Recibo este alentador reportaje, y tal y como aparece en las fuentes (Semanario Alba), lo ofrezco a los lectores de Religión en Libertad . Una joven de hoy que decide entragar su vida a Dios. Muchos no lo comprtende. Pero todo es cuestión de amor. Una enamorada hace locuras por quien ama. ¿Por qué no las va a hacer por Dios, a quien ama más que a nadie? Tampoco es tanta locura, es una decisión lógica de quien ha descubierto lo que Dios quiere. Hay locuras poco humanas y nadie dice nada. Somos libres para decir que sí a quien me llama. Si el que me llama es Dios, ¿cómo le voy a decir que no? ¿Acaso no somos suyos?
Tiene 19 años, estudia Enfermería, tiene un montón de amigos y se mete monja. ¿Cómo se explica eso al mundo? Fácil: está enamorada de Dios, ha conocido un “cachito de Cielo” y no quiere perderlo. ¿Tan joven? “¿Qué harías tú si con 19 años te enamoras, esperas a acabar la carrera?”, me responde.
(Luis Losada, Semanario Alba). Es mi sobrina y no debería escribir este reportaje. Pero después de lo de Iker y Carbonero, creo que estaré disculpado. La historia es bonita, pero no fácil. Un streaptease espiritual en el que no se siente cómoda. Si lo hace, es por dar testimonio de las grandezas que Dios es capaz de hacer con los que se dejan.
Todo comienza en el verano de 2007. Alicia Losada viajaba a Roma al encuentro organizado por la diócesis de Madrid con el Papa. Ahí escuchó el “No tengáis miedo” de Juan Pablo II. Alicia se lo tomó en serio. “¿A qué tengo miedo si todo me va bien?” Familia ordenada, colegio con vocación de educar, amigos de la parroquia de Caná. “Tenía miedo a tratarle, a que me pidiera algo que no quisiera darle”, relata.
Ahí quedó la inquietud. No le contó nada a nadie. Tan sólo a su director espiritual, don Nicolás. ¿Qué te dijo? “Que me lo tomara con calma y que rezara”. ¿Qué hiciste? “Compuse una canción y pasé”. En parte porque Alicia estaba empeñada en demostrar al mundo que se podía ser una católica con vida de piedad intensa, oración y misa diaria y no ser monja. Alicia va a misa y reza a diario. “Rezar es como estar con tu novio; me encanta”. ¿Y la misa? “La necesito; es como si un día no comes, estás anémico, irascible, falto de fuerzas; a mí me pasa lo mismo con la misa”.
La muerte de Álvaro Ussía
Con el empeño de demostrar al mundo que se puede ser piadosa y no ser monja vivió hasta el verano siguiente: encuentro con el Papa en Sydney. “¿Y por qué no?”, se preguntó. “Me dije, vale, pues sí, me lo puedo plantear”.
Al regreso habló con su madre y le planteó por vez primera su vocación. “¿No será que estás huyendo de los hombres?”. Pregunta obligada que a Alicia no le sentó nada bien. Había tenido experiencias no positivas, “pero no tenía nada que ver”. Alicia esperaba una felicitación y se encontró con la prudencia materna, así que acudió a su cura. ¿Qué te dijo? “Tranquilidad y que rezara”.
Comienza 2º de Bachillerato, último curso de colegio. Año clave y de mal recuerdo para Alicia. Sufrió el estrés emocional de la muerte de su compañero Álvaro Ussía, cayó enferma, y los resultados académicos no la acompañaron. Y sobre todo, tenía que resolver su incógnita, porque dependiendo de su decisión, estudiaría una cosa u otra. La tensión de la encrucijada. “¿Cómo se sabe lo que Dios quiere de ti?”, se preguntaba.
Durante el curso cayó en sus manos la frase de la madre Teresa: “No importa lo que hagas, sino el amor con que lo hagas”. En Reyes le regalaron un libro de la madre y una chica la llevaría a uno de los hogares de las Misioneras de la Caridad. “Igual es una señal”, se dijo. El cura, lo de siempre: que rezara.
Rezaba, pero no venía. Así que, cansada, decidió lanzarle un reto al Señor. “Si quieres que me meta monja, dímelo, que yo me meto, sin ningún problema. Pero dímelo claro, escríbeme una carta”. No hubo carta, aunque sí algo parecido. Don Nicolás le regaló Camino. “Me enamoré de Él; fue mi carta; fue como descubrir un cachito de Cielo, sólo quiero a Dios”.
Tomada la decisión y tras las pistas de madre Teresa, fue a preguntar a las hermanas. No le terminó de convencer. En primer lugar, porque tenía que dejar de estudiar. “Me siento más útil si tengo formación que si no la tengo”.
Sonreír todo el día
Asunto descartado. ¿Y ahora? Dios no deja nunca sin su carta. Un día de ese verano la familia fue a misa de nueve a Caná. Ahí conoció a las monjas de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús, también conocidas como ‘café con leche’ por el color de su hábito. Durante el curso comenzó a ir a sus retiros y les empezó a coger gusto a pesar de que ella quería dedicarse a cuidar enfermos y las ‘café con leche’ no tenían enfermos. La decisión seguía sin tomarse y el cura le recomendaba que siguiera rezando hasta estar segura. Acabó estándolo, porque como ella dice, “la oración funciona”. A principios de noviembre decidió decírselo a sus padres. Planeó la estrategia. “Tenía que hacerlo bien, soy la hija mayor, la única hija, había que explicarlo bien y buscar el momento”. No le salió muy bien. Como es lógico, sus padres empezaron a preguntar dónde, cuándo, por qué... Preguntas para las que Alicia no tenía respuesta y que encendieron la preocupación de sus padres hasta que don Nicolás -testigo fiel y puntual de la historia- les tranquilizó: va en serio y las monjas son serias.
¿Sientes que renuncias a algo? “Dejas tu vida, tus amigos, tu familia para darte a los demás”. A Alicia lo que le impone es cortar con su vida. La pobreza no le preocupa. Tampoco la obediencia. ¿Y si tu jefa es obstinada, tiene manías, es ineficiente? “Da igual, pero sonríen todo el día”. ¿Y la castidad? “Es fácil”. ¿Y renunciar al sexo? “Yo no lo veo como un problema. ¡Es que le entrego mi virginidad a Dios!”. ¿Y nostalgia de fundar una familia? “Es que me veo más feliz de monja que de casada; quiero casarme con Dios, no me cabe otra posibilidad”.
En todo caso, ¿esto es un noviazgo o es un matrimonio; o sea, es definitivo? “Sí, es un noviazgo; si veo que no es lo mío, rectifico y busco mi camino, aunque creo que no me he equivocado”. Alicia afirma que las ‘café con leche’ son su vocación. Pero ¿te apetece?, ¿es atractivo humanamente? “Yo siempre le pedía Dios que me diera hermanas y sólo he tenido hermanos; ahora resulta que voy a tener 160 hermanas; Dios siempre responde”. Además, concluye que cada madre de Galapagar “es un cachito de Cielo, se respira amor por todas partes y, sobre todo, ellas siempre sonríen: yo también quiero”.
Todo comienza en el verano de 2007. Alicia Losada viajaba a Roma al encuentro organizado por la diócesis de Madrid con el Papa. Ahí escuchó el “No tengáis miedo” de Juan Pablo II. Alicia se lo tomó en serio. “¿A qué tengo miedo si todo me va bien?” Familia ordenada, colegio con vocación de educar, amigos de la parroquia de Caná. “Tenía miedo a tratarle, a que me pidiera algo que no quisiera darle”, relata.
Ahí quedó la inquietud. No le contó nada a nadie. Tan sólo a su director espiritual, don Nicolás. ¿Qué te dijo? “Que me lo tomara con calma y que rezara”. ¿Qué hiciste? “Compuse una canción y pasé”. En parte porque Alicia estaba empeñada en demostrar al mundo que se podía ser una católica con vida de piedad intensa, oración y misa diaria y no ser monja. Alicia va a misa y reza a diario. “Rezar es como estar con tu novio; me encanta”. ¿Y la misa? “La necesito; es como si un día no comes, estás anémico, irascible, falto de fuerzas; a mí me pasa lo mismo con la misa”.
La muerte de Álvaro Ussía
Con el empeño de demostrar al mundo que se puede ser piadosa y no ser monja vivió hasta el verano siguiente: encuentro con el Papa en Sydney. “¿Y por qué no?”, se preguntó. “Me dije, vale, pues sí, me lo puedo plantear”.
Al regreso habló con su madre y le planteó por vez primera su vocación. “¿No será que estás huyendo de los hombres?”. Pregunta obligada que a Alicia no le sentó nada bien. Había tenido experiencias no positivas, “pero no tenía nada que ver”. Alicia esperaba una felicitación y se encontró con la prudencia materna, así que acudió a su cura. ¿Qué te dijo? “Tranquilidad y que rezara”.
Comienza 2º de Bachillerato, último curso de colegio. Año clave y de mal recuerdo para Alicia. Sufrió el estrés emocional de la muerte de su compañero Álvaro Ussía, cayó enferma, y los resultados académicos no la acompañaron. Y sobre todo, tenía que resolver su incógnita, porque dependiendo de su decisión, estudiaría una cosa u otra. La tensión de la encrucijada. “¿Cómo se sabe lo que Dios quiere de ti?”, se preguntaba.
Durante el curso cayó en sus manos la frase de la madre Teresa: “No importa lo que hagas, sino el amor con que lo hagas”. En Reyes le regalaron un libro de la madre y una chica la llevaría a uno de los hogares de las Misioneras de la Caridad. “Igual es una señal”, se dijo. El cura, lo de siempre: que rezara.
Rezaba, pero no venía. Así que, cansada, decidió lanzarle un reto al Señor. “Si quieres que me meta monja, dímelo, que yo me meto, sin ningún problema. Pero dímelo claro, escríbeme una carta”. No hubo carta, aunque sí algo parecido. Don Nicolás le regaló Camino. “Me enamoré de Él; fue mi carta; fue como descubrir un cachito de Cielo, sólo quiero a Dios”.
Tomada la decisión y tras las pistas de madre Teresa, fue a preguntar a las hermanas. No le terminó de convencer. En primer lugar, porque tenía que dejar de estudiar. “Me siento más útil si tengo formación que si no la tengo”.
Sonreír todo el día
Asunto descartado. ¿Y ahora? Dios no deja nunca sin su carta. Un día de ese verano la familia fue a misa de nueve a Caná. Ahí conoció a las monjas de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús, también conocidas como ‘café con leche’ por el color de su hábito. Durante el curso comenzó a ir a sus retiros y les empezó a coger gusto a pesar de que ella quería dedicarse a cuidar enfermos y las ‘café con leche’ no tenían enfermos. La decisión seguía sin tomarse y el cura le recomendaba que siguiera rezando hasta estar segura. Acabó estándolo, porque como ella dice, “la oración funciona”. A principios de noviembre decidió decírselo a sus padres. Planeó la estrategia. “Tenía que hacerlo bien, soy la hija mayor, la única hija, había que explicarlo bien y buscar el momento”. No le salió muy bien. Como es lógico, sus padres empezaron a preguntar dónde, cuándo, por qué... Preguntas para las que Alicia no tenía respuesta y que encendieron la preocupación de sus padres hasta que don Nicolás -testigo fiel y puntual de la historia- les tranquilizó: va en serio y las monjas son serias.
¿Sientes que renuncias a algo? “Dejas tu vida, tus amigos, tu familia para darte a los demás”. A Alicia lo que le impone es cortar con su vida. La pobreza no le preocupa. Tampoco la obediencia. ¿Y si tu jefa es obstinada, tiene manías, es ineficiente? “Da igual, pero sonríen todo el día”. ¿Y la castidad? “Es fácil”. ¿Y renunciar al sexo? “Yo no lo veo como un problema. ¡Es que le entrego mi virginidad a Dios!”. ¿Y nostalgia de fundar una familia? “Es que me veo más feliz de monja que de casada; quiero casarme con Dios, no me cabe otra posibilidad”.
En todo caso, ¿esto es un noviazgo o es un matrimonio; o sea, es definitivo? “Sí, es un noviazgo; si veo que no es lo mío, rectifico y busco mi camino, aunque creo que no me he equivocado”. Alicia afirma que las ‘café con leche’ son su vocación. Pero ¿te apetece?, ¿es atractivo humanamente? “Yo siempre le pedía Dios que me diera hermanas y sólo he tenido hermanos; ahora resulta que voy a tener 160 hermanas; Dios siempre responde”. Además, concluye que cada madre de Galapagar “es un cachito de Cielo, se respira amor por todas partes y, sobre todo, ellas siempre sonríen: yo también quiero”.