José Luis del Palacio y Pérez-Medel, misionero español y obispo del Callao (Perú) ha recibido la Encomienda de la Real Orden de Isabel la Católica, concedida por el Rey Felipe VI, por su trabajo en favor de los más pobres y necesitados en Perú.

El galardón, impuesto en la sede del Ministerio del Interior en Madrid por el ministro Jorge Fernández Díaz, reconoce 40 años de trabajo misionero y humanizador en un entorno de pobreza, que, según anuncia el Ministerio, "prestigia a España y a las relaciones entre España y la República del Perú".

José Luis del Palacio, de origen madrileño, interpretó la condecoración como "un reconocimiento a tantos misioneros y familias españolas en misión que, a través de su dedicación desinteresada a los demás, anuncian a Cristo y entregan su vida a los más pobres y necesitados y de esta forma también honran y engrandecen a España en el extranjero".

"Acepto este honor no buscado, con humildad y confiado que todo pueda ser para mayor gloria de Dios", afirmó, y explicó que su único mérito fue "el haber trabajado, durante toda una vida, de laico, sacerdote y obispo, en pro de la evangelización, de los familias y de los más pobres y necesitados, cumpliendo así el mandato de Cristo. La única razón de mi larga estancia en tantos lugares de España y sobre todo del Perú, ha sido por ser sacerdote y misionero. Y la decisión no la tomé yo. La providencia de Dios, expresada por los responsables del Camino Neocatecumenal y posteriormente por el Papa Benedicto XVI".


El obispo explicó también algunas características de la diócesis del Callao, donde trabaja:

»Goza de una posición estratégica con la presencia de un Puerto y Aeropuerto, que son los principales del país. Sin embargo, a pesar de ser considerada una zona de movimiento comercial, sus alrededores y periferias sufren los males, cada vez más crecientes, de una sociedad violenta y secularizada.



El obispo José Luis en el puerto del Callao

»Es un territorio de gente en su mayoría católica pero no practicante, con gran parte de la población altamente vulnerable, inmersa en la extrema pobreza. Cada vez aumentan más los asentamientos humanos, que bajo el eufemismo de Pueblos Jóvenes, van poblando zonas que antes no eran habitables. Un ejemplo de ello es Pachacútec, una extensa zona con cerca de 200 mil habitantes, dispersos en medio de un inmenso arenal o desierto, que viven en situaciones infrahumanas, desprovistas de lo más elemental para su desarrollo, como agua, desagüe, luz, servicios de salud, etc.

»Por otro lado, está el problema de las familias disfuncionales o desestructuradas. Niños que se enfrentan, desde muy temprana edad a la ausencia, del padre o sufren la violencia y el trabajo arduo para ayudar en el sustento de la familia, o simplemente abandonados a su suerte sin hogar, siendo presa fácil para caer en males como las drogas, prostitución y la delincuencia".

»Es en este marco en el que la Iglesia católica realiza su misión, emprendiendo el reto de ir a las periferias, promoviendo programas y proyectos de formación integral, que van desde la educación escolar a la formación profesional y técnica. Proyectos que no existirían si no fuera por la ayuda generosa de empresarios y numerosos españoles, que son testigos de las grandes necesidades de este pueblo y de esta buena gente, así como de la imprescindible colaboración de numerosos y sacrificados sacerdotes (tanto los que desarrollan su labor pastoral en el Callao, como los que, desde España, prestan servicios impagables a nuestra Diócesis). Ese vínculo fraterno entre España y el Callao se ve reflejado en las miles de familias de esas zonas vulnerables que han logrado desarrollarse como personas y obtener una formación profesional y en valores, en benefecio de la sociedad chalaca.

»Un ejemplo emblemático de la labor que se desarrolla en la diócesis es el Centro Penitenciario “Sarita Colonia”, que he visitado personalmente en numerosas ocasiones, llevando alimentos, medicinas y ropa, en especial para los que sufren enfermedades graves. En este Centro penitenciario habitan más de 3.400 internos, muchos son extranjeros, entre ellos numerosos españoles, que purgan penas por tráfico ilícito de drogas. Vemos en los internos el rostro sufriente de Cristo, que vive entre rejas, olvidado, enfermo y con el deseo incontenible de volver a su tierra de origen.

»En este mismo sentido, tenemos una Casa de Acogida de la Pastoral de la Esperanza, que recibe a los internos extranjeros cuando salen de prisión y que conviven con otros durante un tiempo hasta que puedan volver a sus países. Se les ofrece alimento, una habitación y hasta un trabajo, cuando es posible.

»Como ya he dicho, gracias a Dios, con el trabajo desinteresado de muchas personas, especialmente españoles y familias del Camino Neocatecumenal que están en misión, se han podido ir haciendo otras obras, todas muy necesarias y atender a las ya existentes:

- Albergue Papa Francisco para niñas violadas y abandonadas;
- 19 colegios parroquiales, con 7.800 alumnos;
- 9 Centros de Formación Técnico Productiva;
- un Centro de atención para víctimas de desastres, como incendios, tan frecuentes por ser las casas de madera o cartones, terremotos y tsunami;
- Bibliotecas Diocesanas para seminaristas y laicos; nuevas parroquias y capillas….

»Mediante la Campaña “Un techo, un hogar”, el Obispado del Callao ha entregado más de 300 casas de material prefabricado en los llamados pueblos jóvenes.

»Y, finalmente, para no cansarles con más datos, en lo que respecta a la educación, hemos entregado 20 mil textos escolares para elevar la calidad de enseñanza de los alumnos de infantil, primaria y secundaria.

»Convencido de que “los santos constituyen el comentario más importante del Evangelio y representan para nosotros una vía real de acceso a Jesús ”, desde mi llegada a Perú impulsé, con el apoyo directo y el aliento del Papa Juan Pablo II, el Seminario Misionero “Redemptoris Mater y Juan Pablo II”, así como la primera Facultad de Teología y, con mucha oración y sacrificios, se consiguió se fundara el Monasterio de las Religiosas de Claraval, donde florecen numerosas vocaciones, que son una luz, entre tanta oscuridad y pobreza en la zona más deprimida de la diócesis, en Pachacutec”.


El obispo José Luis del Palacio no siempre fue una persona religiosa. Estudiando sociología de joven perdió la fe en Dios, participó en París en la "revolución" del mayo del 68, y fue luego encargado de una discoteca en la costa catalana... La historia de cómo encontró la fe y se hizo misionero se puede leer en este enlace.

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