Dios vive en su santa morada; Dios, que prepara casa a los desvalidos, da fuerza y poder a su pueblo (Sal 68(67),6s.36).
En la economía salvífica veterotestamentaria, el Templo de Jerusalén era el lugar por excelencia de la presencia de Dios. Pero, el verdadero templo de Dios es el cuerpo de Cristo, en el que está toda su divinidad (cf. Jn 2,21). Ese Dios que no puede ser contenido por cielos ni tierra, lo encontramos en la humanidad de Cristo. ¿Y dónde hallar a Cristo?
Cristo está siempre presente a su Iglesia sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos […]. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (SC 7).
Dios, que trasciende cielos y tierra, se hace presente en la liturgia. Y podríamos decir que nos prepara una doble morada a nosotros los desvalidos. La liturgia no es una creación nuestra nacida simplemente desde nosotros. La posibilidad de la liturgia y nuestra participación en ella lo es gracias a que Dios nos ha preparado esa morada en la que él esta presente, lo mismo que nuestra pertenencia a la Iglesia. Y esta morada terrestre es un anticipo de la celeste que el Resucitado, en su Ascensión, nos ha ido a preparar (cf. Jn 14,2).
La Iglesia, la liturgia, la Eucaristía son morada para nosotros, que nos preparan y anticipan la celeste. Y esa preparación es también fuerza graciosa que recibimos para poder volver a la casa del Padre.
[Pese a que mañana se celebra la Solemnidad de Santiago apóstol, he comentado la antífona de entrada del decimoséptimo formulario de misas del tiempo ordinario]
La Iglesia, la liturgia, la Eucaristía son morada para nosotros, que nos preparan y anticipan la celeste. Y esa preparación es también fuerza graciosa que recibimos para poder volver a la casa del Padre.
[Pese a que mañana se celebra la Solemnidad de Santiago apóstol, he comentado la antífona de entrada del decimoséptimo formulario de misas del tiempo ordinario]