Como ya os he comentado, el verano tuve la gran suerte –jamás podré agradecerle lo suficiente a Carlos Martín, Director de Comunicación de Barcelona 2010- de poder colaborar en el departamento de prensa del Campeonato de Europa de Atletismo. Durante este acontecimiento, tuve dos alegrías muy grandes que quisiera compartir con vosotros en los próximos dos artículos.
La primera, sin lugar a dudas, no deja de ser enormemente sencilla, pero prueba la gran huella que dejó Juan Pablo II en la gente de mi generación. Ya me lo dijo mi amigo Adrián Blázquez el pasado lunes: “Juan Pablo II fue nuestro Papa”.
Transcurría el caluroso sábado, penúltimo día del campeonato, y Polonia todavía no había conseguido una sola medalla de oro. No sé si os ocurra a todos vosotros pero yo, desde el papado de Juan Pablo II, siempre tengo un afecto enorme por todo lo relacionado con Polonia.
La oportunidad era enorme. Se estaba efectuando el lanzamiento de peso y uno de los participantes, el polaco Tomasz Majewski, era el claro favorito tras haber conquistado, dos años antes, la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pequín. Sin embargo, el gigante Majewski cayó doblegado, por sólo un centímetro, a manos del bielorruso Andrei Mijnevich.
Tras este resultado, las esperanzas polacas se redujeron enormemente, trasladándose a la carrera de 800 metros lisos que había de disputarse sólo minutos después del lanzamiento final de Mijnevich. En esta carrera las cosas estaban muy igualadas. Polonia contaba con dos serios aspirantes, Marcin Lewandowski y Adam Kszczot, pero el gran favorito era el medio fondista británico Michael Rimmer.
La carrera fue enormemente igualada y prácticamente los ocho competidores llegaron unidos a los 200 últimos metros. Pero al iniciar la recta final, los dos polacos y el inglés se destacaron del resto. La victoria sería para un corredor católico. Ambos polacos lo son y Rimmer cursó sus estudios en el Instituto de Cristo Rey, para el que ganó numerosas competiciones sobre el suelo del Parque Victoria.
El mantenerse tan cerca de Rimmer rindió los réditos esperados a Lewandowski, más veloz en los últimos 100 metros. El polaco esprintó y ganó por una nariz al inglés. Kszczot fue tercero. El gran impacto para mí fue ver la actitud de Lewandowski al cruzar la meta. Antes de abrazarse a la mascota y posar para la foto de rigor, como suelen hacer casi todos, el vencedor se persignó, se arrodilló y besó la pista de Barcelona…
¿Y que queréis que os diga? Esta acción no me dejó indiferente y evocó en mi memoria el recuerdo de otro polaco que siempre iniciaba sus viajes por el extranjero arrodillándose y besando la nueva tierra que acababa de pisar.
Para el que quiera disfrutar de la carrera, os dejo su link en youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=m93-u93eDx0