Un signo de que la Iglesia es universal, que en Cristo hace hermanos a hombres y mujeres de muy distintas culturas y sociedades lo vemos en los misioneros, pero especialmente cuando llegan misioneros de países de África a servir a países de cultura católica.
Es el caso de Jeannette Makenga, religiosa congoleña del Instituto de las Misioneras de Cristo Jesús (misionerasdecristojesus.org), que lleva 23 años de misionera en Venezuela.
Trabaja en un barrio en las afueras de Maracaibo, donde es coordinadora del Centro de Promoción Integral del Niño (CEPIN). La Comisión para los Derechos Humanos del Estado venezolano de Zulía, destaca cada mes a un personaje que se dedica a la ayuda de los más necesitados. En este mes de mayo el protagonismo ha sido para esta misionera.
La hermana Jeannette recuerda cómo su vocación nació del ejemplo de las misioneras que trabajaban en su pueblo natal, Ilebo, en las orillas del río Kasai, en la República Democrática del Congo. Anhelaba ser como ellas e “ir a servir a los lugares donde nadie quiere ir”.
Su entrega y la ayuda de la archidiócesis de Maracaibo y de los Misioneros del Sagrado Corazón, logró alquilar una vivienda, para ayudar a los niños del barrio, donde existe un alto nivel de desnutrición infantil.
“Cuando llegué, el barrio estaba en condiciones de mucha pobreza. Las casas eran de lata, no había luz en el barrio, ni servicios”, cuenta. Y el comedor empezó atendiendo 50 niños, pero hoy ya son 365 los niños que se benefician de las ayudas de CEPIN. Casi todos los niños pertenecen a la etnia wayuu o guajira.
Para este y otros programas que lleva adelante, recibe la ayuda de la Fundación Isabel Martín (fundacionisabelmartin.es), una fundación que lleva el nombre de otra misionera de su congregación que dedicó su vida a los más pobres de la India. El año pasado, en una entrevista que le hacía la misma Fundación, y ya decía que “ahora en Venezuela no tenemos nada. Toda la comida viene de Colombia”. La situación un año después es todavía peor.
“La gobernación del Zulia a través de sus programas de alimentación, nos cubre la base de carbohidratos, pero desde hace algunos meses nos hace falta la proteína en la dieta alimenticia”, señala. Así que se desvive por lograr todo lo necesario. La hermana no tiene planes de volver al Congo, así que seguirá con todos los programas que lleva adelante el Centro y la ayuda a los refugiados. Lo tiene claro: “Me quedo porque mi entrega es definitiva”.
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