Chiquitunga, es decir, la religiosa carmelita María Felicia de Jesús Sacramentado (y de nombre civil María Guggiari Echeverría) , ya es beata, la primera mujer paraguaya beatificada.
Este sábado, ante 50.000 devotos de la religiosa, que murió joven, con 34 años en 1959, el cardenal Angelo Amato se mostró satisfecho por la devoción popular que desplegaron los paraguayos. “Pensar que para una beatificación no es suficiente la catedral y que necesita de un estadio y una extensión de pantallas en otro estadio adyacente, es muy notable”, observó el religioso.
Los feligreses rebosaron el estadio de fútbol del club Cerro Porteño de Primera División y sus alrededores en el barrio obrero de Asunción.
El retablo hecho con rosarios
La ceremonia duró aproximadamente dos horas. En ella se exhibió el mosaico gigante del rostro de la beata, compuesto por el artista Koki Ruiz con 700.000 rosarios donados por paraguayos y devotos de otros países. En el momento de descubrir el mosaico los familiares de Chiquitunga no pudieron contener las lágrimas.
“Leímos la vida de Chiquitunga. Investigamos, y nos tocó profundamente. Ella era una mujer paraguaya maravillosa, y hoy me siento feliz por el día y la cantidad de gente”, dijo el artista. Describió el retablo como “la obra más maravillosa” que hizo en su vida. “Cada rosario tiene una historia de una persona o de una familia paraguaya”.
Macarena Ruiz, hija de Koki, contó que han trabajado durante seis meses entre 15 personas para crear el retablo. “Papá eligió hacer la obra de rosarios luego de leer la vida de Chiquitunga. En el libro sobre la vida de Chiquitunga se menciona que cuando ella falleció la gente les pedía a las hermanas carmelitas que pasaran un rosario por el cuerpo ya inerte de Chiquitunga”. Koki Ruiz también se encargó del retablo para la visita del papa Francisco a Paraguay y de las celebraciones de Semana Santa en Tañarandy, en la región de Misiones. (Aquí, un Facebook dedicado a este retablo de rosarios).
Las virtudes de la joven beata
El cardenal Amato recordó la biografía de la joven beata. Desde los 14 años ella estaba volcada en el apostolado en Acción Católica e impartía catequesis a niños, jóvenes trabajadores, universitarios con problemas, pobres, enfermos y ancianos. Varios de esos niños, hoy de edad avanzada, estaban este sábado en el Estadio recordando a su maestra. A los 30 años, Chiquitunga entró en las carmelitas descalzas, con el nombre de María Felicia de Jesús Sacramentado. Fue carmelita menos de 5 años, ya que murió el domingo de Pascua de 1959.
La beata María Felicia, dijo el cardenal Amato, “era una persona que respondía 100% a la llamada de su bautismo. Su fe era sólida, vida y operante. Los testigos hablan de una fe inmensa, convencida, expansiva, que se manifestaba diariamente en su obediencia, en su exquisita caridad y en el pedir perdón por los errores propios y de los demás”.
La lectura del Nuevo Testamento, continuó el purpurado, “fue el arma de su apostolado. Cuando ingresó al convento regaló a todas sus hermanas una copia de los cuatro evangelios”. “Siempre rezaba por la santificación de los sacerdotes. En su última enfermedad ofreció sus sufrimientos por ellos”, añadió.
La misma generosidad la mostró en el convento. “Su caridad hacia las hermanas necesitadas fue verdaderamente heroica, o como dice una hermana, ‘exagerada’”. De hecho, “perdonaba prontamente y siempre a quienes las maltrataban. Conquistaba a todas con su paciencia sonriente”. “Después de su muerte, las hermanas más críticas fueron las primeras en llorar y en testimoniar su caridad heroica”, subrayó.
La reliquia y el milagro
Tras la lectura del decreto de beatificación, se presentó la reliquia de la beata contenido en una urna: el cerebro incorrupto de Chiquitunga que fue llevado hasta el altar por dos religiosas, acompañadas de Ángel Ramón Duarte, el joven protagonista del milagro (cumplirá 15 años el 15 de agosto) que ha permitido la beatificación. (El cerebro, que debería ser lo primero en deshacerse en un cadáver, en el caso de la beata ha quedado encogido y como petrificado).
Ángel Ramón, junto a su familia, vivió intensamente la fiesta de beatificación. “No sé como explicar, me siento emocionado. Yo le debo la vida, ella es como una madre, a quien siempre le rezo y pido por la salud de todos”, señaló el joven al final de la ceremonia.
En junio de 2017, Ángel confesaba que antes pensaba que lo de su milagro era un invento de su abuela. "Mi abuela me contaba que yo nací muerto y no creía. Después fui a Asunción junto a mi tía del corazón, la obstetra Blanca Rosa Duarte, ella me dijo que esa historia era verdad y entonces me sentí muy emocionado, solo Jesús puede morir y sobrevivir otra vez", relata Ángel Ramón Domínguez.
También su abuela Beatriz se mostró igualmente sobrepasada de la emoción. “Me emociona mucho todo esto, ya lloré mucho. Para nosotros como familia la beata Chiquitunga es todo, vamos a seguir encomendándonos a ella. Siempre le pedimos salud y que Juan Angel estudie y sea alguien en la vida”, indicó la señora Beatriz Peralta, abuela y tutora de Ángel Ramón.
Ángel Ramón vive actualmente con su abuela en San Pedro de Ycuamandyyu, capital del departamento de San Pedro. Vive dentro de una familia humilde, actualmente está cursando el noveno grado en el colegio Nacional de San Pedro. Su madre, Liz Marlene, sordomuda, trabaja en Asuncion. Mientras que su padre, también sordomudo, falleció cuando Ángel tenía 3 años de vida.
También estaba presente la doctora obstetra Blanca Rosa Duarte, que asistió al parto del bebé sin signos de vida y que rezó a Chiquitunga pidiendo el milagro. Aún trabaja en el Hospital de San Pedro del Ycuamandiyu. “Que todo el Paraguay rece para que tengamos ahora a la primera santa paraguaya”, pidió Blanca Rosa.
La doctora ha contado varias veces cómo fue el milagro con el bebé hace 15 años: “Yo lo llevo [al bebé] al otro sector del quirófano y comienzo con el procedimiento de reanimación. Pasaron diez minutos y nada. Se trajeron tres balones de oxígeno en el lapso de 20 minutos. Luego viene llegando el anestesista con el suyo y hace el mismo procedimiento y es entonces que, llorando y con los brazos abiertos, le pido a Chiquitunga que interceda a su favor para que obre el milagro de la vida”. “Pasaron 30 minutos después de varios intentos de reanimarlo con respiración boca a boca, y, de repente, cuando ya se debía decir lo ocurrido a los padres, el niño comenzó a respirar, dando los primeros latidos y suspiros en el mundo, y sin complicaciones físicas”.
(La historia de este milagro, con más detalles, aquí en ReL)
La familia directa de Chiquitunga, muy emocionada
Las religiosas emocionadas
También acudieron unas 40 religiosas carmelitas del país, rompiendo por una vez su estricta clausura para este momento tan especial. La hermana Catalina de Cristo, que lleva 12 años de carmelita, explicó al diario La Nación que la beata era para ella una hermana y compañera, ya que “es un ejemplo de vida religiosa”. “Es un mensaje de abnegación evangélica muy fuerte”, aseguró.
Por su parte, la muy veterana hermana Ana María Santa Teresa de Jesús, de 83 años (66 en la congregación), pudo explicar que ella fue alumna de catequesis de la Beata María Felicia y luego compañera de noviciado.
Ella, dijo, es “un instrumento de Dios, “Él obra a través de ella”, precisó. Son incontables las familias que creen y rezan a Chiquitunga, tanto en Paraguay como en el extranjero, añadió. "Ella es una intercesora ante Jesús y estoy segura que después de su beatificación va a conceder más milagros para que sea santa”, subrayó.