Recientemente Televisión Española emitía un informe especial sobre el tema del celibato (19.09.2010). Aunque esta vez se dio una cobertura que permitía apreciar la postura tanto de los ex sacerdotes pro celibato opcional como la de quienes viven felizmente su vocación de sacerdotes célibes, era notorio el tiempo concedido al primer grupo.
Algunas partes del programa denotaban, además, poco conocimiento práctico de lo que significa el celibato en la Iglesia y otras ofrecían afirmaciones sin sustento empírico.
Así, por ejemplo, se decía que hay centenares de “curas” con esposas partiendo de un par de casos que no se pueden ampliar nada más porque sí (y en los casos expuestos está claro que los susodichos “curas” no lo son en realidad ya. Una prueba de ello es que tienen que hacer las imitaciones de “misa” en casas particulares y no en iglesias legítimamente constituidas y reconocidas).
Más allá de los testimonios de los ex curas, llama la atención la lucidez de las respuestas de los sacerdotes fieles a su vocación y la convicción de los jóvenes seminaristas que en el programa aparecen.
Dejan claro que el tema del celibato en la Iglesia católica está cerrado y que es un problema para quien no lo ha querido o podido vivir. En esta línea, es conveniente recordar que el candidato al sacerdocio sabe qué implica su “sí” libre y, como dice uno de los sacerdotes del programa, que el sexo no es un valor absoluto y que se puede vivir el estado celibatario con normalidad.
Desde luego, en el ámbito de la fe, es además un don que hay que pedir a Dios. Y en este sentido, implica oración. Una condición que quizá algunos descuidaron o, sencillamente, nunca vivieron.
Sobre todo esto, son iluminadoras las palabras de Benedicto XVI en el coloquio con los sacerdotes en la vigilia de la clausura del año sacerdotal (10.06.2010), sobre la significación del celibato:
“El celibato es una anticipación hecha posible por la gracia del Señor, que nos “atrae” a sí hacia el mundo de la resurrección; nos invita siempre de nuevo a trascendernos a nosotros mismos, este presente, hacia el verdadero presente del futuro, que se convierte en presente hoy. Y aquí estamos en un punto muy importante. Un gran problema de la cristiandad en el mundo de hoy es que no se piensa ya en el futuro de Dios: parece suficiente solo el presente de este mundo. Queremos tener solo este mundo, vivir solo en este mundo. Así cerramos las puertas a la verdadera grandeza de nuestra existencia. El sentido del celibato como anticipación del futuro es precisamente abrir estas puertas, hacer más grande el mundo, mostrar la realidad del futuro que es vivido por nosotros ya como presente. Vivir, por tanto, así como en un testimonio de la fe: creemos realmente que Dios existe, que Dios tiene que ver con mi vida, que puedo fundar mi vida sobre Cristo, sobre la vida futura”.
Y más adelante decía:
“Es verdad que para el mundo agnóstico, el mundo en el que Dios no tiene nada que ver, el celibato es un gran escándalo, porque muestra precisamente que Dios es considerado y vivido como realidad. Con la vida escatológica del celibato, el mundo futuro de Dios entra en las realidades de nuestro tiempo. ¡Y esto debería desaparecer! En un cierto sentido, puede sorprender esta crítica permanente contra el celibato, en un tiempo en el que está cada vez más de moda no casarse. Pero este no casarse es algo totalmente, fundamentalmente distinto del celibato, porque el no casarse se basa en la voluntad de vivir solo para sí mismos, de no aceptar ningún vínculo definitivo, de tener la vida en todo momento en una autonomía plena, decidir en cada momento qué hacer, qué tomar de la vida; es por tanto un "no" al vínculo, un "no" a la definitividad, un tener la vida solo para sí mismo. Mientras que el celibato es precisamente lo contrario: es un "sí" definitivo, es un dejarse tomar de la mano por Dios, entregarse en las manos del Señor, en su “yo”, y es por tanto un acto de fidelidad y de confianza, un acto que supone también la fidelidad del matrimonio; es precisamente lo contrario de este "no", de esta autonomía que no quiere obligarse, que no quiere entrar en un vínculo; es precisamente el "sí" definitivo que supone, confirma el "sé" definitivo del matrimonio. Y este matrimonio es la forma bíblica, la forma natural del ser hombre y mujer, fundamento de la gran cultura cristiana, de las grandes culturas del mundo. Y si desaparece esto, se destruirá también la raíz de nuestra cultura. Por ello el celibato confirma el "sí" del matrimonio con su "sí" al mundo futuro, y así queremos seguir y hacer presente este escándalo de una fe que pone toda su existencia en Dios. Sabemos que junto a este gran escándalo, que el mundo no quiere ver, están también los escándalos secundarios de nuestras insuficiencias, de nuestros pecados, que oscurecen el verdadero y gran escándalo, y hacen pensar: “¡Pero no viven realmente fundados en Dios!”. ¡Pero hay mucha fidelidad! El celibato, precisamente las críticas lo muestran, es un gran signo de la fe, de la presencia de Dios en el mundo. Oremos al Señor para que nos ayude a hacernos libres de los escándalos secundarios, para que se haga presente el gran escándalo de nuestra fe: ¡la confianza, la fuerza de nuestra vida, que se funda en Dios y en Jesucristo!” ( (aquí el a las respuestas completas del 10 de junio de 2010).
El programa de Televisión Española permite observar también, por último, lo que Francisco José Fernández de la Cigoña decía en su : “…la juventud, a juzgar por lo mostrado, está con la Iglesia institución y la tercera edad es la que se aferra a una Iglesia nueva y distinta. […] Porque en la realidad los contrarios al celibato no tienen ni un joven y la inmensa mayoría de la tercera edad está también con la Iglesia. Los “sacerdotes” casados que han intervenido aseguran apenas tres telediarios. Supongo que nadie se atreverá a decir que eso es la juventud de la Iglesia. Sus celebraciones, en la nostalgia de lo que fueron, y hay que decir que esa nostalgia activa la tienen poquísimos de los secularizados, apenas reúnen a cuatro... Ahí no puede estar el mañana porque cuando llegue ese mañana ellos ya no estarán”.
En una parte del programa de Televisión Española se toca el tema de las sacerdotas (sacerdotisas, dicen otros). El semanario TIME retoma por enésima vez este punto y le da una portada en su portal on line, en la última penúltima semana de septiembre (véase , 25.09.2010).
Ya en otros momentos hemos tocado la deficiente y manipulada cobertura que este semanario brinda al catolicismo en particular, por lo que del reportaje no se podría esperar algo positivo sobre la Iglesia.
Centrándose en el tema de las sacerdotas expone el caso de alguna que dice sentirse llamada a serlo y a la cual, además, supuestamente hubo un obispo dispuesto a ordenarla. El nombre del obispo no aparece por ningún lado porque “tiene miedo a ser ex comulgado”. Pero esto de las fuentes anónimas es una constante en el periodismo de TIME y, en el caso que nos ocupa, no es el único momento en el que reluce.
Considerando que el texto del artículo no es muy amplio, es significativo que haya cuatro citas de fuentes anónimas que “no quisieron salir”. Las exageraciones sin evidencia también resplandecen. En una parte del ejercicio de periodismo religioso dice que “Muchos han empezado a cuestionar públicamente la postura de la Iglesia”. Desde luego que ese “muchos” no tiene algún nombre concreto ni de personas ni de grupos. Seguramente existen casos aislados, pero “muchos” suena a multitud y no es precisamente esa la evidencia constatable.
También se habla de que es una injusticia el que la mujer no pueda acceder al orden sacerdotal y menciona explícitamente el caso de Janine Denomme, una activista homosexual que fue “ordenada” sacerdota. Quizá sea más injusto un periodismo cainita como el de TIME, pero circunscribiéndonos al artículo firmado por Dawn Reiss, parece olvidarse que el fundador del catolicismo no llamó a ninguna mujer al sacerdocio y si él no lo hizo, ¿por qué lo va a hacer la Iglesia?
Y sobre Denomme no hace falta entretenerse pues ya lo hizo Bruno Moreno en su blog en InfoCatolica.com (véase , 19.05.2010). Como se puede leer en el enlace, hay cosas que TIME no dice, pero convenientemente olvida.
Pero la concepción de autoridad-varón es más bien una visión política y sexista de la fe. “Como sabemos, el ministerio sacerdotal, procedente del Señor, está reservado a los varones, en cuanto que el ministerio sacerdotal es el gobierno en el sentido profundo, pues, en definitiva, es el Sacramento el que gobierna la Iglesia. Este es el punto decisivo. No es el hombre quien hace algo, sino que es el sacerdote fiel a su misión el que gobierna, en el sentido de que es el Sacramento, es decir, Cristo mismo mediante el Sacramento, quien gobierna, tanto a través de la Eucaristía como a través de los demás Sacramentos, y así siempre es Cristo quien preside”, respondía en 2006 Benedicto XVI durante un coloquio con sacerdotes.
La realidad que no dice Televisión Española ni TIME es que las iglesias “progres” están vacías y sin futuro, y que la Iglesia auténtica, la que es presentada como “inquisitorial” y retrógrada, cuenta con millones de fieles, jóvenes muchos de ellos (y por tanto que le aportan esperanzas y futuro). Las multitudes en torno al Papa ponen de manifiesto esa vitalidad. La laxitud tiene la vida comprada. Y la mala experiencia del protestantismo liberal, por la que parecen apostar medios como los aludidos y tantos otros, debería ser un motivo de reflexión más pausada.