Es una de esas noticias emotivas que aunque sólo sea, sirven para mitigar la desgracia cuando ésta es ya irreparable. Trátase del sentido homenaje rendido en la base de Mazar e Sharif, en Afganistán, a los dos guardias civiles muertos en acto de servicio en Qala e Naw, José María Galera Córdoba y Leoncio Bravo Picayo, tras lo que puede calificarse como un verdadero atentado en una guerra inmisericorde como todas.
Pues bien, parece ser que el pequeño grupo de guardias civiles españoles destacados en la base de Mazar e Sharif, en Afganistán, pidió permiso por la mañana para cambiar la bandera de los Estados Unidos que es la que ondea en la base, por la española, en homenaje a los compatriotas caídos, algo a lo que el comandante de la base, aunque no existían precedentes, accedió. Por la noche, cuando después de haber ondeado todo el día, los mismos guardias civiles procedían a arriar la enseña patria con los honores que corresponde, -entre los cuales una oración que no sé como habrá caído a la ministra cuyo ministerio pasará a la historia por la heroica acción de prohibir las oraciones en los actos militares-, y de manera espontánea, se unieron al acto –oración incluída- los otros contingentes con los que comparten la base, a saber, el destacamento francés al completo, los marines norteamericanos, los militares polacos y los holandeses, y el personal civil.
Nuestros dos compatriotas han rendido la vida de manera heroica una vez más, engrosando el número de héroes que conforman la nutrida relación que a esa lista aporta el noble y benemérito cuerpo español de la Guardia Civil. Lo han hecho en una guerra que ya no niega ni el Sr. Rubalcaba, -¡que ya es decir!-, el mismo que un aciago 13 de marzo nos dijo a los españoles mientras le crecía la nariz, aquello de que España no se merecía un Gobierno que nos mintiera [¡sic!].
Afganistán es una guerra, una verdadera guerra, pero los españoles que han caído en esa guerra han estado recibiendo las condecoraciones que corresponden a operaciones no militares, en un nuevo acto de felonía atribuible a un Gobierno cobarde y mentiroso, que miente tanto, que sus mentiras montadas sobre las previamente realizadas, acaban por componer un galimatías incomprensible, hasta aceptar, como ahora hace el Sr. Rubalcaba, que es una verdadera guerra lo que hasta hace sólo unas horas era una misión entre lo bucólico y lo pastoril, en la que los militares españoles ejercían de bondadosas hermanitas de la caridad. Lo que por otro lado, tampoco se sabe como caerá a una ministra, la de defensa, fóbica como pocas, a la que este tipo de vinculación entre soldados y hermanitas de la caridad no gustan, como bien sabemos todos, lo más mínimo.
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