El candidato del Partido Popular a las elecciones autonómicas baleares, José Ramón Bauzá, ha prometido en una entrevista concedida a Libertad Digital, implantar la absoluta libertad lingüística si tras las alecciones, llega a presidir la Comunidad Balear. Vicisitud que, por cierto, se presenta como muy plausible toda vez que, actualmente, el PP se halla a un solo escaño de la misma, en una rocambolesca situación, la balear, digna de figurar en todos los anales de historia democrática, con un Parlamento en el que están presentes siete partidos, seis de los cuales gobiernan en coalición y uno solo ejerce la oposición, el PP, siendo así que el que lo hace, es el que ganó las elecciones y con holgado margen.
Lo que dice el Sr. Bauzá suena muy bien. Penoso es que en un país del mundo, el nuestro, se haya llegado a la situación -no menos rocambolesca que la que concurre en el Parlamento balear-, de que sus ciudadanos no pueden estudiar, comerciar, relacionarse con la administración en la que es su lengua y coincide ser la que habla la totalidad de sus conciudadanos. Lo que si ya sería grave en cualquier país del mundo, lo es más aún en el caso de España, cuya lengua es hablada por 400 millones de seres en todo el planeta, de los cuales, más de un 10% de los que residen en la principal potencia mundial, Estados Unidos, y es la segunda más estudiada como lengua extranjera a nivel mundial.
Ahora bien, con todos los respetos hacia el Sr. Bauzá, con mis mejores deseos de que esté diciendo la verdad, y con todo el beneficio de la duda a su favor por lo que a mí se refiere, la pregunta es: ¿podemos creer en lo que nos dice?
Normalmente habría que decir que sí, -¡qué bonito ¿no?, un sistema político en el que los candidatos, aunque sean de derechas, prometen una cosa y luego, cuando ganan, van y la cumplen!- pero razones para afirmar lo contrario, haberlas haylas. Por desgracia el precedente que nos permite hablar así, existe, y sin salir del propio partido del Sr. Bauzá: en Galicia, el Sr. Núñez Feijoo, uno de los más prometedores exponentes del Partido Popular al decir de los medios y aún de sus compañeros, ganó las elecciones gallegas en holgada mayoría absoluta con idéntica promesa, promesa que aún ratificó en la radio el mismo día de su victoria en términos tan solemnes como los siguientes:
“Primero porque creemos en ello; segundo porque formaba parte de nuestros compromisos electorales [...]; y tercero porque es muy importante que en política se mantenga la palabra dada y eso es una palabra que yo he dado”.
La realidad tuvo poco, -nada, para ser sinceros-, que ver con lo prometido, y el Sr. Feijóo, ganadas las elecciones, apostó por un nuevo modelo de imposición lingüística por cuotas, por cierto, muy parecido al del Gobierno nacionalista que le precedió, en el que la única novedad era y es un hermoso brindis al sol que incorpora al bilingüismo impuesto una tercera lengua, el inglés, como si en Galicia (o en cualquier lugar de España), existieran muchos profesores capacitados para impartir una entera asignatura en un inglés correcto.