El Covid-19 sigue cobrándose víctimas y estos días en Bolivia se ha cebado con personas que han entregado su vida en el cuidado de los últimos, de los que no tienen nada. Tres religiosas de la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados han fallecido en poco más de una semana al contagiarse mientras ejercían su trabajo misionero cuidando ancianos pobres en la Casa “La Sagrada Familia”.
Se trata de las hermanas Hilda Arteaga Flores, María Isabel Agip Sánchez y Asunción Bravo Rivas.
Según una nota de la Conferencia Episcopal de Bolivia, la hermanba Asunción Bravo Rivas falleció el 22 de septiembre, mientras que las hermanas María Hilda Arteaga Flores y María Isabel Agip Sánchez lo hicieron el 29 de septiembre.
El jueves 30 de septiembre, en la catedral de Oruro, Krzysztof Bialasik, obispo de esta Iglesia local, presidió la misa de funeral por las religiosas, pidiendo al Señor la recompensa de la vida eterna por sus desinteresados cuidados a sus hermanos mayores.
El carisma de entrega a los ancianos
Las Hermanitas de los Ancianos Desamparados es una de las congregaciones femeninas con más números de miembros. En estos momentos cuentan con más de 2.200 religiosas y en este tiempo de pandemia se ha mostrado su entrega atendiendo a más de 20.000 ancianos sin recursos en 204 asilos y residencias de Europa, Iberoamérica, África y Asia. Decenas de ellos se encuentran repartidos por toda la geografía española. En ellos se ha librado una dura batalla contra el coronavirus y las religiosas y restos de trabajadores han cuidado de los ancianos acompañándolos a muchos en el tránsito hasta la otra vida.
Las hermanitas de los Ancianos Desamparados explican así su carisma: “Nuestro fin específico es el ejercicio constante de la virtud de la caridad cristiana en los ancianos más vulnerables, acogiéndolos en un ambiente de familia y atendiendo todas sus necesidades: materiales, de afecto y espirituales. Queremos, en el día a día, hacer vida la consigna que nos dejó santa Teresa Jornet: ‘Cuidar los cuerpos para salvar las almas’.
“El Corazón de Jesús arde en llamas de purísimo amor. Con este amor purísimo es necesario que tratemos siempre a nuestros ancianos, interesándonos muchísimo de su bienestar temporal y eterno”, explicaba santa Teresa Jornet, fundadora de la congregación.
Esta congregación nació en Barbastro (Huesca) en 1873 gracias al sacerdote Saturnino López Novoa, que descubrió este carisma a través del contacto con los pobres en el ejercicio de su ministerio sacerdotal. Éste toma un impulso definitivo en el año 1872 cuando en los primeros días de enero, acoge en su casa a una anciana enferma, la señora Antonia, que vivía sola, abandonada, y fallecerá envuelta en los cuidados que requería su estado, el día 7 de abril de ese mismo año en la casa de Saturnino.
Teresa Jornet pasó accidentalmente por Barbastro, donde conoció al sacerdote Pedro Llacera. Éste, con amplia experiencia en la labor pastoral, descubrió en una primera conversación con Teresa Jornet sus valores excepcionales. Le expuso el proyecto de la nueva fundación que llevaba en mente don Saturnino, gran amigo suyo, y le invitó a integrarse en ella. Teresa sintonizó plenamente con la iniciativa del religioso y, en el servicio al anciano necesitado encuentra el camino para llevar a cabo sus aspiraciones de entrega total a Dios.
Las primeras jóvenes se unieron a esta incipiente obra y poco después Teresa Jornet fue nombrada superior del grupo. El 27 de enero de 1873, con la vestición del hábito de hermanitas de aquel grupo de 10 jóvenes en la iglesia del seminario de Barbastro (Huesca), quedará registrado en la historia como la fecha de fundación de la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados. El 8 de mayo de 1873, acompañadas de D. Saturnino llegan a Valencia solicitadas por la Asociación de Católicos, ciudad a la que la orden ha quedado unida.