"Mis hijos se fueron del país hace años, apenas hablo con ellos y quienes me cuidan son las señoras de la iglesia", cuenta la jubilada. Una situación similar a la que vive un número creciente de cubanos, dado el acelerado envejecimiento de la población y los altos índices de emigración entre los más jóvenes.
A lo largo de la Isla, la Iglesia católica gestiona varios programas de ayuda para las personas de la tercera edad, según las posibilidades de cada parroquia o congregación. Estos proyectos se sostienen con ayudas y donaciones del extranjero.
Casi un 20% de la población cubana supera los 60 años y la tasa de fecundidad es de apenas 1,63 hijos. Para tener un relevo generacional se necesita una tasa mínima de 2,4 hijos por cada mujer en edad fértil.
La parroquia de San Agustín, a la que acude Ramona, cuenta con un grupo de unos 20 voluntarios que brindan su ayuda a los ancianos del vecindario. Priorizan a aquellos que no pueden valerse por sí mismos o que tienen graves dificultades económicas, pero la demanda es tanta que apenas dan abasto.
Alimentos, medicinas, pañales desechables y accesorios para caminar son algunos de los productos con mayor demanda entre los ancianos. Sin embargo, los voluntarios saben que para muchas de estas personas la compañía también es vital.
"Tratamos de brindar el mayor apoyo posible a los abuelos para que se sientan acompañados, la mayoría de ellos no tuvo hijos o por alguna situación quedaron solos", puntualiza Rosario, una de las voluntarias de la iglesia de San Agustín.
"Distribuimos ropa, zapatos y medicamentos que nos llegan de donación, además abrimos un comedor con almuerzo y comida tres veces por semana", cuenta a 14ymedio.
El proyecto funciona desde hace 17 años y comenzó a menor escala con unos pocos ancianos. En la actualidad atiende a un centenar de personas de entre 60 y 97 años. El programa que realizan incluye actividades físicas y sociales.
"Diseñamos un programa para cada día, los lunes el diácono comparte las lecturas del domingo y una pequeña reflexión", detalla la voluntaria. "Los miércoles tenemos un pequeño taller de artesanía y los viernes una profesora de taichí hace ejercicios con ellos".
El cronograma se completa con la visita "de algunos benefactores y personas interesadas en conocer nuestro proyecto, que interactúan con ellos", agrega.
En Cuba existen unas 265 Casas de Abuelos para atención diurna y socialización, además de 147 Hogares de Ancianos gestionados por el Estado. Pero estos últimos solo cuentan con 11.726 camas para quienes deban permanecer a tiempo completo, una cifra muy por debajo de las necesidades.
El Gobierno también administra un Sistema de Atención a la Familia a través del cual unos 76.000 ancianos de bajos ingresos reciben comida elaborada y a precios subsidiados, pero la cifra está lejos de aliviar el problema, en un país con más de dos millones de ancianos.
Para el año 2050 se espera que la Isla sea el noveno país del mundo con mayor población de ancianos y que tenga 3.598.782 millones de habitantes de 60 años o más, un 33,2% de su población total, según estimados del Centro de Estudios de Población.
Bajo el cuidado de órdenes religiosas se hallan 11 asilos que cuentan con mejores condiciones higiénicas y una atención de mayor calidad. Entre los más grandes en el occidente del país están los de Santovenia, María Inmaculada en el Cerro, Siervas de San José en Playa o de las Hijas de la Caridad en Bejucal.
"No nos importa si los ancianos profesan o no alguna religión, aquí todo el que tenga problemas es admitido, nos gustaría poder tener capacidad para más personas pero no podemos", cuenta a 14ymedio una trabajadora de Santovenia.
Las Iglesias protestantes gestionan al menos otros cinco centros para la tercera edad y a cargo de los masones de la Gran Logia se encuentra uno, según datos publicados en la prensa oficial.
Antes de ser trasladado hacia la ciudad de Trinidad, el sacerdote católico José Conrado Rodríguez Alegre llevó durante años un proyecto para alimentar a los ancianos más desfavorecidos en una barriada pobre de Santiago de Cuba. El comedor de la iglesia de Santa Teresita todavía se llena cada día de jubilados que no pueden costear sus alimentos.
"Algunos están en una situación muy delicada no solo por la soledad o la miseria, sino también porque presentan problemas de demencia senil", cuenta a 14ymedio una de las monjas que atiende en la actualidad el proyecto.
Una investigación realizada en la Isla estimó que unas 160.000 personas padecen demencia, una cifra que alcanzará los 300.000 afectados para el año 2040, lo que representa el 2,7% de la población.
"La Iglesia no está de espaldas a esta situación, y ella también está envejecida, enfatiza una voluntaria del comedor en la parroquia de San Agustín.