Cuba está viviendo estos días las mayores protestas contra el régimen comunista en décadas. Decenas de miles de cubanos tomaron las calles pidiendo libertad y sin miedo a la represión de la dictadura, que ya ha comenzado a actuar duramente contra sus ciudadanos.
La isla se ha convertido en un foco informativo internacional por lo que las autoridades castristas están intentando impedir que salgan más imágenes al exterior de una ciudadanía harta, pobre y hambrienta que pide a gritos el fin del comunismo y la llegada de la libertad.
Pero pese a su empeño siguen saliendo a la luz testimonios y denuncias, también desde el seno de la Iglesia Católica. Una de las más contundentes ha sido la del sacerdote Alberto Reyes Pías, párroco en Esmeralda, en la Archidiócesis de Camagüey.
“Ahora ya no hay marcha atrás, porque ahora hemos visto el verdadero rostro de aquellos que durante años nos hablaron día a día y machaconamente de lo mucho que nos amaban y querían nuestro bien. Ahora sabemos que todo era mentira, y que no les vacila ni la mano ni la voz a la hora de proclamar destrucción y muerte, y de incitar a la guerra de hermano contra hermano en una lucha cuyas heridas tal vez no sanen nunca”, afirma este religioso en un contundente audio sobre la situación que se está viviendo en estos días.
El padre Reyes nació en pleno régimen castrista y creció en un ambiente que en el ámbito oficial despreciaba la religión. En una entrevista con ReL durante la presentación de su libro Historia de una resistencia (Voz de Papel) hablaba de esa infancia y del riesgo de vivir una fe pública.
“Yo había empezado el curso escolar y tenía una maestra nueva. Un día, ante un comentario mío que no recuerdo, ella me dijo: '¿Tú eres religioso?'. Y yo le respondí: 'Sí, pero no se lo diga a nadie'. Me sentí muy mal con mi respuesta y cuando llegué a casa se lo conté a mi madre. Mi madre siempre ha sido una mujer alegre y espumante, pero recuerdo que me miró a los ojos, muy seria, y me dijo: 'Si quieres seguir yendo a la Iglesia tienes que estar dispuesto a que te maten. Si no, no vas más', comentó el ahora sacerdote.
Su historia ha sido de entrega y sacrificio, pues Alberto Reyes dejó su carrera de Medicina, que en Cuba significa pertenecer a la élite, por ser sacerdote. Pero también dejó a su novia. Y ahora no tiene miedo a sacrificar incluso su integridad con unas duras palabras contra un régimen que ha maltratado a todo un pueblo.
No es la primera vez que este sacerdote denuncia lo que sucede en su país. En el Diario de Cuba, medio de los cubanos en el exilio, hace unos meses ya criticaba al régimen comunista: "No se trata simplemente de poder y economía, porque hoy día eso puede mantenerse sin la necesidad de tener a un pueblo en contra. Es algo más, es la impunidad que da el poder absoluto, es la posibilidad de actuar sin ser cuestionado (...) La impunidad es la posibilidad de jugar a ser Dios".
Y para ello ponía numerosos ejemplos concretos de la impunidad del régimen, que iban desde la condena a muerte de tres jóvenes que intentaron huir del país o la detención arbitraria de ciudadanos o la corrupción que genera aún más pobreza en el país.
En este vídeo el Movimiento Cristiano de Liberación y otros grupos desde el exilio alaban la valentía que desde hace años muestra el padre Reyes desde Cuba
"Tenemos el poder de actuar como hombres y mujeres libres, tenemos el poder de decir lo que pensamos, de usar el 'sí' y el 'no' desde nuestra conciencia y no desde lo oficialmente orientado, podemos denunciar en público y en privado lo que está mal y no responder 'como si no pasara nada', tenemos el poder de unirnos al que defiende la verdad y la justicia para no hacerlo vulnerable", afirmaba en enero de este 2021.
Ahora, ya en julio y con un país levantado contra una dictadura que intenta de nuevo oprimir a los cubanos ha pronunciado unas palabras que él sabe que le pueden traer muchos problemas. A continuación se las ofrecemos íntegramente:
Palabras del padre Alberto Reyes Pías sobre la situación en Cuba
Dice el profeta Isaías: “Por mucho tiempo he guardado silencio, he estado callado, me he reprimido. Como parturienta grito, jadeo y resuello”.
El ser humano está hecho para la libertad, al punto que ni siquiera su Creador la violenta. Al ser humano se le puede reprimir, amedrentar, amenazar…, y esto puede hacer que, por un puro instinto de supervivencia, la persona se someta a la esclavitud e incluso llegue a defender al que lo oprime. Pero la libertad está inscrita en nuestros genes. Pueden pasar años, generaciones incluso, pero llega un momento en el cual el alma se rebela y dice: “¡Basta!”.
Desde hace mucho tiempo, el pueblo cubano viene dando signos de cansancio y de hartazgo, desde hace muchos años, nuestro pueblo viene avisando que “se ha cumplido el tiempo de la esclavitud”.
¿Cómo es posible que hayamos demorado tanto? Porque no nos sometieron de un día para otro. Nos engañaron, nos manipularon, nos deslumbraron, y cuando los primeros empezaron a despertar, los masacraron, los fusilaron impunemente. Y el miedo puso en nuestros corazones y en nuestros hogares su rostro omnipresente.
Y así hemos vivido por años, escondiéndonos, simulando, y huyendo a la primera oportunidad, dejando muchas veces solos y a merced del mal a aquellos que se atrevían a alzar la voz de la libertad, a pesar de que lo hacían en nombre de todos.
Con el tiempo, los signos de inconformidad y rabia fueron creciendo, pero esos signos fueron despreciados, ridiculizados y subestimados. “Somos poderosos”, “somos continuidad”, “los esclavos no osarán rebelarse”. Pero se equivocaron, porque la libertad nace del alma, y el alma tiene una fuerza imparable.
No tuvo que ser así, no tenía por qué ser así, pero llega un momento en el que es imposible no darse cuenta de que al opresor no le importa el esclavo, ni le importará nunca; es imposible no comprender que el discurso de un mañana feliz es sólo eso, un discurso vacío, el verdadero opio del pueblo.
Y ahora ya no hay marcha atrás, porque ahora hemos visto el verdadero rostro de aquellos que durante años nos hablaron día a día y machaconamente de lo mucho que nos amaban y querían nuestro bien. Ahora sabemos que todo era mentira, y que no les vacila ni la mano ni la voz a la hora de proclamar destrucción y muerte, y de incitar a la guerra de hermano contra hermano en una lucha cuyas heridas tal vez no sanen nunca.
Pudo ser diferente, pero los que nos engañaron y nos esclavizaron decidieron que no fuera diferente, porque ignoraron sistemáticamente a un pueblo que no pudo dar más síntomas de querer un cambio pacífico, y porque el cambio implicaba renunciar al poder absoluto, el cambio implicaba aceptar la libertad, el cambio implicaba la capacidad de amar, y el comunismo no puede admitir el amor porque el amor es contrario a su naturaleza.
Yo no sé si el amanecer está ya próximo o se hará esperar un poco, pero ya nada podrá ser igual. No sé si lucharemos hasta el final o nos rendiremos, agobiados por el miedo a la cárcel, a la represión y a la muerte, para resurgir más adelante, pero lo que sí es cierto es que a nuestra libertad las cadenas le pesan demasiado.
De momento, seguimos, recordando que un gobierno puede reprimir a una persona, en un lugar, en un momento, pero no puede reprimir a todas las personas, en todos los lugares, en todos los momentos.