En una entrevista con Javier Torres en Actuall, este misionero relata el día a día de los venezolanos sin comida ni medicamentos, el papel que desempeña la Iglesia y cómo la fe de este pueblo lejos de menguar crece en medio de las necesidades:
- El venezolano es sumamente acogedor. He vivido en más de 25 países, y habiendo estado en todos ellos muy a gusto, y muy feliz, he de decir que aquí, en Venezuela, me he sentido como en mi casa desde el primer día.
Desde el primer saludo, aún sin conocerte, ya te están invitando a su casa a comer o cenar -y no es un dicho, lo dicen, y lo hacen-. Se interesan por ti, basta que insinúes que estás enfermo y se ponen a la orden, que necesitas algo y te lo consiguen, que falló tu coche y te prestan el suyo, que te gusta el jamón y -aunque es muy difícil conseguirlo- te lo dan… para que te sientas querido y en casa. Así son, y espero -y así se lo digo a ellos- que esto, nunca lo pierdan. Tienen un gran corazón.
-Yo voy donde me manden, pues para eso me hice Legionario de Cristo, misionero. Pero si me dan a escoger, con los ojos cerrados, escojo quedarme en Venezuela. Aquí estoy, no digo feliz, sino muy feliz.
-Yo creo que sin la Iglesia Católica -no por ella en sí misma, sino porque nos da a Jesucristo y todas las ayudas necesarias- Venezuela estaría hoy mucha más triste y desesperanzada. En medio del caos, el hambre, el miedo y la inseguridad Cristo te da la fuerza, la alegría, la fortaleza, la esperanza para levantarte un nuevo día, poner tu mejor sonrisa y tratar de animar a todos los que encuentras en el camino.
- Llegué unos meses después de la muerte de Chávez. Me levanto a las 5 y cuarto de la mañana, y lo primero que hago es pasar un buen rato de conversación con Jesucristo, ¡el amor de mi vida! Tras una hora de meditación voy a la Universidad Metropolitana -en la que hay 7.000 alumnos matriculados- y al colegio Merici -de unas mil niñas-, pues soy capellán ahí.
Mis mañanas transcurren entre direcciones espirituales, confesiones, bendición de despachos… Todos los días celebro la misa a las 12 y cuarto de la mañana y luego regreso a casa para comer y estar un rato con la comunidad. Por las tardes a veces una charla, a veces bautizos, bodas, entierros o una visita al hospital para dar una unción a algún enfermo. También vamos a las zonas más pobres a repartir comida y medicinas.
- Lo que más nos preocupa es la falta de seguridad, es una sensación de impotencia muy grande. No estás seguro en ninguna parte, ni siquiera en tu casa: sabes que en cualquier momento del día -y mas de noche-, en cualquier lugar, puedes ser objeto de un atraco, un asalto, e incluso de un asesinato. Esto te hace vivir con una tensión muy fuerte, y más, si eres padre o madre. Ellos están pensando continuamente: ‘¿donde está mi hija? ¿cómo está mi hijo, con quién está, ha llegado ya al colegio, a la casa de la amiga…?’
- También preocupan la falta de comida (de lo más básico como arroz, pasta, leche, pan… imagínate a un español sin poder comer pan… pues así me tienes a mi ahora) y la falta de medicinas. Es algo que también agobia, y mucho.
- No. Creo que han fortalecido y han crecido en la fe. Incluso la han purificado. Pasar de tenerlo todo, y en abundancia, a esta escasez… eso ha provocado que muchos, si no a todos, les haya hecho reflexionar. No todo está en los bienes materiales. Y por otra parte, la falta de credibilidad del Gobierno y las fuerzas públicas, la impunidad de los malhechores -ellos saben que no les va a pasar nada-, la injusticia y la corrupción en todos los campos… eso te lleva a preguntarte: ‘¿en quien puedo confiar… sino solo en Dios, solo en Dios? y así, quizá porque no tienen a nadie más a quien acudir les ha ‘obligado’ a confiar más en el Señor.
- Yo personalmente no, pero sí ha pasado en uno de nuestros colegios.
- El chavismo tiene muchos frentes abiertos y otros tantos desastres entre manos. Siempre ha habido y hay una hostilidad, insultos, amenazas a la iglesia, a los cardenales, obispos, a todo el pueblo de Dios.