Me llamó mi mujer desde el trabajo muy temprano para decirme que lo leyera. Me contó de lo que iba y, sinceramente, me pareció intrascendente. Me dije, “bueno, ya lo leeré más tarde, aquí hay poca tela que cortar”. Reconozco haberme columpiado. Cuando empecé a ver las noticias y los programas de tertulia y actualidad, me di cuenta de que era la noticia del día: el Frankfurter Allgemeine, el principal diario alemán... ¡¡¡le dedicaba un reportaje a toda página y en color, al look y a la presencia de las glamourosas ministras de ZP!!!
Sigo sin leer el reportaje, lo confieso. Me he propuesto escribir este artículo sin hacerlo. Y es que como persona interesada en los aspectos sociológicos de la cuestión más que en otra cosa, lo que me parece verdadera noticia no es lo que el Allgemeine diga sobre la presencia de nuestras ministras y lo que se gastan en aparentar, algo sobre lo que tengo mi propia opinión y no precisamente positiva, sino la reacción que la sola publicación del reportaje ha suscitado y suscita en los medios españoles.
Y bien, en eso sí, no me he equivocado: digno de estudio... un ejercicio más de esos a los que tanto nos hemos aficionado en la nación de naciones, de lenguaje artificial y artificioso dominado por las cursiladas de lo políticamente correcto. Un montón de hombres que no pueden decir ni pío porque, digan lo que digan, van a ser tachados de machistas. Algunos, ostentosamente preocupados de verse obligados a opinar y aturullados al verse rodeados de mujeres, dicen verdaderas idioteces. Otros más pragmáticos, apuestan a caballo ganador y se unen al corifeo feminista... ¿Resultado? El inevitable “nos critican por ser mujeres” (Pajin dixit) –si se acuerdan, lo mismo que declarara la otrora directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regás, cuando cesó por desaparecer de la institución un incunable y no denunciarlo-, que hace innecesaria toda otra explicación (¿quién la precisa ante tan "incontestable" argumento?). Y una cola de oportunistas alabando la labor de nuestras ministras por el solo hecho de ser mujeres, aunque las mismas, dentro de un grupo humano, -el del Gabinete de ZP-, muy por debajo de lo mínimamente tolerable para llegar a ministro, constituyan un grupo particularmente inepto por lo que a su categoría profesional y a la calidad de su trabajo se refiere.
Cuando pienso en las ministras del Gobierno español, y puestos a decir algo positivo, recurro a eso tan socorrido de “bueno, De la Vega es muy trabajadora”, porque fuera de eso, las ministras del Gobierno español del Sr. Zapatero, al igual que los ministros, o por desgracia incluso más –¡que ya es decir!-, han dado un ejemplo grosero de mediocridad, de incapacidad, de superficialidad, de aburguesamiento inesperable en quien se llena la boca diciendo ser socialista–lo que, según me temo, es lo que critica el Allgemeine-, y de escasa preparación para aquello para lo que fueron nombradas.
¿Y saben qué? Que me da igual que sean mujeres, porque yo no estoy hablando de mujeres, estoy hablando de personas. Que desde el feminismo atroz que lo invade todo en el lenguaje español de lo políticamente correcto, parecen muchos y muchas los que han olvidado que, antes que mujeres, las mujeres son personas. Algo en lo que, por mucho que pese al feminismo rampante, son iguales las mujeres que los hombres... o por lo menos, todavía...
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