de la Iglesia.
Una de las cosas más hermosas de los cursillos es que no pretenden ser un movimiento, ni un fin en sí mismos, si no un revulsivo que revierta en las diferentes comunidades, parroquias y grupos de la Iglesia. No son nada más que un método, una manera de comenzar a caminar para muchos, y han sido el punto de partida de mucha gente fundadora de cosas nuevas en la Iglesia.
En España tenemos el ejemplo de Kiko Arguello que hizo cursillos y después comenzó el Camino Neocatecumenal. En Estados Unidos, Ralph Martin y Steve Clark, cursillistas de pro, fueron los pioneros de la Renovación Carismática Católica.
¿Cuál es la gran intuición de los Cursillos? En un momento en el que todo lo dominaba la Acción Católica, y en el que se entendía el trabajo de los laicos como un mero asistir a la jerarquía en la labor de evangelización que le era propia, los Cursillos dieron un relieve al laicado inusitado.
Pero para mí la intuición no queda ahí, porque luego llegarían la Lumen Gentium, los movimientos, la Christifideles Laici, y se podría entender que los Cursillos ya habrían sido “igualados” en laicidad por otras realidades pujantes de la Iglesia.
Para mí lo distinto fue ser un método kerigmático, como contraposición a ser un movimiento carismático.
Me explico, los movimientos desarrollan carismas que les son propios, al igual que históricamente sucedió con las órdenes religiosas. En ese sentido no hacen nada nuevo, si acaso incorporan el factor del laicado.
Pero los Cursillos son un método, y no pasan de ahí, por más que haya un movimiento de cursillos y una organización supranacional. Los Cursillos tiene vocación de servir a cada persona, y dejarla insertada en una comunidad eclesial, la que a cada cual convenga más, sin quedarse nada para sí.
De esta manera puedes hacer un cursillo y acabar en el Opus Dei, en tu parroquia, en China o donde te llame Dios, y “Cursillos” estará encantado de que así sea, porque tiene una vocación de Juan el Bautista, haciendo aquello de “es necesario que yo mengue para que Él crezca”.
Así que al ser un método, lo puede usar quien quiera en la Iglesia, y así saltaron de Palma de Mallorca al resto de España y al mundo entero. Yo tengo amigos coreanos que sin saber ni jota de español, te cantan la canción “De colores” a las mil maravillas, y conozco gente cuyos padres han conocido al Señor gracias a unos cursillos hechos en Estados Unidos.
El caso es que hoy en día la Iglesia en general adolece de no saber cómo interesar a la gente en la catequesis por más que esté preparada para darla, olvidando que la experiencia de conversión primera, antecede a la catequesis.
Por eso gente como Pepe Prado extendió conceptos como el de evangelizar a los bautizados, lo cual en la iglesia primitiva hubiera sonado a disparate.
En este sentido los Cursillos de Cristiandad, tienen una actualidad plena, porque cuanto más alejada esté la gente de la práctica religiosa, más necesidad tienen de una experiencia de Dios de choque que les encuadre en la iglesia.
El problema es que los alejados de allá cuando se comenzó Cursillos en 1946, son muy diferentes de los alejados de 2010... ahí está el reto fundamental que tienen los Cursillos para mantenerse actuales y relevantes para quienes están fuera de la Iglesia hoy en día.
Desde luego, hasta ahora, en diócesis como Toledo, Alcalá, Madrid y Getafe, han seguido haciendo una labor estupenda, que esperemos puedan seguir haciendo, recordando al resto de la Iglesia que es posible, necesario y urgente trabajar en primera línea de evangelización.
Por algo será que todos los cursillistas que conozco son gente que llevan ese fuego por dentro; ojalá Dios se lo conserve siempre para que lo puedan contagiar a cuantos pasen por los cursillos…