Probablemente el nombre de Jerónimo Gracián no diga mucho al público en general pero si le agregamos que fue el confesor de Santa Teresa de Jesús (1515-1582) más cercano y al que quiso como solamente se puede querer a un hijo, seguramente, llamará la atención de no pocos lectores y les resultará -como le pasó al que esto escribe- una figura fascinante, digna de un homenaje póstumo que bien podría llevarlo a los altares en la medida en que siga caminando su causa.
A la luz de lo anterior, vale la pena destacar cinco aspectos. Antes de entrar en ellos, comentar que somos muchos los que, tras conocer el legado de Santa Teresa, nos topamos con el P. Gracián, su esfuerzo sobrehumano por mantener la reforma luego de la muerte de la fundadora y cómo se le trató de una forma totalmente injusta. Sin duda un caso que nos enseña la importancia de no quedarnos nunca en las apariencias sino en la objetividad de los hechos. Del P. Gracián destacamos lo siguiente:
Primero: Como cualquier persona tuvo sus defectos. Por ejemplo, algunas decisiones que, si bien se entienden en el contexto del siglo XVI, se las pudo haber ahorrado como la decisión de amputar miembros del cadáver de la santa a modo de reliquias pero que trajeron consigo un desmembramiento bastante penoso y fuera de lugar. También el hecho de ser, parafraseando a la santa, un tanto cuanto temerario pero todo esto se compensa con la convicción de que se tenía que hacer la reforma de la orden y que solamente los valientes y arriesgados podían conseguirlo como, efectivamente, sucedió.
Segundo: En la Iglesia también existen las envidias y conflictos. No somos ángeles, sino seres humanos en proceso y toca esforzarnos por cuidar nuestras relaciones humanas de tal manera que sean sanas. El P. Gracián fue ejemplo de cómo responder de forma coherente con la fe pues, pese a que el Papa le autorizó volver a los descalzos, decidió no hacerlo para evitar nuevas fisuras. Ósea, pensó en el bien de la orden antes que en sus propios gustos.
Tercero: Seguir a Jesús siempre trae complicaciones y varias persecuciones. Si nos tocan hay que saber vivirlas con alegría y carácter. El P. Gracián contaba cómo Santa Teresa se tomaba con humor las falsas acusaciones -casi novelescas- que les inventaban.
Cuarto: Dios puede pedirnos reformar grupos o instituciones que requieren de un nuevo impulso. En caso de ser así empezar por uno mismo.
Quinto: Leyendo sus obras destaca su cultura y equilibrio psicológico que acaba con la leyenda de que era frío, cruel o intolerante. Era realmente un líder, alguien con madera de mando que lo hacía en términos muy humanos en una época en la que esto no era lo común. En este sentido, resulta ejemplar su buen tino para evitar tanto los efectos del relativismo como de la rigidez. Extremos que hoy siguen estando presentes y que debemos superar en favor de la unidad de la Iglesia.
Revaloremos la figura del P. Jerónimo Gracián y dejémonos sorprender por su vida que estuvo marcada por todo tipo de aventuras, incluso el haber caído prisionero entre los turcos y mil capítulos más que nos lo presentan como una figura querida y entrañable. Por algo Teresa de Jesús lo fichó y acompañó. Sin duda, la santa tenía buen ojo al sumar personas con las que compartía una meta común.
Fuente consultada:
https://fedvirgendelcarmen.es/santos/gracian/
Créditos de la imagen:
https://delaruecaalapluma.com/2020/09/21/jeronimo-gracian-precursor-del-doctorado-teresiano/