Es muy diferente escribir una crónica de un partido de fútbol si nunca te has puesto unas botas, si no has formado parte de un vestuario y si no has saboreado el gustazo de marcar un chicharro de bandera -aunque te saliese de churro-, a escribirlo habiéndolo vivido. No es que no se pueda, es que es diferente.
Es muy distinto escribir una crítica de cine si tú nunca has sufrido o disfrutado de la crítica de tu propia obra, sea la que fuere. No es que no se pueda, pero es diferente. Te faltará algo que te hubiese aportado el haberlo vivido.
Es más complicado escribir un reportaje sobre la investigación del universo si nunca has mirado por un telescopio, que si has sido un poco un loco de las noches de verano mirando estrellas tumbado en el campo.
Tendrás más posibilidades de dar en la diana al escribir sobre una faena de Enrique Ponce si una vez, al menos una vez, te has puesto el traje campero y has participado en una tienta. Tendrás olores, sonidos y sensaciones que enriquecerán tu vocabulario para ponerle palabras a lo que has vivido, no solo a lo que has visto o te han contado.
Para escribir sobre un fenómeno espiritual es necesario investigar, preguntar, leer y estudiar. O no, porque al fin y al cabo, hasta te lo puedes inventar. Pero para hacerlo bien, para explicarlo desde la verdad, es necesario rezar de rodillas, como es necesario probar un bocado del plato sobre el que vas a hacer una reseña en la guía gastronómica.
Para escribir sobe la fe tienes que haber rezado. Tendrás un criterio más acertado.
Si te quedas en lo que rodea al fenómeno del que vas a escribir sin entrar en materia, es como si escribes sobre los puestos de bufandas y banderas que rodean al Bernabeu en vez de describir el golazo de Cristiano Ronaldo. “El futbol no es un deporte, es un negocio. Solo tienes que ver que cada domingo junto al Bernabeu se montan cientos de quiscos de banderas”. Bueno, pues no. El futbol es un deporte que genera negocio, como Medjugorje, o Lourdes, o Fátima, es un fenómeno espiritual que genera tiendas de rosarios. No sé si este fenómeno radica en una aparición o no, pero si sé que es algo que se entiende mejor rezando, como el fútbol se entiende mejor jugando.
Ahora ya escribir de Medjugorje me importa poco. Lo que no me deja indiferente es rezar de rodillas, o no hacerlo.
Escribir de Medjugorje, sin haberte enfrentado a la posibilidad de que fuera cierto, remota y loca posiblidad de que toda esa gente está ahí por algo más que un sencillo engaño, es como escribir de una comida sin haber probado bocado, de futbol sin haber entrado al estadio, de música sin haber bailado, de humor sin haberte reído o de un amor sin haberte enamorado. Puedes hacerlo, pero lo más seguro es que te equivoques en algunas cosas.