Los argentinos se sienten "perplejos y doloridos" ante la ley que podría despenalizar el aborto en el país: "Sería la primera vez que se dictaría en la Argentina... una ley que legitime la eliminación de un ser humano por otro ser humano". Así lo afirmó este domingo el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Óscar Vicente Ojea, en la homilía de la Misa por la Vida que congregó a miles de personas ante la basílica de Luján para encomendarle esta causa a la Virgen patrona de la nación.
La perplejidad y el dolor provienen de que la legalización del aborto era algo que había rechazado expresamente el presidente Mauricio Macri durante la campaña electoral. Sin embargo, el actual inquilino de la Casa Rosada incluyó el debate en la agenda legislativa tras intensas presiones de los organismos mundialistas sobre el gobierno argentino si quería renegociar la inmensa deuda dejada por los presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández. De hecho, la aprobación de la ley en la Cámara de Diputados se produjo por un estrecho margen de votos tras el cambio de última hora en el criterio de cuatro de ellos.
Llegadas desde todos los rincones de la nación, miles de personas, en su mayoría jóvenes y familias, llegaron desde la noche anterior a las inmediaciones del templo para participar en la Misa por la Vida y renovar la consagración del pueblo argentino a su patrona. Exhibían pañuelos celestes y el lema Vale toda vida, con el cual el episcopado se ha opuesto a la ley de plazos en curso, que convierte el aborto en un derecho hasta las 14 semanas de gestación.
La misa se celebró a las once de la mañana en un altar montado frente a la basílica. Allí, monseñor Ojea explicó que se habían congregado a los pies de la Virgen de Luján para pedirle que “nos enseñe los caminos para aprender a respetar la vida, a cuidarla, a defenderla y a servirla”.
“Aquellos que decimos que defendemos la vida desde la concepción hasta su término natural pasando por todas las etapas de su crecimiento no podemos quedarnos en enunciados y en palabras”, proclamó: "Tenemos que asumir el compromiso social concreto que nos lleve a crear condiciones dignas para recibir la vida, acompañando muy cercanamente a aquellas hermanas nuestras que tienen embarazos en situaciones psíquicas y sociales sumamente vulnerables y frágiles”. Por ello “es necesario encontrar soluciones nuevas y creativas para que ninguna mujer busque recurrir a un desenlace que no es solución para nadie”.
En particular a los jóvenes, presentes por miles, les recordó que “hemos recibido nuestra vida como don, por eso debemos cuidarla. No somos dueños de otra vida humana: es otro cuerpo, otra vida sobre la que no tenemos poder. Chicos y chicas, el aborto no es un derecho sino un drama”.
"Los argentinos", concluyó, "no podemos perder esa hospitalidad esencial de todo ser humano: la capacidad de recibir con los brazos abiertos a todos aquellos que han sido invitados al banquete de la vida, preparando para ellos una casa digna de ser habitada, una Patria más justa, más fraterna y más humana”.