El franciscano José Arregui se va porque no soporta a su obispo. Es así de sencillo. Su divergencia respecto al magisterio y la tradición de la Iglesia, y su inquina hacia quien fue tildado por el diario proetarra Gara de «hombre reaccionario de religiosidad preconciliar» han podido más que sus votos. De la pobreza y la castidad, no tengo noticias ni a favor ni en contra de su complumiento por parte de Arregui, por lo que no me pronunciaré. Pero de obediencia... ¡Ay!
No quiero juzgar los hechos, Dios me libre de tal temeridad. pero los hechos son los que son.
Además, estoy convencido de que el "burro" de D. José Ignacio, (véase su homilía de toma de posesión de la diócesis guipuzcoana) a quien estimo y aprecio, censurará todo intento de hacer leña del árbol caído y dedicará buena parte de su oración diaria a rezar por los arreguis, pagolas y demás progrenacionalistas de su especie. También estará contento si dedicamos parte de nuestra oración a alos enemigos de la Iglesia de Cristo, com Él nos enseñó.
No seré yo quien le lleve la contraria. Pero, vive Dios, que la espantada de Arregui es la prueba del nueve. Por desobediencia a Dios, cáyó Luzbel. Por desobediencia a su obispo, cae Arregui, quien prefiere adorar a una inventada, ficticia y absurda nación, al tiempo que proclama una inventada, ficticia y absurda fe.
Adios, Arregui. Adiós.