En un acto sin precedentes en Bogotá, el 6 y 7 de octubre cerca de 400 sacerdotes, de 20 jurisdicciones, cambiaron la discreción y la intimidad de los confesionarios por el agite de los pasillos de un centro comercial (Gran Estación).
Siguieron, más allá que al pie de la letra, una de esas frases revolucionarias del papa Francisco: “Ir por las calles de sus ciudades y de sus países y anunciar que Dios es Padre y que Jesucristo se los ha hecho conocer, y por esto su vida ha cambiado…”
Vistiendo sus sotanas, se ubicaron junto a las escaleras. Abrieron un espacio a la salida de los ascensores. Se sentaron afuera de los almacenes de cadena y en la entrada de los restaurantes. Llegaron hasta la plazoleta de comidas y esperaron junto a las entidades bancarias.
Su improvisado confesionario fue el mismo en cada uno de los 60 espacios de los tres pisos de Gran Estación: dos sillas plásticas blancas y una placa de fondo azul con la imagen del papa Francisco que decía Punto de Confesión.
La acompañaba otra de las frases del pontífice argentino: La paz esté contigo, reconcíliate.
Mientras recibían a los fieles, las personas pasaban con el afán de almorzar, cargaban bolsas de compras, caminaban para hacer pagos en los bancos o comentaban lo que veían en las vitrinas. Los niños corrían por los pasillos y comían helados. Muchos los miraban con escepticismo. Desconfiaban, tal vez, que no fueran curas reales sino que se tratara de un disfraz ya tradicional en octubre para celebrar Halloween.
“La gente no se espera una jornada como esta. Se trata de generar unos espacios distintos, como el Papa Francisco nos lo ha pedido. Él utiliza un término que es ‘misericordiar’, hacernos cercanos al encuentro del otro. Un centro comercial pareciera no ser el escenario para confesar, la gente pasa y se queda mirando a ver si será un padre real o no, pero muchos se acercan”, dijo el padre Luis Armando Quintero Tarazona, de la diócesis de Cúcuta.
Dejaba escapar una sonrisa por la alegría de haber ganado un duro partido de fútbol en la mañana. “Fue una final anticipada”, dijo con tono de analista deportivo. Él, al igual que los cerca de 400 padres que participan en esta ‘confesatón’, vino a Bogotá para competir en la tercera Copa de la Fe, un torneo que reúne a sacerdotes del país.
“Fue un partido bien organizado, dos equipos estructurados y se hizo el esfuerzo de ganar. Empatamos 11 y en penales ganamos 41”, contó. Su rival había sido el bicampeón: Pasto.
Celebró, además de su victoria, la apertura de espacios de confesión más cercanos a la gente. “Por lo general esto se da en un confesionario, donde casi no se ve ni el rostro. Pero esto demuestra que la Iglesia responde a retos y desafíos. Tal vez alguno muy ortodoxo dirá que no le cuadra que haya confesiones en un centro comercial, pero Jesús salía al encuentro”, añadió.
El patrullero de la Policía Leonardo Cuervo aprovechó la ‘confesatón’ antes de pagar unas cuentas en el centro comercial. “Me parece maravilloso que hagan esta misión tan única y abierta al público. Soy muy creyente y aproveché porque vi que era el momento indicado y tenía ganas de confesarme. De pronto no había tenido tiempo de ir hasta la parroquia y por eso no lo había hecho, además no siempre hay disponibilidad de sacerdotes”, dijo.
El padre Fabián Pacheco, de la diócesis de Cúcuta, insistió en que se trató de una jornada en la que la gente deber ver a los sacerdotes como humanos. “La gente nos ve, se sorprende, algunos no se atreven, pero entiendo que quien se viene a confesar debe estar preparado y con ese propósito firme de no volver a pecar”, dijo.
Alfredo de la Rosa se acercó al ver los carteles en varios puntos del centro comercial. “Es algo poco tradicional, pero a la larga hoy en día mucha gente no tiene el tiempo o las ganas de asistir a un templo, así que es bonito que los sacerdotes se acerquen a un espacio poco tradicional. Para mí es más cómodo en un templo, sin tanto ruido, sin tanta gente, pero qué bueno aprovechar estas experiencias”, señaló.
La curiosidad llevó a Naydú Cabanzo a sentarse en uno de esos confesionarios. “Vi que la gente estaba hablando y dije ‘tengo que hablar unas cosas’. Yo soy católica, pero no practico mucho. Solo me acerqué a compartir un par de cosas. No quise el plan de culpas, sino que fui a hablar con una persona humana”, dijo.
Fuente: El Tiempo.