José Francisco Mukul Domínguez, de Yucatán (México), cumple 25 años de sacerdote y cuenta la historia de su vocación y las alegrías de este servicio en una entrevista con Gabino Tzec Valle en el Diario de Yucatán. Todo empezó con un cartel, y después Dios le dio fuerzas para superar algo que le paralizaba: el miedo a hablar en público. Incluso fue misionero en África. Así lo explica a sus 54 años.


- A los 16 años estudié la carrera de contador privado y por ser el hijo mayor de la familia, cuando tenía 18 años, comencé a trabajar en la naviera Transportación Marítima Peninsular, que dirigía Manuel Díaz Rubio; me encargaba de hacer las compras para los barcos y de vez en cuando visitaba Progreso, los capitanes me invitaban a comer en los barcos.

Quería estudiar para contador público y trabajar en un banco, vestir de saco y corbata; esa era mi ilusión, pero desde niño, en mi natal Abalá, fui acólito y vi las necesidades de mi pueblo, no había sacerdotes, eso también me marcó pero no pensaba en ser cura sino en estudiar contabilidad y trabajar para ayudar a mi familia en los gastos del hogar.

No, también los padres Javier Castillo Domínguez y los hermanos Mario y Martín Medina Balam son originarios de Abalá, los cuatro fuimos acólitos del mismo sacerdote que acudía a nuestro pueblo para oficiar la misa.

Caminaba por el Paseo de Montejo rumbo al trabajo en la naviera y vi un cartel de la Semana Vocacional que decía “Tu vida tiene un sentido, Cristo te llama”, me invitaron a participar en esas pláticas que se dieron en el Seminario, fue así que Dios me llamó e ingresé al centro de enseñanza en 198,;mi ordenación fue el 24 de marzo de 1993 y estuvo a cargo del arzobispo Manuel Castro Ruiz.

» Pensé mucho en solicitar ser ordenado sacerdote por mis limitaciones, se me dificultaba hablar en público, no me salían las palabras, me daba pánico estar frente al público, eso lo veía como un impedimento, pues soy muy tímido; recuerdo que el mensaje de mi primera misa lo escribí para leerlo pero un día un obispo me dijo: “Habla de la palabra de Dios y vas a hablar”. A fuerza fui aprendiendo, cuando ejercía mi ministerio en el albergue de Cottolengo (19941996) leí el mensaje “El que presta servicios despierta capacidades”, así es como fui venciendo el pánico de hablar en público.

Dios me tomó de la mano y me puso al frente de esta parroquia (Purísima Concepción y San José), me asombra cumplir 25 años de sacerdote pero son 25 años de agradecimiento a Dios que va purificando mis intenciones. Me siento satisfecho de ejercer el sacerdocio, que más que una cuestión personal es el plan de vida que Dios tiene para mí, y cada día trato de ejercerlo lo mejor posible.


-Un sacerdote va más allá de las obras sociales, recuerdo que cuando me iban a ordenar me entrevistaron por el Diario de Yucatán y me preguntaron por qué quería ser sacerdote, respondí que para ayudar a la gente; el arzobispo Manuel Castro Ruiz leyó la publicación, me llamó y me dijo que para ayudar a la gente no hay que ser sacerdote, si esa era mi intención no tenía porqué serlo (sacerdote); eso me hizo reflexionar sobre el servicio ministerial de llevar la palabra de Dios, quien ha sido bueno conmigo.

Observo que la gente de Progreso es generosa y con fe positiva, veo que a las misas dominicales acuden familias completas, se nota la presencia familiar, hemos insistido en la cuestión familiar porque ahí comienza la educación de la fe, es una pequeña iglesia doméstica, por eso también insistimos en la catequesis y Pastoral Familiar, los encuentros matrimoniales, las pastorales universitaria, juvenil y adolescentes.

Fue una gran experiencia por esa región necesitada de la palabra de Dios, estuve de 1997 a 1998, fueron días inolvidables y de gratos recuerdos que viví como misionero con los habitantes en medio de la guerra de esa parte olvidada del mundo, lo cual debes contar aparte.