El pasado domingo se publicó en El Mundo un artículo sobre Medjugorje en el que lo llamaban el Fuengirola de Bosnia y se contaban cosas que no se si serán verdad o no. De algunas de ellas es la primera noticia que tengo. Otras las había oído, pero nunca las había contrastado.
Muchos de vosotros me habéis llamado o escrito, o llamado y escrito, indignados y cabreados, pidiéndome que liderara algo así como una protesta contra ese artículo, bien escribiendo, bien pidiendo explicaciones, en fin, yo qué sé…
Sobre este asunto he hecho algunas reflexiones estos días, y las comparto aquí con vosotros:
La primera es que yo no soy defensor de nada ni de nadie. De , sí, cuando haga falta y donde sea. Pero Medjugorje no es mío. Yo escribo sobre Medjugorje, y sobre muchas más cosas, y la gente es libre de leerlo o no, de creérselo o no, de interesarse o no.
La segunda es que conocí a la autora de ese artículo hace años. Trabajamos juntos en Intereconomía. Ella en Época y yo en Alba, pero compartíamos redacción, algún artículo que otro, y más de un café. Es una buena tía, de verdad. Buena gente. Sencillamente, ella ha ido allí y no le ha gustado.
A mí me podía haber pasado lo mismo cuando fui hace cuatro años. Llegas a un pueblo de Bosnia, país arruinado y destrozado, y te encuentras con un sitio donde es evidente que hay pasta, lleno de tiendas de rosarios y restaurantes, donde seis tíos dicen ver a , y los peregrinos son gente muy rara. De repente se ponen a mirar al sol, o se caen redondos por el suelo en una Misa. Muchos dicen ver cosas -a es lo mas normal que he oído-, y oler a rosas, y te lo cuentan con la menor prudencia del mundo. Es para mosquearse.
Estas cosas, que también están ahí, no me gustan, y son verdad. No hace mucho tiempo que una monja de clausura, me comentó cuanta gente les cuenta cosas de Medjugorje y me dijo, medio en broma medio en serio, que lo peor de Medjugorje somos los peregrinos. Estoy de acuerdo. Lo peor de Medjugorje no son los videntes, ni el obispo, ni los frailes, ni los periodistas. Lo peor, muchas veces, somos los que peregrinamos allí, y volvemos diciendo tonterías. En esto, yo me he lucido muchas veces, que conste.
No todo el mundo tiene el mismo camino, y si alguien tiene algún problema con eso, que lo discuta con el Señor, no con el director de El Mundo.
La segunda, es que yo he tenido mucha suerte. Medjugorje es un don, como la fe, y aunque no entienda por qué yo sí y otros no, que no entiendo por qué, me he dado cuenta de que yo no estoy aquí para entender, sino para amar. Y amar es un ejercicio que se desarrolla amando. No hay más.
Otra cosa es que al artículo le falte profundidad, pero eso es opinable. Si no te ha gustado, pues no compres más El Mundo, que dicho sea de paso, es enemigo abierto de y anuncia prostitución en sus páginas. No entiendo cómo los peregrinos de Medjugorje que se han molestado porque a Medjugorje lo llamen el Fuengirola de Bosnia, no se molesten y compren un periódico en el que se anuncia la prostitución y por tanto, se fomenta el proxenetismo, pero bueno, allá cada uno. Excusas siempre se encuentran.
Escribir sobre Medjugorje y quedarte en las tiendecitas de rosarios es tan poco serio como peregrinar a Medjugorje y centrarte en el sol para ver si da vueltas.
Esa no fue mi experiencia de Medjugorje. Mi experiencia de Medjugorje fue la de un amor que me destrozó. Me ganó por contundencia y rendición, sin yo buscarlo. Yo siempre digo que a Dios se le fue la mano conmigo. Ese amor me explotó en las narices y no sé cómo darle salida. Me falta tiempo y me equivoco muchas más veces de las que acierto al intentarlo, pero Medjugorje no es un espectáculo, ni un lugar del que traerse entretenidos temas de conversación para pasar la tarde y hacerse el interesante. Eso no es Medjugorje y es el Medjugorje que muchos de nosotros, peregrinos, transmitimos muchas veces.
Medjugorje es un fenómeno mediante el cual, con apariciones o sin ellas, mucha gente se siente por primera vez en su vida amada, en una vivencia a la que no se le puede poner color, ni música, ni palabras. Es como es y punto, y no todo el mundo la vive. Hubiese estado bien contar alguna de esas experiencias, como han hecho un buen documental de de este mismo verano, pero allá cada cual con su trabajo.
Otra cosa es que para mí, como periodista y hablando sobre el artículo, no se puede escribir sobre Medjugorje y quedarte en las tiendas. Es absurdo, pero bueno. Todos nos equivocamos.
Lo expliqué hace poco en otro post diciendo que escribir sobre Medjugorje y quedarte en las tiendas es como escribir una crónica de un partido y quedarte en los puestos de bufandas de fuera del estadio. El fútbol es un deporte que genera negocio, como Medjugorje es un fenómeno religioso que genera negocio.
Para terminar, que en El Mundo escriban así de Medjugorje es una fantástica noticia, os lo aseguro, y si no os gusta, no lo compréis más. Esta es una buena oportunidad para dejar esa mala costumbre. ¡Aprovecharla!
Por lo demás, el mejor artículo, libro o reportaje sobre Medjugorje, lo escribe cada uno, en su día a día, con los suyos. Así que dejaos de pataletas y a por ellos, porque el mundo –no el periódico- os está esperando, os necesita, y os necesita enteros, cristianos, alegres, como auténticos hijos de dispuestos a darlo todo a su manera: amando.