En México otro sacerdote ha sido asesinado, confirmándose que ser religioso en este país es algo muy peligroso. La última víctima es Joaquín Hernández Sifuentes, vicario de una parroquia en Saltillo y que estaba en paradero desconocido desde el pasado 3 de enero cuando se tomó unos días de vacaciones.

La Diócesis de Saltillo denunció su desaparición el día 7 tras no conseguir localizarle ya que ese día debía volver a su parroquia pero no había aparecido. Las autoridades no han querido dar a conocer las causas de la muerte pero los indicios apuntan al robo.

Tal y como recoge el diario El País, el año pasado, en el lapso de una semana, tres sacerdotes -dos de Veracruz y uno de Michoacán- fueron secuestrados y asesinados. Alfredo López Guillén fue sacado violentamente de su parroquia el 19 de septiembre y fue hallado cinco días después en un paraje de una carretera michoacana. El mismo día que secuestraron a López Guillén, las autoridades encontraron los cuerpos de los párrocos Alejo Jiménez y Alfredo Juárez. Ambos presentaban signos de tortura.

Los asesinatos de los tres religiosos alarmaron al Episcopado mexicano.  Hugo Valdemar, portavoz de la Arquidiócesis, alertó en un tono indignado sobre la indefensión en la que trabajan sus sacerdotes. “La iglesia vive un momento de mucha tensión” dijo a un programa de televisión. El Papa Francisco también condenó el crimen de los sacerdotes al detallar que se realizó en un contexto de injustificable violencia.

En la última década 31 sacerdotes han sido asesinados, según un conteo elaborado por el Centro Católico Multimedial, una instancia del Episcopado Mexicano, Además, México es considerado el país más peligroso para ser sacerdote en América Latina. Las agresiones más comunes son el asesinato, secuestro, extorsión y robo a mano armada y las entidades que lideran estos delitos son Guerrero, Veracruz, Distrito Federal, Chihuahua y Michoacán.

México es calificado a nivel mundial como “un país de especial observación”. Además, es comparado con naciones como la India, Pakistán Turquía y Egipto, que sufren problemas de intolerancia y constantes violaciones sistemáticas a los derechos humanos, según fuentes de Libertad Religiosa Internacional.

Los sacerdotes viven la violencia como en tiempos de guerra, según el informe del Centro Católico del Episcopado. En diversos Estados que viven en una constante línea de fuego los presbíteros pasan por un sentimiento de soledad, impotencia e incertidumbre. Los perfiles de los atacantes ha cambiado en los últimos 25 años: pasaron de ser delincuentes a los que les interesaba un simple robo a miembros del crimen organizado que promueven la agresión física hasta llegar a la tortura y los asesinatos. En la región del sureste mexicano la vida de un sacerdote ha sido tasada a un precio de 300.000 pesos (unos 15.000 dólares).