El Banco Central de Irlanda lo ha anunciado, las pérdidas para el erario público de la crisis bancaria pueden ascender a 50.000 millones de euros. Esto es una barbaridad de dinero imposible de comprender para un ciudadano normal que puede entender la barbaridad que es perder una casa de medio millón de euros, pero, ¿qué significa perder 100.000 de estas casas? Otro ejemplo tangible de las pérdidas en Irlanda por la actividad bancaria puede ser el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, que pudo haber supuesto unas pérdidas patrimoniales de unos 1.500 millones de euros. Estaríamos hablando, entonces, de pérdidas equivalentes a que cada una de las 33 ciudades más importantes de Irlanda sufriera un atentado de las proporciones del World Trade Center. Algo que también es difícil de comprender, pero que nos alerta de de la capacidad de destrucción del sistema financiero, tal y como está concebido hoy. ¿Se puede permanecer impasible ante un sistema bancario con esta capacidad destructiva?
Brian Lenihan, el ministro de hacienda irlandés, ya lo advirtió: el rescate bancario puede hacer que quiebre el Estado, así que ya ha anunciado que habrá más medidas de austeridad. La duda es por qué tiene que haber medidas de austeridad para todos los irlandeses, por qué no soportan las perdidas los bonistas y resto de acreedores de la banca, como manda el sentido común. Por qué es un deber de los ciudadanos que no han participado en sus beneficios tener que soportar las pérdidas. Explicación económica o legal no hay. Es una decisión política, y el gobierno irlandés habrá pensado que es más fácil pasar la factura a los contribuyentes, esa masa adormilada que todo lo soporta, hasta el día en que lo deje de soportar.
Para una economía como la irlandesa, el rescate bancario anunciado por el gobierno supone que la tercera parte de lo el país es capaz de producir en un año, el gobierno lo incautará para rellenar el agujero dejado por esa auténtica máquina de destruir riqueza que ha sido el sistema bancario irlandés. El milagro económico del llamado “tigre celta” parece que se aupó sobre una montaña descomunal de préstamos bancarios incobrables. Nadie lo vio, nadie supo reaccionar, ¿donde están los responables? Como explica Manuel Morillo, este tema no está en la agenda.
No es el fin del mundo, es solo una destrucción descomunal de riqueza, pero es un aviso muy serio de hasta qué punto el sistema bancario ha dejado de servir al bien común para ser, junto con la guerra, una de las mayores amenazas de destrucción de patrimonio.
Mientras, continúan las grandes reuniones internacionales para ver qué se puede hacer y cómo arreglar lo que ha fallado en el sistema bancario mundial. Sin embargo, hasta ahora, solo se proponen actuaciones que como mucho tratan los síntomas, pero que no van a las causas. Porque la causa fundamental, como comentamos en un artículo anterior, tampoco está en la agenda: "una separación entre el Estado y la Banca". Acabar con el estatismo en el sistema financiero y permitir que sea la férrea disciplina del mercado, sin distorsiones por parte de los gobiernos, la que vaya fortaleciendo el sector bancario, como sucede en el resto de sectores de la economía.
Reconozcámoslo aunque duela, los grandes estadistas no saben o quieren saber lo que ha fallado, lo que se puede hacer, y las consecuencias que tendrán todo eso que están decidiendo y haciendo. Hace años, Ben Bernanke, antes de ser presidente de la Reserva Federal de EEUU, decía que no se pueden saber los efectos de una política monetaria expansiva. Hoy, al frente de la Reserva Federal y ante la presión por presentar soluciones nos dice que seguir con agresividad su política monetaria expansiva es la solución en caso de que la supuesta recuperación flojee... Crear una agenda con muchas ideas, pero confusas. Así se construye el consenso político internacional. El Fondo Monetario Internacional pide que se estimule todo lo estimulable con más deuda pública, más impuestos o empujando a los bancos centrales a crear más dinero. Quizás a fuerza de estímulo público se arreglan las cosas, o al menos eso decía Keynes.
Con esa absoluta falta de idea sobre lo que pasa, lo que se tiene que hacer y qué efectos tiene lo que se hace, las grandes burocracias estatales deciden rescates bancarios con presupuestos capaces de arruinar Estados, y con la tranquilidad de que nunca serán responsables. La culpa siempre será del “capitalismo”, incluso si no está presente.
Los gobernantes nos dicen que no nos preocupemos, que todo lo tienen controlado, que desde sus comités de planificación central son capaces de manejar toda una una economía, incluso economías complejas y dinámicas como las actuales. Pero no todos les creen. El economista español Jesús Huerta de Soto, apoyándose en los trabajos de los economistas austriacos Ludwig von Mises y Frederick von Hayek, explica el teorema de imposibilidad del socialismo aplicado a la banca, por el que cualquier intento de planificación centralizada de una economía es una imposibilidad basada en un error intelectual, y si no, que se lo digan al extinto comité Gosplan. Otro tema que tampoco verán en ninguna agenda.
La capacidad de destrucción del sector bancario no quiere decir que los banqueros sean unos perversos, o más perversos que la media de la población, y busquen intencionadamente destruir y saquear los países. Todo lo contrario, ellos también son víctimas de un sistema financiero profundamente intervenido y apoyado por el Estado que, como ya sucedía en las economías socialistas y comunistas, acaba exacerbando los peores instintos de quienes tienen acceso a un poder central que todo lo controla. Por eso, como decíamos hace un año, hay que tomar las medidas necesarias para "no dejar a los banqueros caer en la tentación".
Todo el mundo vive feliz con la idea de que el Estado apoye incondicionalmente a la Banca. Las últimas pruebas de tensión sobre la situación de solvencia de la banca europea, podrían haber sido un escándalo y hundir los mercados por no haber reflejado la grave situación de insolvencia que ahora es evidente en los bancos irlandeses. Sin embargo, no ha sido así, porque lo que los mercados querían confirmar, no era la situación de solvencia de la banca, que ya conocían, sino hasta qué punto los gobiernos seguirían apoyando a la banca. Y la no inclusión en las pruebas de Anglo Irish Bank, y la recapitalización con fondos públicos de Allied Irish Bank, un banco bien capitalizado según los resultados de las pruebas de tensión, incluso en el peor escenario, ha venido a conformar que los gobiernos están dispuestos a decir lo que haga falta decir y a hipotecar el futuro de los ciudadanos con tal de salvar a la banca. Esos resultados sí que devuelven la confianza a los mercados.
50.000 millones de euros en Irlanda para salvar a la banca. ¿Hoy los gobiernos están al servicio del bien común o al servicio de la banca? ¿Cuántas más pérdidas y ruinas de países serán necesarias para que la gente despierte y tome conciencia de que el sistema bancario está profundamente mal concebido, y se incluya en la agenda que hace falta una separación total entre el Estado y la Banca?